El 6 de febrero, a las 4 de la tarde, la tierra en Zaldibar comenzó a temblar. Medio millón de metros cúbicos de residuos acabó sepultando a dos personas. En este pequeño pueblo de Vizcaya, hay dos personas que no han sido encontradas todavía. A Joaquín Beltrán y Alberto Sololuze el vertedero se los tragó hace 45 días cuando trabajan en el lugar, y no han aparecido desde entonces.
Seis semanas después del alud, dos hombres siguen enterrados bajo los residuos del lugar. Las autoridades vascas les dicen a las familias que están poniendo todos los medios para encontrarles, como dicen que han venido haciendo desde el primer día. Pero el avance del coronavirus por toda España provoca el nerviosismo en las familias de ambos desaparecidos.
Según aseguran a EL ESPAÑOL fuentes cercanas a la familia, el principal problema de estos últimos días es la descoordinación en los turnos de búsqueda que se están realizando en el lugar. Cada día terminan a una hora diferente. No está habiendo una continuidad a la hora de desarrollarlo.
Normalmente, los efectivos que registran los residuos para dar con los cuerpos se organizan en dos turnos que comienzan bien pronto por la mañana y que se prolongan hasta más allá del final de la tarde. En los últimos días los turnos están empezando a variar, y quienes indagan en la zona se están marchando algunos días antes de lo que corresponde.
Sepultados por la pandemia
El huracán mediático está siendo monopolizado por la grave situación que vive todo el país, pero la familia de los dos desaparecidos implora a las autoridades que no se olviden de ellos, incluso en estos momentos dolorosos y complejos.
La búsqueda se suspendió a los primeros días, después de que se localizasen 16.000 toneladas de amianto, un material altamente tóxico y nocivo. Todo quedó paralizado debido tan solo a esa ínfima parte de las tres millones de toneladas de residuos acumuladas en este lugar.
Los días posteriores todo se vio lastrado por la dificultad que planteaba un terreno inestable. Eso dificultó desde el comienzo de la búsqueda la labor de la maquinaria. Después vinieron los fuegos. El depósito se incendió, y ahora la crisis y la pandemia provocada por el Covid-19 ha terminado de ocultarlo todo.
No hay avances
No hay avances, cuentan desde el entorno de las familias de los hombres. El lugar en el que se intuye que pueden hallarse los cuerpos resulta también peligrosa. El área B-1 está cubierta por una enorme montaña de basura que los operarios están tratando de deshacer.
Dicen que llevan días removiéndola, pero apenas hay avances y ahora los seres queridos de Joaquín y Alberto, confinados en sus casas, viven con desesperación cómo las posibilidades se diluyen entre la inacción y la avalancha de trágicos acontecimientos relacionados con la pandemia mundial en las últimas jornadas.
El día en que quedaron sepultados, dos gigantescas franjas de terreno comenzaron a moverse. La primera de las dos se deslizó ladera abajo, y cortó la autopista que une Bilbao y San Sebastián. La otra parte de los residuos que se desprendieron de la montaña fue a parar a un barrio cercano, Eitzaga, arrasando todo a su paso.
Los vecinos de las localidades afectadas convocaron una manifestación, hastiadas de la gestión de la crisis por parte del gobierno vasco. Los pueblos detuvieron su actividad y pidieron que alguien asumiera responsabilidades.
45 días de la tragedia
El lehendakari, Íñigo Urkullu se lava las manos, y señala con el dedo a la empresa que gestiona los residuos en el lugar. Pero el gobierno vasco conocía la peligrosidad del terreno, las condiciones de este depósito de residuos a cielo abierto y de las irregularidades del mismo. A Verter Recycling, la firma que gestiona el vertedero, ya le fue impuesta una sanción grave hace unos años por almacenar un residuo peligroso para el que no estaba autorizada.
El año pasado se detectaron allí numerosos incumplimientos, uno de ellos de gravedad moderada. A principios de este mismo año presentó un documento en el que certificaba que el vertedero era estable. Un mes después, un corrimiento de tierras se ha llevado por delante la vida de dos trabajadores.
El Gobierno autonómico, gobiernan en coalición el PNV y el PSE, lo sabía desde el 10 de junio de 2019. Que era muy peligroso y no cumplía con los estándares ambientales mínimos. Lo demuestra el informe que el propio Departamento de Medio Ambiente, Planificación Territorial y Vivienda de la Administración vasca elaboró el 27 de agosto de 2019. El resultado del informe no se comunicó a la empresa gestora del vertedero, Verter Recycling, hasta el 16 de septiembre de 2019.
Pasaron casi 100 días entre la visita a las instalaciones por parte de los inspectores del Gobierno vasco hasta la comunicación de las irregularidades a la empresa gestora. Mientras tanto, los trabajadores ya alertaban del peligro del vertedero contrastan con la alarma que generaba entre los trabajadores la inestabilidad del terreno.
La presencia en él de materiales tóxicos fue ya advertida meses atrás. Ahora son esos mismos materiales, medio millón de metros cúbicos, los que ocultan, 45 días después, los cuerpos de dos hombres que fueron sepultados en una tarde de principios de febrero. Sus familias se están cansando de esperar.