Yo, en una terapia por ‘duelo patológico’: resolver online no haber despedido por Covid a tu ser querido
Personas con diagnóstico psiquiátrico, que llevan celebrando reuniones de ayuda mutua más de 10 años, lanzan una iniciativa para superar el duelo.
19 abril, 2020 02:39Noticias relacionadas
Hay pérdidas humanas que nunca se superan. Fallecimientos que nos hunden para siempre. Pasan los días, las personas y las terapias. Pasan los fármacos, los meses y los años, pero ese dolor sigue ahí, punzante e impeditivo. No sólo no se va: vuelve cada día, cada instante, para recordar que te va a acompañar hasta el final. Eso tiene un nombre: duelo patológico.
La España de la pandemia es un escenario ideal para que se instaure este tipo de mal. El Covid-19 se ha llevado por delante a decenas de miles de personas. No hay entierros al uso. Los cuerpos se acumulan en improvisadas morgues y salen en furgonetas anónimas; sin honores, nada de coronas de flores ni de coches fúnebres. Los fallecidos son incinerados a toda prisa en unos crematorios colapsados, y en lugar de las cenizas dan un código para ir a recogerlas en otro momento.
El coronavirus juega en contra de las normas de duelo más esenciales. Para superar un proceso así hay que despedir al fallecido de un forma digna, con sus seres queridos cerca. Pero la presencia de los familiares a este tipo de ceremonias, en época de confinamiento, está limitada a tres personas. Una tesitura que no favorece a la superación de un duelo y que puede convertirlo en patológico.
Grupos de Ayuda Mutua
Le pasó a Álex, barcelonés de 50 años que perdió a su hija de 7. A la niña le diagnosticaron un tumor cerebral inoperable. Cuando Álex le preguntó al doctor del Hospital de San Juan de Dios qué posibilidades tenía la pequeña de sobrevivir, el médico fue tajante: “Cero por ciento”. A partir de ahí la vio apagarse. “Perdió todas sus facultades físicas. Lo único que no perdió fue la sonrisa, hasta el último momento. Yo siento que le fallé porque le prometí que siempre estaría con ella. No he superado su muerte. Pero qué bien me hubiera venido contar con un grupo de ayuda como este en su momento”, le explica durante una “sesión de duelo” a EL ESPAÑOL.
Se refiere Álex a los GAM. Es el nombre de los llamados Grupos de Ayuda Mutua. Unos espacios de apoyo entre personas que se reúnen para compartir un mismo problema o dificultad, con la idea de mejorar su situación. Son personas con diagnóstico psiquiátrico que se juntan para hablar de sus problemas comunes. Un espacio que viene funcionando desde hace más de 10 años. Empezaron organizando pequeñas reuniones en una cafetería de Barcelona y ahora ya cuenta con más de una veintena de grupos por toda Cataluña, vertebrados por la entidad de salud mental Activament. En el resto de España también hay varios grupos similares que no dependen de ellos, pero que trabajan con el mismo modelo.
Ahora, dado que hay decenas de miles de familias en España que han perdido a sus familiares por el coronavirus, han decidido poner en marcha los GAM de duelo. Un nuevo concepto de grupo de ayuda concebido para la gente que no haya tenido la posibilidad de despedir a sus seres queridos desaparecidos. Que tengan la necesidad de exponer, de escuchar, de soltar lo que hay pendiente. De hablar. Porque el duelo tiene que superarse, o se queda para siempre. Y ahora, más que nunca, hay españoles con la necesidad de hablar de ese familiar que está entre los casi 20.000 fallecidos y ha muerto sin respirador o sin cama donde yacer en sus últimos momentos.
Son tus muertos
Son reuniones totalmente transversales. Ahí no hay un líder que marca el ritmo ni psicólogos que vayan guiando. Si hay algún psicólogo, aquí se guarda su perfil y llega en calidad de persona que necesita compartir una experiencia. A menudo traumática. Es el caso de la nueva vertiente de los GAM de duelo, que cuentan con personas que precisamente tienen experiencia en eso, en el proceso de despedir a un ser querido. Y no son expertos en duelo porque lo hayan estudiado en la universidad, sino porque lo han experimentado en sus propias carnes. Que ya tiene que ser duro ser experto en haberlo pasado mal.
Me apunto al primer GAM de duelo. El primer objetivo es contarlo, escribir una historia. El segundo es que me ayude. Yo me hallo inmerso en pleno proceso de duelo de mi abuela y, como esas decenas de miles de españoles, no he tenido la posibilidad de brindarle un funeral digno o de despedirla junto a mis familiares.
Por videollamada
Esta primera sesión se hace por videollamada, dado el confinamiento. Un GAM al uso, el que se organiza para ayudar a personas con diagnóstico psiquiátrico, se suele celebrar de forma presencial. Aunque empezó en una cafetería, siguió en un edificio de entidades y luego en centros cívicos. Hay once por semana y participan entre 70 y 75 personas. Pero ahora las circunstancias obligan y esta sesión inaugural del GAM de duelo se lleva a cabo por videoconferencia. Los participantes son incluidos en un grupo de WhatsApp para comentar impresiones y obtener el enlace de acceso a la videollamada.
Participamos cuatro personas. Había una quinta, que también ha perdido a un familiar directo en los últimos días, pero se excusa en el último momento en el chat, porque se encuentra en el hospital y hasta la semana que viene no estará disponible, “aunque me encantaría, tengo ganas de empezar”, confiesa. Así, me quedo como el único participante con un duelo reciente.
Los otros son Álex, el barcelonés con cuyo testimonio abrimos esta historia. También Miguel Ángel, otro joven de L'Hospitalet con diagnóstico psiquiátrico que perdió a su hermano en trágicas circunstancias. "Salió una mañana y no lo volví a ver con vida". Era la persona con la que estaba más unida y cuya muerte le llevó a plantearse participar en este tipo de iniciativas, “porque a mí me ha ayudado mucho y también sé que ha ayudado a otras personas en esta situación”.
- Sobre todo, no pienses que la persona que tú has perdido vale menos que los demás fallecidos. Aunque fuese muy mayor, aunque tuviese dolencias previas. Era tu abuela y eso es lo que te duele a ti.
Me lo dice la tercera persona del grupo. Rosa, la pionera, la más veterana del grupo. Ella también tuvo que soportar un fallecimiento traumático: “Una tarde nos fuimos toda la familia a una fiesta que celebraban en el colegio de las niñas. Allí, mi marido se desplomó, cayó fulminado delante de mí y de las niñas. Era un aneurisma y no pudieron hacer nada por él. Lo llevaron al hospital más cercano, pero ya llegó muerto. No podía salvarse” me cuenta al iniciarse la sesión, porque yo soy el único de los presentes que no conoce su historia.
Las reglas
También soy el único de los asistentes que no conoce las reglas del GAM. Porque hay una serie de reglas innegociables. La primera regla del Club de la Lucha era no hablar del Club de la Lucha. La primera regla de un GAM es “que no damos consejos. No somos nadie para dar consejos. Aquí se viene a hablar, a compartir, a escuchar, a llorar… Pero este no es un grupo en el que haya profesionales de la salud mental para aconsejar o decir. No van a encontrar eso. Aquí compartimos experiencias y escuchamos, tratando de ayudarnos los unos a los otros”; resume Rosa.
Otras reglas de estos GAM son que no se juzga. Que se respeta el testimonio de la otra persona siempre y no se le corta, que al final a lo que hemos venido es a sacar lo que tenemos dentro. “Tampoco se le dice que no llore, eso no tiene sentido. Es necesario. Siempre nos han dicho que los chicos no lloran, pero no es verdad. Los chicos lloramos y nos duele, como a todos. Y hay muertes que no se superan. Yo he perdido a otros familiares, me ha dolido y ha pasado. Lo de mi hija lo he llorado mucho, pero no lo he superado, aunque no me cabe duda de que un grupo así me hubiese ayudado mucho”, explica Álex a media voz, tras varios silencios profundos que impresionan.
¿Se puede superar una muerte sin llorar? Miguel Ángel es una de esas personas a las que les cuesta muchísimo soltar una lágrima. “Aun así, cuando murió mi hermano yo rompí a llorar la mañana que lo perdí y es la vez que más he llorado en mi vida. Como un niño. Desde entonces, una de las cosas que más me ayuda con el proceso de ese duelo es escribirle. Soy muy aficionado a la poesía y le escribo poemas a menudo. Es mi forma de evadirme y de estar cerca de él”, explica durante su intervención.
Duelo en tiempos de pandemia
Ahora mismo, las circunstancias propiciadas por la pandemia hacen que mucha gente se encuentre en una situación difícil de superar. Se han muerto sus familiares y no han podido estar con ellos en sus momentos finales ni darles una despedida. Para Álex "eso puede dejar un poso de rabia difícil de superar. Este Covid está haciendo mucho daño. Yo he perdido a mi tío por coronavirus. En realidad estaba muy mal desde antes y ahora ya descansa. Pero los familiares no han podido despedirse de él, que es fundamental. Hay que tener un espacio donde poder dejar las cenizas, donde sentarse a hablar con tus difuntos. Si no se tiene, se hace demasiado duro".
Cada persona tiene su propia vía de liberación. Para Rosa es fundamental “recordar los buenos momentos que pasaste con ese ser que has perdido y hablarlos. A mí me gusta hablar de mi marido, de las cosas que hacíamos, de como era. A mí me hace sentir bien”, explica. Se le nota la experiencia; es la que hace las veces de moderadora, animando a los otros asistentes a participar y dar sus testimonios.
A mí, entre una persona que ha perdido a su marido de forma fulminante, un chico que ha perdido a su hermano joven y a un padre que ha soportado la muerte de su hija de poco más de 7 años, casi me cuesta explicar que yo lo estoy pasando mal por una persona de 96 años, que a esas edades se los puede llevar cualquier mal viento. Reconforta observar la reacción de los otros participantes: "Ningún muerto vale más que otro, ningún muerto duele tanto como el tuyo".
Sesión semanal
Dice Rosa que una de las claves fundamentales es poder darle ese último adiós a esa persona: “Una de las cosas de las que estoy más agradecida al servicio médico del hospital en el que falleció mi marido es que me permitiesen despedirme. Me dejaron estar con su cuerpo una o dos horas, estar con su cadáver, tocarlo y despedirme de él, cosa que me valió para mucho. Me permitieron esa intimidad. Porque poder decirles adiós es algo esencial. Por eso pienso que es tan importante para muchas familias poder despedirse y por eso creo que el Covid-19 es tan duro; porque no permite las despedidas”.
Acaba la sesión tras casi dos horas de charla a cuatro, en la que hemos hablado de la muerte, de las experiencias personales, del Covid, de mi abuela y del proyecto en sí. Justo acaban de empezar y piensan hacerlo cada semana. Saben que no es sencillo ni rápido, pero también son conscientes de que estos grupos de ayuda empezaron en una cafetería y ahora están extendidos por toda España. Tiempo al tiempo.
Porque todo requiere tiempo. Forjar un grupo de ayuda, superar un trauma o despedir a un ser querido. De momento por videollamada. Cuando todo esto acabe, volverán a verse en centros cívicos a tocarse y a abrazarse, para intentar superar un duelo. Porque un duelo patológico puede llegar a ser el peor de los males y, con la pandemia, hay mucha gente en España que se dirige irremisiblemente a ello.