El capitán Jesús Julián García del Castillo, junto al resto de sus compañeros de la 13ª Compañía de la Bandera Ortiz de Zárate III de Paracaidistas, desempeñó un papel clave en la toma de Ludina, una posición que abría una importante vía de comunicación en aquella guerra afgana, demasiado cruel para un pueblo extenuado. Ocurrió el 28 de agosto de 2012, fue una de las grandes batallas que libró el Ejército, y ahora, seis años y medio después, EL ESPAÑOL ha tenido acceso a una serie de fotografías inéditas.
Aquella misión, conocida con el nombre de Operación Estaca, pasaba por tomar unas posiciones en Ludina fundamentales en la guerra de Afganistán. Quien leyese el testimonio de la cabo Fructuoso publicado en este diario sabrá de la envergadura de este movimiento.
Ahora, el Ejército de Tierra recoge la acción de otro de los protagonistas de la toma de Ludina, el capitán Jesús Julián García del Castillo. Lo hace a través del blog A Ludina sólo sube el viento, escrito por el teniente coronel Norberto Ruiz e ilustrado por el dibujante José Manuel Esteban. EL ESPAÑOL ha accedido a estas imágenes que nunca antes habían visto la luz en las que el capitán es protagonista.
Una estrategia de distracción
El contingente español inicia los movimientos a las dos de la madrugada. En total, 60 paracaidistas, una unidad de reconocimiento y un elemento de seguridad. Los primeros pasos son los más sencillos. Van a moverse en torno a la posición avanzada de combate Bernardo de Gálvez, que tan bien conocen, para simular que están llevando a cabo un relevo de las tropas. Después establecen una patrulla hacia la zona norte; habituales en esas fechas y una excusa perfecta para, en realidad, precipitarse sobre los elementos insurgentes de la zona.
El capitán Jesús Julián García del Castillo es uno de los hombres llamados a cometer esa misión. La Operación Estaca -de ahí su nombre- consiste en tomar las cotas 924 y 925 para asegurar la construcción de la carretera que une Qala i Naw con Bala Murghab. En la siguiente fotografía se puede ver la aridez del terreno por el que tenían que desempeñarse:
El capitán debe tomar la cota 924. Cuando están a unos 40 metros de alcanzarla, escuchan voces hablando en lengua local. No hay duda, son los insurgentes. "¡Cuerpo a tierra!". El enemigo dispara contra sus posiciones. Los militares responden al fuego con fuego. García del Castillo ordena al teniente Mayoral a que desaloje a quienes tratan de acabar con ellos.
Al mismo tiempo, los compañeros que se han dirigido hacia la cota 925 lanzan a su vez el ataque. Todavía es de noche, son las 4.17 cuando se logra tomar ambas posiciones con éxito. Pero aún quedan muchas horas de combate.
Hay más enemigos. Lo saben porque el vehículo aéreo no tripulado Raven los ha detectado. Tienen armas y se mueven con rapidez a bordo de motocicletas. El tiempo vuela y es imprescindible fortificarse en las cotas recién tomadas. Toman las mejores posiciones posibles y se preparan para la embestida de los insurgentes.
Reciben nuevos ataques
Fusilería, ametralladoras, cohetes... el enemigo lanza toda su fuerza contra los paracaidistas españoles. El capitán García del Castillo mantiene la unidad entre los efectivos que tiene al mando. Cualquier grieta es una brecha por la que se colarán las balas. Los atacantes son rápidos, van y vienen, en un fuego intermitente pero constante. No se trata de una posición fácil de defender, como lo demuestra la siguiente imagen:
La Operación Estaca atraviesa un momento crítico. El enemigo conoce la zona y busca hacer daño entre las filas españolas. Los militares, cuerpo a tierra, repelen momentáneamente la agresión. Otros se parapetan tras los muros de un cementerio. Aumenta la fuerza insurgente, el tiroteo es incesante. Son las 9.01 cuando reciben una noticia que les alivia: "En tres minutos, apoyo aéreo en zona". Las aeronaves aparecen a la hora convenida y, tras su paso, queda el silencio.
No todo ha acabado. Han despejado la zona, los insurgentes se han retirado y las cotas 924 y 925 han sido despejadas. Pero queda el repliegue. Son las 9.30 de la mañana.
Con todos los sentidos en alerta, el contingente español camina por el desierto de Ludina. Saben que toda precaución es poca y el tiempo les da la razón. De forma ligera, primero, y con más contundencia, después, el enemigo vuelve a atacar las posiciones del Ejército. El tiroteo es creciente.
Un compañero herido
"¡Humo rojo!". La peor de las noticias. El sargento primero Montesinos señala con un bote de humo la posición en la que ha caído herido el legionario Fraile. Una bala le ha atravesado uno de los muslos y le ha rozado en el otro. Es necesaria su evacuación por vía aérea.
Hay que despejar la zona. Va a llegar el helicóptero, pero el enemigo sigue atacando con cohetes, ametralladoras, fusilería. El capitán García del Castillo mantiene la unidad entre los suyos. Se sobreponen a la adversidad, disparan, causan bajas entre el enemigo. Poco a poco van logrando su misión hasta que por fin se escucha el motor del helicóptero.
Una vez evacuado, el capitán da las órdenes definitivas de repliegue: "Iniciamos movimiento de vuelta". Todos respiran aliviados: no ha pasado ni un mes desde que un helicóptero Super Puma español se accidentase en Afganistán, dando lugar a una acción de rescate singular. Pero esa es otra historia.
Horas de combate frente a la incertidumbre y un enemigo veloz y contundente. La Operación Estaca permitió despejar una ruta imprescindible en una guerra demasiado larga. Por esta intervención fueron concedidas seis cruces del mérito militar con distintivo, una de ellas para el capitán García del Castillo. También cuatro citaciones en la Orden General, 17 acreditaciones de valor y 25 hechos de armas.
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