La situación era crítica. Las balas habían alcanzado a Fraile en aquel enclave afgano, conocido con el nombre de Ludina. Los insurgentes se volcaban con toda su fuerza. Un paso en falso y aquella operación se convertiría en tragedia. La sangre recorría la pierna del herido. A su lado, Mayoral se empeñaba en frenar la hemorragia. Las balas silbaban por encima de sus cabezas. Asfixia y dolor mientras se preguntaban si sus compañeros del aire serían capaces de aterrizar en medio de aquella refriega para socorrerles.
Era el 28 de agosto de 2012. La misión de tomar aquellas posiciones le había correspondido a los efectivos de la bandera Ortiz de Zárate, III de Paracaidistas: 60 paracaidistas, una unidad de reconocimiento y un elemento de seguridad. A seis de ellos se les condecoró con la Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo; también hubo cuatro citaciones como Distinguido en la Orden General, 17 acreditaciones de valor y 25 hechos de armas.
Si destacamos el nombre del teniente Gerardo López-Mayoral es por ser el protagonista del blog El reloj corre hacia atrás, escrito por el teniente coronel Norberto Ruiz e ilustrado por el dibujante José Manuel Esteban. En entradas anteriores ya han destacado las acciones de otros miembros de la unidad.
Pero hace falta algo de contexto para abordar la operación Estaca, nombre con el que se bautizó a aquella misión. Afganistán se resquebrajaba. Demasiados años de guerra y hastío. Los militares españoles no sólo habían sido testigos de aquel dolor; lo habían sentido en sus entrañas con las bajas de sus compañeros.
Misión, 1:52
Los paracas destinados a aquella misión no habían dormido demasiado aquella noche. La sección estaba preparada a las 1.52 horas para partir desde su base. Tienen que partir hacia Ludina y tomar dos posiciones clave junto a la ruta Lithium, la carretera que vertebra el país. Sospechan que los insurgentes pueden tener un depósito de armamento y munición de grandes dimensiones y hay que tomar la iniciativa para evitar que lo empleen más tarde o más temprano.
El blog publicado por el Ejército de Tierra detalla algunos datos temporales destacados. A las 4.05 de la mañana, la sección permanece parada en una posición y comienza a recibir fuego insurgente. A las 5.20, los militares españoles avanzan y preparan un ataque con fuego de mortero medio contra una posición destacada que les ataca desde un cementerio. A las 6.20 capturan a dos enemigos que se habían rendido con un paño blanco tras atacarles desde una motocicleta.
Siguen las hostilidades. A las 7.45, los militares responden con fuego tras ser atacados por enemigos que se mueven a bordo de motocicletas. No es un blanco fácil: los insurgentes se mueven con soltura por un terreno escarpado, lleno de lugares en los que ocultarse. Son rápidos y tratan de envolver su posición.
A las 8.10 reciben un ataque contundente desde el oeste. Parte de los efectivos españoles se parapeta tras el murete del cementerio y agotan la munición de su mortero. Hace tiempo que se han conquistado las cotas 924 y 925, clave en el éxito de la misión. Pero el enemigo todavía golpea y que hay frenar sus embestidas antes de comenzar el repliegue.
Un ruido en el aire
A las 9.30, Mayoral despliega la sección para apoyar el repliegue del resto de la fuerza. Hace calor, más de 40 grados. El equipamiento es pesado y aquella es una misión de desgaste. Y de riesgo, por supuesto. El humo rojo rasga el cielo, señal inequívoca de que un compañero ha sido herido. Es Fraile y hay que protegerle hasta que llegue el helicóptero de evacuación.
Son las 10.16 y Mayoral, apoyado por el sargento Puche, atiende al herido. También les acompañan Fructuoso -ya contamos su historia en EL ESPAÑOL- y Moyano. Fraile tiene tres heridas de bala. Le atienden con el botiquín individual que lleva consigo y protegen su posición de los disparos enemigos.
Pero los militares españoles redoblan sus esfuerzos hasta alejar la presión insurgente. Disparan, se mueven en posiciones destacadas y, poco a poco, el enemigo cede. Lo suficiente para que el viento arrastre aquel sonido inconfundible.
Fraile fue evacuado en el helicóptero y el resto de los militares lograron replegarse con éxito. Eso sí, habiendo tomado las posiciones que se les habían asignado en aquella misión. La operación Estaca está grabada a fuego en la memoria de Mayoral y del resto de los paracas; recuerdos de balas, calor y asfixia, pero con una misión cumplida y todos ellos pudiéndolo contar.