Alfredo Pérez Rubalcaba: químico, fontanero y hombre de Estado
-Alfredo Pérez Rubalcaba (Solares, Cantabria, 1951) falleció en Madrid el 10 de mayo consecuencia de un ictus.
-Fue vicepresidente del Gobierno (2010-2011); ministro del Interior (2006-2011), de Defensa (2008), de la Presidencia (1993-1996) y de Educación y Ciencia (1992-1993); secretario general del PSOE (2012-2014) y diputado (1993-2014).
-Doctor en Química por la Universidad Complutense de Madrid y profesor titular de Química Orgánica.
-Casado con Pilar Goya, a la que conoció en la facultad de Química. No tuvieron hijos.
Para recordar
El 26 de julio de 2014, colgó tras 32 años los hábitos de la política, un sacerdocio al que se consagró emocionalmente desde la Transición y profesionalmente, con cargos públicos, desde los Gobiernos de Felipe González en los 80. En realidad, nadie se creía que podía irse, porque su corazón latía por y para la política. Corredor de fondo en el PSOE, vitalmente estaba instalado en un sprint. Cualquiera que hablase cinco minutos con él podía descubrir con facilidad que su cabeza siempre iba más rápido, algo que parecía delatar un incesante golpe de pestañas.
En sus tiempos mozos destacó en el atletismo. "Corría los 100 porque no había nada más corto", bromeó en una entrevista en Onda Cero. "Bajé de los 11 segundos, hice 10,9. No está mal. Y 22,4 en 200 metros, que es mejor marca", recordaba. Avezado estratega y experto comunicador, pero tímido y pudoroso, se inscribía en la tradición más clásica del PSOE socialdemócrata y con sentido de Estado, algo que demostró sin ir más lejos en la gestión de la abdicación de Juan Carlos I como Rey.
Con Rubalcaba no se fue sólo un químico metido a político, el fontanero mayor del PSOE en tiempos de González y José Luis Rodríguez Zapatero. Se iba una forma de hacer política y un PSOE histórico o clásico, con raíces que se remontan a la Transición, acostumbrado a operar en el bipartidismo. Con su marcha del liderazgo del PSOE y la llegada de Pedro Sánchez, a España llegó la provisionalidad en los mandatos, la fragmentación política y los pactos casi imposibles. Los tiempos líquidos en los que los políticos de su época no ven casi nada sólido. Ni en su propio partido.