No sonaba 'Alma Llanera', pero en un chiringo a la derecha de la antigua DGS (Dirección General de Seguridad) ponían algo como de cumbia. Los venezolanos que han venido a recibir a Guaidó son plurales. Cuando se presentan a este cronista, sacan a relucir los apellidos vascos -o canarios- con cierto resquemor a Sánchez y así lo muestran a cámara: así lo ha hecho Xavi.
La Puerta del Sol tiene clima tropical en enero y cae un chirimiri templado que recibe a Guaidó. Los voxeros llevan la caña de pescar con sus banderas respectivas y en la esquina de Alcalá confiesan que son de Murcia e "iberoamericanos" a voz en grito.
Nadie lleva 'La hija de la española' de Saínz Borgo como manual de lectura, pero sí que hay gorras de Venezuela con cierto diseño frente a los colorines que el chavismo acostumbra. En realidad, aunque se grita "Libertad, Libertad", la policía toca el silbato y retrae a la comitiva popular que recibe al presidente encargado, Juan Guaidó. No hay tazo grueso contra Maduro, como si al tirano la Historia, en Sol, lo omitiera.
Los venezolanos sacan la familia entera a pasear en un día histórico, el altavoz sigue dando cumbia y los agentes policiales hacen un hueco de seguridad. "No es mi policía", se escucha, mientras los carteles de "Libertad" aparecen tropicalmente propagados en la tarde de entretiempo madrileña y los agentes tratan de guardar el orde . Al cronista le recuerdan que Venezuela salvó a España en oleadas varias, pero con esa simpatía tropical de quien tiene la doble nacionalidad y una permanente en el pelo.
Sólo los españoles exigen carta de periodista a quien esto escribe, y el cronista graba lo que puede ante el desacompasamiento de los aplausos. Hay júbilo ante los VTC como si fuera a salir Juan Guaidó de alguno de ellos. La cumbia -reguetón liberal- sigue sonando. Diego del Páramo dejó León en la crisis del petróleo, y es uno de los 'selfmademan' que abarrotan Sol pese al chispeo. Del Páramo lleva guantes y ojos azules.
Con esos doce altavoces se pide "Libertad" y sigue sonando cumbia en un sonido difuso. Alguien intenta ver a Ayuso en un balcón pero la distancia y el deseo contrasta con la verdad. Si algo pasa, insisitimos, es el silencio. Cuando Guiadó coge el micrófono, da dos pasos y habla a la concurrencia, María del Cobre no puede parar sus lágrimas. A las 20.14 Guaidó se saca un selfie, le gritan más "libertad" y la UIP de los 'maderos' controla una masa diplomática que quiere que Guiadó le firme una gorra.
Entonces, justo entonces, una chica me asegura que en restaurante "La parada" dan cenas "muy venezolanas". Aquí y así empieza la transición en nuestro pueblo hermano.
Cuando todo se vacía, el mensaje que queda en los venezolanos de Madrid es que Ayuso saluda como la reina desde su balcón a la verita de Guaidó.