Primero fue el encargado de organizar las collas, que en la jerga del narco es como se conoce a los porteadores que transportan los fardos de la playa hasta los coches. Al principio solo llevaba gente de confianza y trabajaba para un único señor de la droga en el Estrecho de Gibraltar. Su jefe fue Abdellah El Haj, apodado el Messi del hachís, quien se encuentra fugado en Marruecos.
Después de servir a Messi, a quien las autoridades policiales y judiciales españolas consideran como uno de los mayores traficantes de hachís de la última década junto a los hermanos Antonio y Francisco Tejón, Los Castañas, ambos en prisión desde mediados del año pasado, Jesús Pantoja decidió montárselo por su cuenta. Cuentan a EL ESPAÑOL fuentes de la lucha contra el narcotráfico que fundó entonces el clan de Los Pantojas.
Ahora, agentes de la Policía Nacional, en una operación conjunta con la Guardia Civil, han desmantelado la organización de Jesús y su gente, a los que también se les conocía como los Pantojos, una de las bandas más activas de la comarca gaditana del Campo de Gibraltar. Se dedicaban a introducir grandes cantidades de hachís procedente de Marruecos a través de las costas andaluzas para, posteriormente, distribuirlo por Europa de la mano de mafias internacionales.
36 personas han sido detenidas. También se han incautado más de cuatro toneladas de sustancias estupefacientes. Pero el líder de la red todavía no ha sido localizado.
Las primeras investigaciones comenzaron en abril del año pasado. Entonces, en la primavera de 2019, los agentes tuvieron conocimiento de esta organización que introducía hachís en España. La Guardia Civil la bautizó como 'Operación Rubio'. La Policía como 'Operación Caniche'. Llegó un punto en el que las pesquisas de ambos cuerpos policiales confluyeron, en este resultado final que ahora se ve.
Ambos cuerpos advirtieron que a la cabeza de la banda estaba un viejo conocido de todos ellos, un tipo vinculado desde la adolescencia al mundo del narcotráfico. Era Jesús el Pantoja.
Maestro y discípulo
Jesús nació en el barrio de algecireño de El Saladillo. En esa barriada conflictiva en la que creció vería años después cómo Messi era el rey. Escucharía hablar de sus fiestas sin control, y del vertiginoso y descontrolado ritmo de vida que llevaba el gran narcotraficante.
Pronto se unió al enorme séquito de voluntarios que trabajaban para él. El Pantoja pasó buena parte de su juventud escalando puestos hasta convertirse en el hombre de confianza del gran 'señor' del hachís, venerado y con gran poder en el barrio. Su encargo principal eran las labores de seguridad y la logística para que los alijos llegasen a buen puerto.
Sus complejos le habían llevado, en los últimos tiempos, a someterse a operaciones estéticas para adelgazar y estilizar su figura. Según fuentes de la lucha contra el narcotráfico, una de las primeras veces que fue detenido cayó junto al gran capo 'Messi', su maestro y mentor en la materia.
Luego Messi tuvo que huir de la justicia. El hueco que dejó empezó a ser aprovechado por el que era su subordinado. Aunque su antiguo jefe continúa en paradero desconocido, los investigadores creen que sigue en activo, y que cobraba un porcentaje de todas estas entregas y de los alijos perpetrados por Los Pantojas. Solo él tiene todavía los mejores contactos con los principales proveedores de la droga en Marruecos, con los dueños del material.
El funcionamiento del clan
El clan ahora desarticulado estaba formado por varios grupos que actuaban a modo de cooperativa. Además, sus miembros no dudaban en ejercer la violencia para escapar de la acción policial. El clan estaba conformado por varios grupos que interactuaban para llevar a cabo los alijos.
Por debajo del cabeza de la organización se encontraba su lugarteniente, quien supervisaba bajo la dirección del primero las labores que se llevaban a cabo tanto por tierra como por agua.
El organigrama del clan era similar al de una empresa bien armada. A su vez, a cargo de las labores de tierra se encontraba otro responsable; su misión era la de encargarse de las collas (cuadrillas de porteadores), los conductores y vehículos usados para el transporte, y de los puntos (encargados de la seguridad), así como de la custodia de la droga en las
“guarderías”.
En la trama, el lugarteniente de Jesús Pantoja era quien se encargaba directamente de conseguir las embarcaciones, de la logística necesaria, de la tripulación y de la seguridad. Para esto último establecían puntos en el mar en los que colocaban embarcaciones propias haciendo contravigilancia. Esto les permitía controlar la presencia de las patrulleras de la Policía Nacional en el mar y poder así anticiparse a todos los movimientos, tanto de día como de noche.
Según fuentes policiales consultadas por EL ESPAÑOL, los alijos diurnos eran de media tonelada de hachís; los nocturnos, no bajaban de una, y podían llegar hasta tres.
De día, introducían el hachís en la costa empleando yates de recreo. Aprovechaban el trasiego de los fines de semana en la zona portuaria para poder alijar con mayor comodidad. Por las noches, preferiblemente de madrugada, sacaban toda la artillería: las embarcaciones semirrígidas ('gomas'), los pilotos, la contravigilancia, los porteadores en las playas, y los conductores de los vehículos.
A Pantoja y los suyos se les imputan los delitos de pertenencia a organización criminal, contra la salud pública, contrabando, falsificación de documentos y robo/uso de
vehículo a motor. Además, se han realizado 18 registros en la comarca del Campo de Gibraltar, fruto de los cuales se han incautado 4.300 kilogramos de hachís, 19 vehículos, 9 embarcaciones semirrígidas, de recreo, pesquera y motos acuáticas.
Se han intervenido, además, una importante cantidad de material electrónico, de telefonía y náutico, dos armas (un subfusil y un arma corta) y dinero en efectivo.
Si tenían que huir, no dudaban en emplear la violencia contra las fuerzas policiales. No tenían miedo de nada, Los Pantojas. Ahora toda la banda, incluido su líder, ha sido puesta a disposición judicial.