Este es el soliloquio de uno de los grandes proveedores de hospitales de España, que compra material en el extranjero desde hace 20 años. Los mercados principales de los que se abastece son, por este orden, China y Alemania. La conversación se celebra en tres momentos, entre el viernes por la noche y el sábado al acabar el día, justo cuando Pedro Sánchez justifica como puede su gestión de la crisis del coronavirus e intenta preparar a los españoles para una semana próxima con miles de muertos y muchos más contagiados aún.
Sólo pone una condición: que protejamos su nombre. Las conversaciones están grabadas. Pide algo más: que omitamos el número de muertos que prevé y se le escapa en su ofuscación contra el Gobierno por su inoperancia. “Más vale que me equivoque, porque en mi caso no costará vidas humanas”, concluye.
"Es para matarlos. Hoy, sábado 21 de marzo, siete días después de anunciar el estado de alarma, con 25.000 contagiados conocidos y decenas de miles más en sus casas sin poder hacerse la prueba, y con cerca de 1.350 muertos, muchos de los cuales han fallecido al tener que elegir médicos de las UCI a quién condenar y a quién salvar por falta de respiradores; pues hoy cuando los hospitales de Madrid empiezan a estar fuera de control, anuncian en rueda de prensa que "van a repartir 500.000 mascarillas entre profesionales y 800.000 entre pacientes, y que han comprado 700 respiradores y 640.000 test PCR”.
“Vayamos por partes. Primero, llegan tarde. Pedro Sánchez y sus ministros en vez de dar tantas ruedas de prensa deberían haber salido a comprar hace semanas, porque todo esto se veía venir. Y, desde luego, antes de la declaración del estado de alarma. Si declaras el estado de alarma es porque sabes que la situación está a punto de irse de control y, por tanto, ese material imprescindible en los hospitales ya debería haber estado en camino”.
“Sin contar con que: 1) 800.000 mascarillas en un país como España, con los hospitales saturados se consumen en menos de un día. Como mínimo, España debería tener disponibles 50 millones de mascarillas. Según mi información, el Gobierno cerrará un contrato este lunes de 10 millones de mascarillas. ¿Cuánto tardarán en llegar? Desde luego no estarán aquí al día siguiente al venir de China. Si se hubieran comprado a su debido tiempo, con el precio que Pedro Sánchez se gastará, ahora podrían haberse adquirido los 50 millones de mascarillas necesarias. Voy a darle un dato: antes de la crisis del coronavirus, las quirúrgicas nos salían a 0,2 céntimos la unidad; han llegado a pagarse a 1,90 y no creo que ahora bajen de 0,40 céntimos la mascarilla”.
“Pero el dinero, en esta situación en la que miles de sanitarios se han contaminado ya –algunos quedarán afectados de por vida- y esta noche morirán… ¿cuántas personas?, 300, 500…, el dinero es lo de menos. Lo demás es el desastre de la gestión de la crisis que está llevando a cabo el Gobierno. Y para qué hablar de los respiradores. Porque cuando se dice que no hay camas en las UCI es una verdad a medias. El espacio es lo de menos, lo fundamental es que haya respiradores”.
“¿Usted sabe cuánto cuesta un respirador en el mercado chino? Entre 10.000 y 15.000 euros. Quizás ahora valgan 20.000. ¿Cuántas vidas se habrían salvado de haber actuado con la previsión necesaria? Hubiera bastado con observar lo sucedido en China y, sobre todo, en Italia. Este país, que va una semana por delante de España en tragedia, aunque nuestra curva indica que les superaremos en contagiados y muertos; pues Italia ha recibido ya 3.000 respiradores de China. ¿Cuándo llegarán a España esos 700 anunciados por Sánchez, que serán insuficientes? ¿Dentro de dos semanas? ¿Qué pasará mientras tantos? ¿Cuántas muertes podrían haberse evitado de haber actuado con diligencia y coordinación?”.
“No sé si los respiradores serán chinos, como los de los italianos, porque el problema es que los fabricados en países occidentales están siendo restringidos para cubrir las necesidades nacionales”.
“Hablaba antes de coordinación y diligencia. ¿Coordinación? ¿Acaso creía Sánchez que con nombrar como máxima autoridad al ministro de Sanidad y centralizar el poder, todo iba a funcionar al unísono como el ejército prusiano? Son o ilusos o tontos o mentirosos. Y siento expresarme así. Pero vamos a ver: si el Ministerio de Sanidad no existe en realidad, es pura retórica. Un espejismo. ¿Por qué crees que Pablo Iglesias no lo quiso? Las competencias en Sanidad están transferidas desde hace años. Pues Moncloa no ha actuado adecuadamente: en vez de llamar a los consejeros de las autonomías y preguntarles, qué hacemos para adelantarnos a la voracidad del coronavirus, cómo podemos ayudarnos, han empleado días para pedir, recibir y procesar información procedente de la sanidad en las autonomías, datos básicos que no tiene el Ministerio. Hasta el punto de que, como en Madrid, se han bloqueado actuaciones o, como en Andalucía, se han incautado mascarillas. Fíjese lo que le digo: tengo dudas de si en el Ministerio de Sanidad saben el número de respiradores que hay en total en los hospitales de España. Y no es una pregunta retórica”.
“Conozco bien cómo funcionan los hospitales, sus dotaciones, qué tienen y no tienen, que los sanitarios se están dejando la vida, tanto en los hospitales públicos como en los privados, pero el coronavirus tiene pinta de convertirse en un tsunami sanitario. Como le decía antes, superaremos a Italia en lo malo. Tendremos más muertos que ellos, no me atrevo ni a verbalizar cuántos pienso que serán o seremos los caídos del coronavirus. [En un momento, lo dice]. Pero lo más terrorífico es el tiempo que hemos perdido, la temeridad con la que se ha actuado, el cálculo informativo oficial con el que se ha jugado, el marketing estéril, ese tranquilos que esto va a pasar de largo. Y mientras hablando de si se van a celebrar las elecciones en el País Vasco y Galicia, o de si la ley Montero sobre la libertad sexual creaba un cisma en el Gobierno de coalición. ¡Qué chorradas y con el coronavirus encima! Qué pérdida de tiempo”.
“Porque el clímax de la ley Montero se produjo el 6 o 7 de marzo. No recuerdo bien. En el umbral de la famosa manifestación del 8-M. Pongamos que fue el 7 de marzo. Pues ese día, varios barrios enteros de Haro, en La Rioja, estaban en cuarentena. Pero en Moncloa y en el Congreso de los Diputados se hablaba de la ley de libertad sexual. Ese era el gran problema, no el coronavirus. ¡Qué disparate!”.
“¿Usted se ha fijado en el calendario gubernamental del coronavirus, en estos 50 días desde que el Ministerio de Sanidad confirmó, un 31 de enero, que un alemán, de vacaciones en La Gomera, había dado positivo? Eche una vistazo a los periódicos y verá afirmaciones y decisiones del Gobierno que sonrojarían a cualquiera. Sacarían de sus casillas al mismo Diógenes. Ese día, aquel lejano 31 de enero, llegaban a Madrid los 21 españoles repatriados de Wuhan, porque corrían peligro sus vidas. Ese día, un Gobierno previsor debería haber comenzado a tomar medidas en serio. Pero, no: como sólo había un contagiado y era un turista alemán… Tenga grabada una frase que pronunció el ministro Illa el 8 de febrero, cuando algunas empresas europeas comenzaron a restringir viajes a China y la surcoreana LG anunció que se borraba del Mobile en Barcelona porque le parecía inadecuado seguir viajando, exponer a sus empleados y juntar a miles de personas en la Ciudad Condal”.
“Pues el ministro de Sanidad, dijo: España es una zona de bajo riesgo. Con la anuencia de Fernando Simón, cuyo mensajes para no crear alarma, nada de mascarillas, basta con lavarse la manos, los jóvenes casi están fuera de peligro, contribuyeron a crear un clima de confianza que, en parte, nos ha llevado donde estamos. Lo dijo un 12 de febrero, el mismo día que se suspendió oficialmente el Mobile. Zona de bajo riesgo…”.
“Pero no quiero extenderme en esto. Yo sólo soy un técnico en compras de material médico. Mire el periódico donde escribe, por fechas. El 24 de febrero, el director de la OMS lo advirtió: el coronavirus es una amenaza real para el planeta. Dos días después, el Gobierno seguía asegurando que el riesgo sería bajo en la mayoría del país”.
“Y así hasta que llegamos al 8-M, a la famosa manifestación en defensa de las mujeres, por la igualdad, a la que yo me apunto. En sentido figurado. No fui, ni que hubiera estado loco. Qué despropósito el de aquel día. Qué más daba que la Agencia de Salud Pública Europea desaconsejaba su celebración. ¿Quién iba a atreverse a prohibir la celebración o, al menos, a desaconsejar desde el Gobierno su asistencia? Si iba la vicepresidenta Calvo y otras ministras, como Irene Montero, o la señora de Pedro Sánchez. Eso sí, algunas llevaban guantes, morados, por supuesto, como la ministra Celaá y la ex de Trabajo, Magdalena Valerio. Ni el propio Simón dijo una palabra más alta que la otra. ¿Cuántas personas hubo en Madrid? ¿120.000 personas, como dicen las cifras oficiales? Seguramente la mitad. Todo un despropósito similar como permitir partidos de fútbol, como el que hubo la tarde anterior, el 7 de marzo, en el Wanda, con más de 60.000 espectadores, apretujados, para ver el partido Atlético de Madrid-Sevilla. Y en Vista Alegre, los 10.000 de Vox, y en el Wizink, ese viernes, un concierto de Isabel Pantoja con miles de personas…".
“Las locuras se pagan y las incompetencias, también. 14 días después, los hospitales de Madrid están desbordados de enfermos; las funerarias, de muertos, y el Gobierno pidiendo material tarde y mal”.
“En fin, a usted le consta que yo no quería hablar de todo esto, como le dije en nuestra primera conversación el viernes; yo sólo sé algo de comprar material para que los hospitales funcionen bien y la gente sane y no se muera, y desde luego, nunca sola. Sólo una cosa más: lo peor está por venir, como ha dicho esta noche Sánchez. La ola. La semana que viene será peor en Cataluña. Nadie del Gobierno se lo reconocerá, pero esto durará dos o tres meses más. Y para qué hablar de las residencias. 200.000 ancianos. Como una tea para el coronavirus, sin estar preparadas las residencias”.
“Hay que salir adelante y tener muy presentes lo vulnerables que somos, sobre todo si se actúa como estamos viendo. Seguir adelante, pero no olvidar. Y no me refiero a mi negocio de proveer de instrumentos y medios a los hospitales para cuando hagan falta. No, después”.
(En el texto de este reportaje se corrigió un error horas después de publicarse. Siemens ya no fabrica respiradores.)