En la estructura ascendente de mando dentro de la Policía Nacional, el Director Adjunto Operativo (DAO) es el último eslabón de la cadena. También se trata del engranaje más importante. Es el último de los policías, pero también es el primero de los políticos. Se trata de un cargo intermedio, fundamental, una llave que convierte a quien lo ejerce en el jefe de facto de todos los agentes del cuerpo, pero también en el enlace con el Ministerio del Interior. Esa es la misión que se le encomendó hace ahora un año y medio a José Ángel González.
Quien ocupa ahora ese puesto es uno de los hombres más queridos en el seno de la institución. Y quien tiene que afrontar junto con el resto de jefes operativos uno de los mayores retos que la democracia española ha tenido en muchas décadas: la gestión de la crisis del coronavirus.
González desembarcó en la cúspide de mando respaldado por un enorme prestigio en el que coinciden numerosas fuentes policiales consultadas por EL ESPAÑOL. Sin embargo, en las últimas semanas ese salvoconducto que le proporciona su brillante trayectoria se está poniendo a prueba ante la gestión del avance imparable de la pandemia en territorio nacional.
El Covid-19 está afectando al DAO de dos maneras diferentes, tanto en el ámbito personal (ha dado positivo en el virus) como en el laboral. Miles de agentes llevan semanas mirando hacia arriba en la cadena de mando, demandando mayor protección para desarrollar su trabajo en primera línea de contacto con los ciudadanos.
En los últimos días, tanto sus palabras como las del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, vienen generando una enorme controversia e indignación entre los miembros de base de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Muchos de ellos se sienten desprotegidos. Los recursos les están llegando a cuentagotas.
Pese a todo, esta semana José Ángel González y el ministro aseguraron que los agentes "han tenido todos los medios de protección individuales necesarios y precisos para el ejercicio de sus funciones". Esas fueron las palabras de Marlaska. "Ningún policía que tuviera que actuar con medios de protección lo ha hecho sin ellos", dijo el DAO.
"En este aspecto, le ha tocado bailar con la más fea", explica un mando policial a EL ESPAÑOL. Al fin y alcabo, es la cara visible contra el coronavirus. "No es cierto que los policías tengan el material de protección necesario para su protección y, si bien es cierto que en las últimas fechas ha ido llegando parte de este material, todavía es escaso, además de que la inmensa mayoría de las mascarillas son las denominadas quirúrgicas y no son adecuadas en absoluto. Las mascarillas BPP2 y BPP3, brillan por su ausencia. El actual DAO conoce la calle como nadie, sin embargo está ejerciendo de político sin serlo".
Quienes le conocen tras décadas años de andanzas policiales por toda España saben que González es un tipo querido y respetado en el seno del cuerpo. "Es un gran profesional, un hombre de trato afable", explica a EL ESPAÑOL otro agente que le conoce desde hace más de 20 años. "Un jefe exigente, pero siempre ha sido el primero en ponerse al frente de los compañeros, cuando había que tomar decisiones y había que actuar. Siempre se ponía el primero de todos. Un tipo que no se echa nunca para atrás".
A González, militar de formación, le depositaron al frente de la Policía Nacional para restablecer el orden, la seriedad y la imagen de la institución. Un reto tras los años convulsos del gobierno del PP, en los que los escándalos sembrados por cúpula policial de aquel entonces afloraban por doquier. El cometido estaba fijado desde el principio, recuperar la relevancia y la utilidad de ese escalón de mando entre el ministerio y los cuerpos policiales.
Militar de formación
Aguilar del Río Alhama es el pueblo riojano en el que González nació hace 61 años. Se trata de una pequeña localidad que no llega a los 500 habitantes ubicada en las faldas de la sierra del Pélago, en la Comarca de Cervera.
La formación de este Director Adjunto Operativo es eminentemente militar. En 1984 se licenció como teniente de Policía Nacional en la Academia General Militar de Zaragoza. Tenía 25 años. Su primer destino fueron las Compañías de Reserva General, donde permaneció durante 16 años. En 1991 se les cambió el nombre, y ya desde entonces hasta hoy se conoce ese ala del cuerpo como la Unidad de Intervención Policial (UIP). En lenguaje llano, los agentes antidisturbios.
En 2002 ascendió a comisario, y lo trasladaron a Alicante, donde se encargó de la Brigada de Extranjería y Fronteras. En su siguiente destino, Valladolid, le otorgaron el cargo de Jefe de Seguridad Ciudadana. En 2005 lo nombraron Comisario Provincial. Nueve años después, llegó un nuevo traslado en su vida, y González hizo las maletas a Melilla, donde fue nombrado Jefe Superior. Desde ese destino ascendió a comisario principal.
En 2017, un año antes de ser seleccionado para el puesto más alto de la pirámide de mando, fue designado Jefe Superior de Aragón, regresando así a sus orígenes vocacionales en la Policía Nacional. La ciudad donde había estudiado, donde se había graduado, le recibía de nuevo. Al año siguiente ya estaba en Madrid, dispuesto a superar un nuevo cometido. Allá por donde dejó mayormente amigos y buenas opiniones.
Lavado de cara
La llegada de González al puesto de DAO de la Policía Nacional fue una iniciativa impulsada por el ministro del Interior tras el desembarco del gobierno de Pedro Sánchez en el verano de 2018 a la Moncloa. Marlaska recuperó una figura desprestigiada en los años de Jorge Fernández Díaz tras los escándalos de la llamada policía patriótica.
Esa figura de nexo, ese cargo esencial de unión entre el ministerio y el cuerpo policial había sido suprimida por Juan Ignacio Zoido y el gobierno del PP. Zoido cortó por lo sano después de las revelaciones en distintos periódicos en torno a las operaciones en las que aquella brigada, comandada por el anterior Director Adjunto Operativo, Eugenio Pino, había estado presuntamente implicada.
González aterrizó en un erial. En 2018, la reputación de las altas esferas policiales estaba por los suelos. "Evidentemente la situación ha cambiado respecto a Pino, pero es que era difícil hacerlo peor", señala un tercer mando policial a EL ESPAÑOL. Por el camino, un rosario de escándalos que primero desfilaron por los periódicos y que hoy desfilan por los juzgados: la 'Operación Cataluña', 'la Operación Kitchen', el aciago informe PISA (el espionaje a la cúpula de Podemos) o los escándalos del comisario José Manuel Villarejo.
Son solo algunos de los episodios que enfangaron los quehaceres de las altas instancias del cuerpo. Lo hicieron de tal forma que esos bajos fondos, instalados en la cúspide, comenzaron a conocerse desde entonces como 'Las Cloacas del Estado'.
Con el nuevo DAO se buscó recuperar la importancia crucial de ese puesto en la Policía Nacional. Y muchos vieron en González una figura limpia, aislada de los tejemanejes de Pino, aislada de sus amistades para con ciertos dirigentes sindicales. Aislada de los escándalos. Con él, hombre "parco en palabras y recto en principios"- así le define una de las diversas fuentes de este reportaje-, se acababa el intercambio de favores.
Dicen dentro del cuerpo que González tiene por delante en la gestión del coronavirus un reto mayúsculo. Y que pese a los deslices de esta última semana sigue manteniendo el respeto de muchos. "Un historial impoluto, que ha venido de menos a más y que es muy respetado dentro de la Policía. Esa figura del Director Adjunto Operativo es la que necesitamos, necesitamos un líder policial. Y de momento, pese a todo, este DAO es de los nuestros".