Los abrazos eran, en realidad, una artimaña. Las caricias, una excusa. Eran el modo que tenía este amplio grupo de atracadores para romper la distancia y abordar a cualquiera en plena calle. Cuando querían percatarse, las víctimas ya habían sido desvalijadas.
La organización acumulaba hasta 6.000 denuncias. Las casas del clan, ubicadas en Getafe, no eran nada del otro mundo. Eso despistó a la Policía Nacional. En una zona de chalets, camuflados en un entorno de familias de clase media alta, estaba el centro de operaciones de la organización. Una fachada con la que aparentar la vida de una familia corriente. De cierto nivel adquisitivo, sí, pero corriente.
Fue al viajar a Rumanía cuando se percataron de la verdadera riqueza de esta organización criminal. Todo lo que iban robando acababa allí: mansiones, grandes terrenos y coches de lujo. Hasta diez vehículos en total, todos por encima de los 100.000 euros: entre ellos, un Audi SR7, un Porsche Panamera y un BMW X6.
Estamos ante una de las mayores operaciones de la Policía en los últimos meses. La que ha acabado con la detención de una extensa familia, una sofisticada organización desplegada por toda España.
En ella, hasta 90 personas colaboraban para perpetrar centenares de robos con los que lograron ganancias millonarias durante años. Se había convertido, hasta su detención, en el clan del 'hurto amoroso' más potente de España.
La investigación ha sido desarrollada por la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UCDEV) de la Comisaría General de la Policía Judicial, la UDEF/UDEV de la Comisaría Provincial de Málaga, diversas unidades de la Jefatura Superior de Policía de Madrid, la Jefatura Superior de Policía de la Región de Murcia y la Comisaría Local de Mérida.
Botín de un millón de euros
El botín incautado hasta el momento resulta de proporciones estratosféricas: en solo 12 registros realizado en España y Rumanía, los agentes de la Policía Nacional intervinieron 66 relojes de lujo, 264 joyas (valoradas, de media, en 10.000 euros la pieza), 41.000 euros en efectivo, 92 teléfonos, cinco armas de fuego, siete ordenadores portátiles, navajas y taladros.
Todo esto sin mencionar las incautaciones: 335 vehículos de alta gama en España, 10 mansiones de lujo y numerosas cuentas bancarias y activos financieros.
En cuanto desarticularon la banda y localizaron el botín, los agentes advirtieron que allí había piezas cuyo valor ascendía a más de los 30.000 euros. Era cuestión de ponerse a contar, y por eso calculan, según ha podido saber EL ESPAÑOL en fuentes de la investigación, que llegaron a agenciarse hasta un millón de euros en robos.
Solo hay un modo de explicar cómo alcanzaron tanto poder y tamaño botín: en lo suyo, eran unos auténticos profesionales. Incluso los niños eran entrenados por la familia en esta suerte tan particular de hurto. Hasta el momento, lo practicaban con total precisión e impunidad en toda España.
"Hace tres años empezamos a ver que el hurto amoroso estaba creciendo de forma descontrolada. Y nos dimos cuenta de que no era algo aislado. Nos llegaban casos de toda España. Y al investigar nos dimos cuenta de que los patrones eran siempre los mismos. Y que todos eran perpetrados por una misma organización criminal". Victoria Serrano es inspectora jefe del Grupo tercero de la UDEV Central de la Policía Nacional.
Serrano explica a EL ESPAÑOL que nunca se habían encontrado con un entramado tan organizado en este tipo de delitos. "Es un gran clan formado por distintas familias, están casados unos con otros. Provienen de la localidad rumana de Tandarei. Investigando durante más de 15 meses hemos descubierto a unos auténticos profesionales. Gente muy experta en la materia".
Aunque el epicentro de la trama estaba en Madrid, los jefes, los patriarcas de la organización, vivían con toda suerte de lujos en su país natal. Desde allí lo controlaban todo. Los miembros del escalafón más bajo vivían de forma más austera, pero su labor resultaba indispensable. Los encargados de perpetrar los robos eran ellos.
El procedimiento en esta clase de delitos resulta de lo más curioso. Hay casos en los que a las víctimas, normalmente personas mayores, lograban arrebatarles relojes, anillos o cadenas sin que advirtiesen nada. Todo lo conseguían con abrazos, buenas palabras, caricias y una extraordinaria destreza con las manos.
Recurrir a la violencia
Los atracadores del clan se movían siempre en pareja. Un hombre y una mujer. Patrullaban en coche por las ciudades en busca de una víctima. Al localizarla, la mujer se baja del coche y la aborda. Es entonces cuando empieza el juego del amor.
Se acerca, "qué guapo eres, me encantas", le dice. "Vente conmigo, vámonos a un hotel". A veces hay un ofrecimiento sexual. A veces hay sonrisas y abrazos. Y es en medio del despiste de las caricias cuando le desvalijan por completo.
"En ocasiones, incluso recurrían a la estrategia de preguntar por el hospital más cercano o le decían a su víctima cosas como: '¡Es que te pareces muchísimo a mi padre!'", dice la inspectora Serrano.
Cuando la estrategia no les salía bien, y la cosa se torcía, no les quedaba más remedio que recurrir a la violencia. En una de las denuncias, una persona llegó a perder una falange durante el forcejeo. Otra perdió la visión en un ojo por un golpe. Pero otros afectados podían marcharse del lugar y no darse cuenta de que les habían robado hasta algunas horas después.
Solo en la provincia de Málaga, al clan rumano de Tandarei se le imputan hasta cien robos diferentes a lo largo de 2019. Fue tras varias gestiones cuando los investigadores se percataron de que se trataba de una organización itinerante. Se hospedaban en casas rurales, cometían una serie de robos y volvían a moverse. Cada día se desplazaban en un radio de 100 kilómetros hacia zonas del litoral. Así, una y otra vez a lo largo de los últimos años.
La investigación de los agentes de la Policía Nacional comenzó en noviembre de 2018. Esas indagaciones llevaron a los agentes a viajar a La Haya para reunirse con miembros de la Policía rumana y posteriormente a este país de Europa del Este.
"Trabajamos conjuntamente. Los resultados allí fueron increíbles. Gente que no había trabajado nunca, sin actividad laboral, sin patrimonio en España, pero con un nivel adquisitivo y de vida muy elevados. Y entonces aparecen las mansiones, los terrenos, los coches de alta gama...". Era allí donde blanqueaban todo el botín para transformarlo en una sólida fortuna.
Todo estaba a nombre de terceros, que ejercían como testaferros. Pronto los agentes lograron descubrir la función de cada uno de los miembros en la organización. Y así, gracias a la cooperación entre distintas policías, se supo que la banda criminal actuaba por toda Europa, constatando su presencia en países como Rumanía, Italia, Alemania, Bélgica, Reino Unido, e incluso y Francia.