“Por simple evolución biológica el ser humano tiene que sufrir en las próximas décadas una pandemia que diezme la población. Ha ocurrido en todas las especies desde hace cientos de millones de años y el ser humano no va a ser distinto. Eso va a suceder”.
El doctor Pedro Cavadas, el llamado ‘médico milagro’ por sus operaciones microquirúrgicas que son poco menos que hazañas -trasplantes que han salvado piernas, manos, pies, dedos, caras y hasta mandíbulas y lenguas-, no tenía dudas cuando, en una de sus escasas apariciones televisivas, se le preguntó por el coronavirus.
Quiso alertar a todo aquel que le escuchara. “Es un virus que se contagia fácilmente, que es muy invasivo. Cuando en China, que no es el país más transparente del mundo, aparentan transparencia desde el minuto 1 me da que pensar. Me preocupa”, adujo el reputado cirujano.
Era 30 de enero. Faltaban 45 días para que el Gobierno de España, presidido por Pedro Sánchez y tras el consejo de su equipo de especialistas, liderado por el epidemiólogo Fernando Simón, decretara el estado de alarma.
El médico milagro al que acusaron de alarmista
Ahora, tras el anuncio de la cuarta prórroga que Sánchez piensa solicitar al Congreso de los Diputados, las palabras de Cavadas, que quiso dejar claro en el momento que la epidemiología no era su especialidad, resuenan con fuerza. Quizás porque, después de emitir su mensaje, diversos y reputados científicos le tildaron de alarmista. De propagador de bulos. De desconfiado.
Su discurso contrastaba, y mucho, con el oficial: el propio Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, con la misma tranquilidad de la que hace gala en cada intervención pública, comentaba apenas unas horas después, a principios de febrero, que parece “que la epidemia tiene posibilidades de comenzar a remitir pronto”.
En aquel momento, el coronavirus sólo estaba presente en China. Ahora, casi por todas partes.
Cavadas y Simón, Simón y Cavadas, son la cara y la cruz de una misma moneda: el proceder científico ante la crisis del covid-19. Ambos son especialistas de indudable prestigio, cada uno en su área. De la misma quinta. Y profesionales habituados a dar qué hablar con su trabajo.
La fama de Pedro Cavadas (Valencia, 1965) por sus intervenciones de otro mundo han hecho que su nombre sea conocido en casi todos los ambientes. Hace ahora 10 años, en agosto de 2009, el doctor Cavadas se convirtió en el primer cirujano en hacer un trasplante de cara en España -el octavo en todo el mundo-, incluyendo también un trasplante de lengua y de mandíbula.
Cinco años antes, logró uno de esas hazañas más comentadas de su trayectoria. Para salvar el brazo amputado de un paciente de 25 años que perdió en un accidente de tráfico, Cavadas mantuvo el brazo amputado durante nueve días unido a una de las piernas del paciente -a través de las venas y las arterias- hasta que el brazo fue después reimplantado en el muñón.
Otro de esos logros fue hace poco más de un año, en el que “salvó la vida” de un joven que con 9 años se quedó tetrapléjico y “partido en dos”, como dijo el propio doctor. Para “salvarlo”, unió la columna vertebral a la pelvis, usando hueso del peroné. Unos meses antes de esta intervención, reimplantó la mano de un marino que había perdido en un accidente. Estos son sólo algunos de los ejemplos del porqué del apodo de doctor milagro.
Los "casos aislados" de Simón
Fernando Simón (Zaragoza, 1963), por su parte, era el supermédico que se ganaba la confianza de todos. En su haber contaba, además de haber liderado la exitosa respuesta de España ante virus como el ébola, la gripe A, la listeriosis o el zika, con haber sobrevivido a cualquier cambio de Gobierno, fuera cual fuera el partido en Moncloa. Porque él era, y es, un alto cargo público.
Fue conocido por el gran público cuando en octubre de 2014, la auxiliar de enfermería Teresa Romero se contagió del ébola en el Hospital Carlos III de Madrid. Probablemente, este caso haya sido la crisis sanitaria que más horas de televisión, radio y páginas de periódicos haya ocupado. Hasta la llegada del coronavirus SARS-CoV2, claro.
Con Mariano Rajoy entonces en el Gobierno, los organismos oficiales encargados de esta crisis decidieron por unanimidad que Simón fuese el portavoz, el encargado de controlar y gestionar esa difícil situación. Se eligió a un médico con bagaje, conocimientos y experiencia en crisis y emergencias, y no a un político.
Simón tuvo que batallar con el desasosiego y la incertidumbre que se vivía entonces en España. Ese mes de octubre, el miedo al ébola estaba vivo y coleando entre las calles y Simón -como portavoz- intentaba transmitir en cada rueda de prensa, la paz y la calma que se necesitaban en estos momentos. La sociedad se sentía confiada, no solo por lo que decía sino por su forma de decirlo. Y lo conseguía desmintiendo bulos y falsas alarmas, con información científica y contrastada bajo el brazo. Sin equívocos ni errores. Dando la cara, y sabiendo siempre en todo momento de lo que hablaba.
Hasta ahora. Sus palabras y su gestión ha quedado algo tocada con el covid-19, una enfermedad que ha sobrepasado todas las previsiones del Ministerio de Sanidad y que incluso él mismo ha llegado a contraer. En el recuerdo de cualquier español resuena aún una de sus frases más repetidas: “España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado de coronavirus”.
“No parece un truco para vender mascarillas”, dijo Cavadas en enero, cuando Wuhan era el único foco de contagio del mundo. Sobre la gestión de China, indicó que sus gobernantes “reconocen un número de muertos y contagiados por el que no hay que ser muy listo para pensar que es diez o cien veces más. Cuando se construye un megahospital en tres semanas es que no va en broma”.
Tres meses más tarde, la broma, si es que en algún momento lo fue, se hace demasiado pesada. De momento y al cierre de este reportaje, España lleva cerca de 200.000 infectados y más de 20.000 ciudadanos fallecidos -sin tener en cuenta las polémicas del registro de estadísticas-. El segundo país del mundo más afectado por la incidencia del covid-19. Con augurio del doctor Pedro Cavadas incluido, aunque no fuera escuchado.