La manifestación fue esta vez una caravana itinerante. Un carrusel de 200 sartenes que subían y bajaban en círculos Núñez de Balboa cuyos dueños se esquivaban como podían los unos a los otros. Tenían que hacer muchas cosas a la vez: quejarse, vociferar contra el gobierno del país, aporrear alguna farola, grabar a los periodistas que se les acercaban, gritar contra "los comunistas", llamar "traidores" a los miembros de las fuerzas del orden, repartir material panfletario con el rostro de Pedro Sánchez caracterizado como el ojo distópico orwelliano, golpear el menaje doméstico, causar alboroto y no aglomerarse en ningún punto de la calle, a riesgo de ser identificados por las decenas de agentes de Policía Nacional.
Las fuerzas del orden tan solo vigilaban, sin querer o sin poder hacer gran cosa para detener lo que en el barrio se ha convertido en algo normal: que la gente se junte en la calle como si no pasara nada, como si no hubiera un virus flotando en el aire, como si una pandemia no lo hubiera devastado todo. En el barrio de Salamanca lo intentaron una vez más este jueves y lo consiguieron. Era tal la acumulación y el gentío que resultaba imposible guardar la distancia necesaria, recomendada para prevenir el contagio. Otro día más, tras cuatro jornadas de protesta multitudinaria en la calle, había quien acudía sin mascarilla.
Las protestas que vienen produciendo a lo largo de toda la semana en plena calle en el barrio de Salamanca están dividiendo a los vecinos de esta céntrica zona de Madrid. A lo largo de las últimas jornadas, los manifestantes acudían al lugar para criticar la gestión del gobierno de Pedro Sánchez durante la crisis del coronavirus. Ningún día han respetado las medidas básicas de distanciamiento social para evitar focos de infección, una situación en la que el coronavirus, dada su elevada capacidad de contagio, es especialmente peligroso.
El pasado miércoles unas 200 personas se dieron cita en el asfalto. El jueves la cifra era algo mayor, pero se esparcieron por las calles adyacentes. Iban pertrechados de toda clase de bártulos, lo que encontraron por casa, bajando así la cacerolada iniciada en los balcones a las aceras de la esquina de Núñez de Balboa con la calle Ayala.
El sainete se completa en el espacio virtual del movimiento. En ella justifican sus aglomeraciones argumentando que Sánchez no puso medidas a tiempo, precisamente, para evitar las aglomeraciones, el contacto físico, para guardar la distancia de seguridad. Un auténtico delirio.
Esta actitud ha hecho que otros vecinos del barrio critiquen las formas con las que se están haciendo las cosas. Juan lleva años viviendo en esa zona. Cuenta a EL ESPAÑOL que está realmente preocupado por las situaciones que se están dando en los últimos días. "Estoy en contra de estas manifestaciones por el peligro para la salud que suponen, y por el posible repunte que pueden provocar. Hará que todo el trabajo que hemos hecho quedándonos en casa se vaya al garete. Usan su derecho a manifestarse, como ya se hizo en el 8M. Pero no son conscientes del peligro que entraña para su salud y para la de todos".
El miércoles los dos centenares de personas que había en la calle solo se disgregaron cuando llegó la Policía Municipal. Sin embargo, la Policía Nacional tenía infiltrados agentes de paisano que llegaron a tomarle los datos a un total de 13 personas, tal y como informó José Manuel Franco, delegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid. Afirmó que la intervención policial fue "por la salud de todos" y que "la mayoría de los vecinos de esa zona lo entienden". "Están en una aglomeración en plena fase 0, no nos olvidemos".
"Insolidaria" e "imprudente"
Paloma también es vecina del barrio y se ha encontrado en los últimos días con la situación en ese tramo de Núñez de Balboa. "Las protestas me parecen lógicas porque estamos en una democracia, y el gobierno está sujeto a la crítica. El problema es que la concentración de personas que no mantienen distancia de seguridad, incluso algunos van sin mascarillas, pone en riesgo a todos los vecinos".
Esta mujer, residente en el barrio, hace hincapié en lo complicado que pone esto la situación, más aún cuando la capital todavía no ha pasado a la fase 1. "Es muy fácil que me cruce con varias de estas personas y contagiarme aunque yo esté cumpliendo con la norma impuesta por Sanidad. Pueden ampliar en gran manera las posibilidades de contagio.
Este es un barrio, además, donde vive mucha gente mayor, con mayor posibilidad de que ese contagio derive en muerte. Han organizado la protesta de una forma muy insolidaria con el vecindario y muy imprudente".
La mayoría de los vecinos consultados insisten en que tiene que haber otras formas de organizar la protesta, la cual consideran legítima, sin incumplir las normas de distanciamiento de la población.
Los manifestantes cuentan también ahora con la advertencia del alcalde de la ciudad, José Luis Martínez-Almeida. Al final de la Junta de Gobierno de este jueves, el primer edil contestó a los cronistas a sus preguntas en torno al embrollo de la semana en el barrio de Salamanca.
"No es una conducta responsable", dijo. Tuvo que insistir en que las caceroladas "son manifestación del derecho a la protesta", pero todos estos acontecimientos "tienen que ser compatibles con las restricciones en vigor de acuerdo a la normativa del estado de alarma. Si se vulneran esas restricciones, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tendrán que actuar".
El inicio de todo
Al principio todo quedaba en el paseo amenizado por la músic que pinchaba uno de los vecinos desde su balcón. El edificio hace esquina en la calle Ayala con Núñez de Balboa. Todos los días los vecinos se detenían en ese punto de la calle.
Pero el pasado domingo era tal la afluencia de público -unas 100 personas según fuentes policiales- que la Policía Nacional tuvo que acudir hasta allí para disolver esa concentración de gente, uno de los mayores temores de los expertos si se quieren evitar contagios en semanas venideras.
Fue entonces, tras la petición de los agentes, cuando algunos de los que escuchaban la música a pie de calle comenzaron a gritar contra el gobierno, y a tildar a los policías de "traidores". A hablar de censura.
13 personas fueron identificadas por no obedecer a los cuerpos policiales cuando les decían que continuasen con su paseo sin aglomerarse en ese punto. Tras ese suceso, algunos usuarios de las redes sociales comenzaron a criticar a las fuerzas del orden. Al día siguiente, este pasado lunes, repitieron, al igual que la noche de este martes, y luego la del miércoles.
"Hay miles de personas que no pueden abrazar a sus seres queridos o estar en los últimos momentos y despedir a sus fallecidos", insiste Paloma a EL ESPAÑOL. "Espero que reflexionen. No se puede tirar tanto sacrificio colectivo por la borda de esa manera un irresponsable. Es tiempo de cuidarnos mucho y pensar también en nuestros mayores".
Ceil también reside desde hace años en esta zona de Madrid. "Por personas como esas no vamos a avanzar de la fase 0 a la fase 1. Luego se quejarán de no haber pasado la pandemia".
C.N., otro vecino que prefiere no revelar su identidad reflexiona sobre el alto precio que se puede pagar ante esta imprudencia. "La protesta debería ser desde los balcones, como antes. Ha muerto muchísima gente y no hay que arriesgarse. Estuve en contra del 8-M y ahora de esto".