Un portavoz de uno de los grupos parlamentarios lo definió esta semana como "ivanredondismo del bueno". Se refería a la estrategia, atribuida a Iván Redondo, jefe de gabinete de Pedro Sánchez, para encauzar el debate político de tal manera que el PSOE gane incluso cuando pierda.
Si Unidas Podemos inviste a Sánchez, el líder del PSOE será presidente y tendrá por delante un mandato de casi cuatro años. Si se repiten las elecciones el 10 de noviembre, los socialistas podrían mejorar su resultado y estar en una posición mucho más ventajosa para negociar. Ganar o ganar.
Es la técnica que se siguió con éxito con los Presupuestos, que sucumbieron por el rechazo de los partidos independentistas. Los socialistas habían confeccionado un catálogo de medidas que sirvió como base a la estrategia electoral. Los Presupuestos naufragaron, pero eso desencadenó la repetición de las elecciones en las que el PSOE subió de 84 a 123 diputados.
Esta semana, Sánchez presentó en un gran acto de aroma electoral las 370 medidas para su nuevo Gobierno. Si Unidas Podemos las apoya, el presidente gobernaría con una base teórica de 165 diputados: los suyos y los morados, comprometidos con esas prioridades. Si no, habrá elecciones y ya conoceremos el programa electoral del PSOE: el Gobierno que pudo ser y no fue frente al bloqueo de todos los demás.
Asumir la astucia de esta estrategia es, también, dar carta de naturaleza a una anomalía: considerar la repetición de elecciones no como la constatación de un desastre sino como una oportunidad: la carta que jugar dentro de una partida de poker en la que quien no arriesga, no gana.
También supone reconocer que en el PSOE no sólo hay quien considera las elecciones como un escenario probable sino, además, deseable. En el PSOE hay quien cree que, llegados a este punto, lo mejor es ir a votar, porque les irá bien, mucho mejor que con un Gobierno maniatado en un Parlamento sin mayorías. "En abril nos faltaron muy pocos escaños", explica un miembro de la dirección socialista.
Pero en el PSOE también hay quien se opone radicalmente a las elecciones. No porque consideren que un Gobierno en solitario fuese fácil de gestionar, sino porque además de ser una anomalía, repetir los comicios tiene muchos riesgos.
1. Las encuestas se equivocan
Parece una obviedad, pero ante un escenario en el que se contemplan unas elecciones en base a unos sondeos, es necesario recordar que las encuestas no predicen el resultado. No sólo porque es muy difícil sino porque la propia ciencia tiene sus límites.
Ejemplos de encuestas que no dibujaron bien el resultado se cuentan a centenares, pero basta mirar a las últimas. Varios promedios predecían un resultado más alto del PSOE, rondando los 130 escaños. Un ejemplo son las proyecciones de Kiko Llaneras en El País. En general, las encuestas no vieron que el techo de Unidas Podemos iba a ser más alto. Dieron más escaños al PSOE de los que obtuvo. Lo mismo le ocurrió al PP, mientras que Ciudadanos fue minusvalorado en general hasta en 10 escaños, como se puede leer en los cálculos de El Periódico.
2. Abstención de la izquierda sin pavor a Vox
El PSOE asegura que su base está muy movilizada, pero estos meses de enfrentamiento entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias podrían hacer que muchos electores se quedasen en casa. El número es realmente difícil de estudiar en estos momentos, pero varias casas de encuestas estiman ya una participación menor que en las elecciones del 28 de abril, que se situaron en el 75%, dentro de la franja alta.
Cuando la izquierda se divide, se desmoraliza y eso puede traducirse por sí mismo en la abstención. Pero en este caso hay que sumar otro elemento más. Las elecciones del 28 de abril se convocaron en plena resaca de la foto de Colón de PP, Ciudadanos y Vox. La campaña del PSOE fue, en buena medida, un grito contra la extrema derecha y una invitación a votar para pararla.
Hoy, Vox ha condicionado numerosos Gobiernos en toda España y tiene representación en muchos Parlamentos sin que la situación límite del país y las instituciones se haya materializado. Vox ya no da tanto miedo y, por lo tanto, podría no poner en guardia a la izquierda. Sin tanto pavor ante Vox, un escenario a la andaluza podría esbozarse con más facilidad.
3. Una buena campaña de Iglesias
Distintas encuestas dieron como ganador de los debates electorales a Pablo Iglesias. En cualquier caso, el líder morado lo hizo para muchos mejor que el socialista. Aunque la campaña de Sánchez el 28 de abril estuvo bien planteada, bien diseñada, el candidato no es conocido por ejecutarla con gran carisma. Incluso sus partidarios aseguran muchas veces que los mítines y los debates no son su fuerte y por eso minimiza los riesgos.
En cambio, a Iglesias se le dan bien y su capacidad retórica ha sido comprobada en los debates televisivos y parlamentarios. Su estrategia sí podría descarrilar si Íñigo Errejón extiende su plataforma a toda España, algo que de momento no ha sido anunciado y que requeriría un gran esfuerzo logístico por parte del líder de Más Madrid.
4.- Un otoño caliente en Cataluña
La Sala Segunda del Tribunal Supremo redacta en estos momentos la sentencia del Procés, que los partidos independentistas llevan meses esperando. Las plataformas secesionistas y los distintos partidos también han llamado a una gran confrontación contra el Estado, tomando la calle si es preciso, en caso de que los encausados no sean absueltos. Una mayor amenaza independentista puede insuflar ánimos al centroderecha habida cuenta de que Sánchez necesita a ERC para ser investido.
5.- La economía
Los datos del paro de agosto fueron los peores desde 2010 y los de la afiliación a la Seguridad Social, los peores desde 2008, el primer año en el que en España se dejó sentir la gran recesión.
Con Alemania en crecimiento muy plano y los primeros síntomas de la desaceleración, los ciudadanos pueden culpara a la persona que ocupa el Ejecutivo y, en teoría, tiene más posibilidades de volver a la Moncloa. Además, todos estos meses perdidos sin un Gobierno con plenas capacidades podrían ser considerados por los votantes como una pérdida de tiempo que combatir cambiando de partido.
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