La última imagen del capitán Álvarez antes de morir en Bosnia por la explosión de una bomba
Un fotógrafo capturó la partida del convoy en el que viajaba el desactivador de explosivos cuando partió rumbo a la fatídica misión en Bijela.
31 marzo, 2019 01:35Noticias relacionadas
- Fotos inéditas de la batalla de Ludina: así fue el gran combate del Ejército español en Afganistán
- Jesús Aguilar, el teniente abatido en un puente de Mostar cuando llevaba medicinas a un hospital
- El último viaje de la soldado Idoia, muerta en Afganistán tras salvar decenas de vidas
- Así tomó el sargento español Carlos Kouiche el paso de Sabzak en un combate clave en Afganistán
- "¡Liberad el paso de Sabzak!": así fue la 'batalla de las Termópilas' del Ejército español en Afganistán
- "¡Coño! ¿Me han dado?": así sobrevivieron el sargento Serantes y los suyos al combate de Sabzak
La imagen es solemne. Un convoy de las Naciones Unidas conducido por militares españoles recorre las calles de Medjugorje, en el corazón de aquella guerra que estalló en Europa. Son soldados expertos. Uno de ellos, el capitán Fernando Álvarez, es de los mejores desactivadores de explosivos que hay en kilómetros a la redonda. Las alambradas casi se han convertido en rutina para unas mujeres y unos niños que no han podido escapar del conflicto. Los sacos terreros se agolpan contra las ventanas. Es una estampa providencial; ese mismo día será el último para Fernando Álvarez.
Es 4 de diciembre de 1993. El invierno comienza a hacer estragos en una guerra de desgaste. Año y medio de zarpazos -más los que faltaban por llegar- y ya hay zonas que amenazan con la asfixia. Apenas hay víveres. La población se lanza a las carreteras con sus pocos pertrechos y aspiran a sobrevivir a la carestía.
No todos lo consiguen. Los esfuerzos se centran en despejar los caminos por los que viaja la ayuda humanitaria. La presa de Salakovac y el puente de Bijela son dos de esas rutas. Los últimos informes confirman la presencia de explosivos en ambos.
No hay misión sencilla en Bosnia. Esta es todavía más complicada: no basta con protegerse del fuego de francotiradores o de posibles emboscadas; es necesario ir donde están las minas. Cascos, armas, chalecos y todo el equipamiento necesario: "Listos, vamos".
Y los militares españoles salen desde Medjugorje. Un fotógrafo del periódico Tierra capta la escena, ya convertida en Historia de las Fuerzas Armadas. Así lo recoge el blog Una mina escondida, escrito por el teniente coronel Norberto Ruiz Lima e ilustrado por el dibujante José Manuel Esteban. La fotografía es la que abre este artículo.
Los pasos sobre el puente
El convoy alcanza las inmediaciones del puente de Bijela. Es un paso cruel, donde ya se han perdido demasiadas vidas. A uno y otro lado combaten los ejércitos del Consejo Croata de Defensa y el de la Armija. Allí les han dicho que hay dos minas. Es imprescindible la quietud en un lugar en el que no existe. El capitán Fernando Álvarez sabe que es su turno y que tiene que aproximarse hasta los artefactos.
Un paso, dos, tres... A sus espaldas, el capitán Cifuentes le brinda escolta. En cualquier momento puede romper una nueva tormenta de balas y fuego. Cuatro, cinco, seis... También está pendiente el capitán José María Millán junto a los blindados, acompañado de unos oficiales canadienses. Siete, ocho, nueve... El sargento primero Jorge Fernández va unos pasos por detrás del capitán Fernando Álvarez.
"Para". No lo dice con palabras, pero sí con un gesto del brazo. Fernando Álvarez ha detectado el lugar en el que está la mina y pide a Jorge Fernández que se quede en el lugar. No lo sabe, pero acaba de salvarle la vida. Porque un enemigo invisible observa desde la distancia, dispuesto a apretar el botón que conecta a una bomba oculta.
La explosión
Fernando sigue su camino hacia la mina cuando un estruendo sacude aquel camino de Bijela. Es la bomba trampa, detonada por un enemigo colocado a una distancia prudencial. La explosión alcanza de pleno al desactivador, que pierde la vida al instante. También resulta malherido Jorge Fernández, tendido sobre el suelo y con la pierna sangrando abundantemente.
La explosión da paso a la temida lluvia de balas. Aquello era una emboscada medida al milímetro. José María Millán, que permanecía junto a los blindados, se lanza a aquel infierno. Se arrastra sobre el suelo, evitando los disparos. Alcanza al herido y comienza a arrastrarlo hasta un lugar a cubierto de las balas. Le hace un torniquete para evitar que se desangre: su acción le salva la vida. Pronto llegan los sanitarios -Balanya y González- que le brindan apoyo.
El cabo primero Arroyo y el tirador John, caballeros legionarios paracaidistas, siguen disparando contra el enemigo. Cubren el camino y permiten la retirada de su compañero herido. A Jorge Fernández terminarán amputándole una pierna en el hospital Gómez Ulla de Madrid.
El recuerdo del capitán Fernando Álvarez, desactivador que pagó con su propia vida aquella misión de Bosnia, quedó plasmado en esa foto providencial.
Por esos hechos, Fernando Álvarez y Jorge Fernández fueron condecorados con la cruz militar con distintivo rojo.