La soledad de la vida en un faro frente a la costa y en medio de la nada debe de ser uno de los primeros recuerdos de la infancia de María Gámez. Se fue paliando después, cuando la familia creció, y los 11 hermanos correteaban ya despreocupados por el nuevo destino de su padre, el farero de Estepona.
Esa sensación inicial de aislamiento y clausura debe ser similar a la que la primera directora de la Guardia Civil en 176 años de historia está sintiendo en estas dos últimas semanas. Como la atalaya en la que vivió frente a las rocas de aquel puerto, Gámez apenas se relaciona con nadie, apenas entabla conversación con sus subordinados. Viene siendo la tónica habitual desde que fue designada el pasado mes de enero: apenas sale del despacho más que para los actos oficiales. Está absolutamente desaparecida.
Son muchos los miembros del cuerpo que reclaman por lo menos un gesto, una explicación, una palabra por parte de la cabeza política del Instituto Armado ante la convulsión interna de los últimos días, una de las mayores crisis que ha vivido el cuerpo en las últimas décadas.
La primera mujer en dirigir el cuerpo vive en las dependencias de la Dirección General en Madrid, en la calle de Guzmán el Bueno. Allí, en el edificio de mandos, mantiene su despacho y su vivienda desde que llegó hace casi seis meses. Ambos espacios se encuentran enmarcados en una misma estancia, como en muchas comandancias de toda España.
"No la han visto nunca"
Según relatan a EL ESPAÑOL fuentes cercanas a la cúpula, Gámez apenas mantiene relación con quienes están por debajo de ella. Apenas sale. No se entremezcla con los agentes. "Muchos de los que están allí no la han visto nunca". Eso es, en parte, porque en cuanto tiene que marcharse, la directora se mete en el coche oficial y ya nadie la ve.
Han pasado muchas cosas sin que la directora haya respondido. El cese fulminante de Diego Pérez de los Cobos al frente de la Comandancia de Madrid. Las llamadas nocturnas en aquel domingo 24, hace dos semanas, para tratar de obtener el contenido del informe de la Policía Judicial sobre el 8-M. La dimisión, al día siguiente, de Laurentino Ceña, el Director Adjunto Operativo, un tipo de carrera impecable que no estaba dispuesto a tolerar ni una afrenta ni una injerencia de esa magnitud.
Después, el relevo de su mano derecha, el teniente general Fernando Santafé, quien no tuvo reparos en pedir en las reuniones internas de mediados de la semana pasada la cabeza de la directora ante lo intolerable de lo que estaba ocurriendo. Luego, las cuatro versiones sobre los hechos que proporcionó el ministro del Interior.
Fueron demasiadas cosas, incluyendo la publicación de la nota reservada (con la firma de la directora) en la que, por fin, se reconocía que a De los Cobos se le expulsaba del cargo por "no informar del desarrollo de las investigaciones" sobre el el 8-M.
Este mismo domingo, se supo que la Asociación de Consumidores y Usuarios José María Mena ha presentado una denuncia ante los juzgados de guardia en Madrid contra Gámez, por un presunto delito de prevaricación relacionado con la destitución del coronel Pérez de los Cobos. Y la figura de la silenciosa Gámez siendo señalada en el centro de la tormenta por no tomar el mando de la nave. O por dejar que otros tomen el mando por ella.
Viajes a Málaga
La casa en la que están la vivienda y el despacho de la directora posee dos entradas distintas: una para salir directa a la calle y otra entrada por dentro, algo más particular, como una salida propia. En contraste con algunos de sus predecesores en el cargo, a Gámez le suben la comida, le hacen la compra, le suben las cosas a su despacho y a sus aposentos.
La confianza entre las altas esferas políticas de la cúpula y el resto del cuerpo se ha resquebrajado de tal modo que muchos ya han dejado de confiar en ella. Hay quien dice que ya no les representa. Pero ella hace meses que no comparece ni una sola vez.
"A nivel guardias, con casi nadie. Cero relación. Es principalmente lo que se le critica", dicen fuentes conectadas con la cúpula. Antes del decreto del estado de alarma, los fines de semana, la directora general viajaba hasta Málaga para ver a su familia. Cuando la nombraron en el cargo se vino sola para Madrid. Aquí pasa la semana enfrascada en numerosas vicisitudes. Llegaba el sábado y volaba al sur para ver a los suyos. Ahora lleva 3 meses sin poder ver a su familia por las restricciones del confinamiento.
Muchos en el seno del cuerpo creen que todo se ha agravado por la sensación de inacción absoluta que ha mantenido la directora general. Como si fuera un autómata en manos de los altos cargos de Interior y del ministro Fernando Grande-Marlaska. Eso ha enervado a buena parte de los altos mandos, que ven ahora cómo se ha empezado a desmantelar la cúpula y cómo están organizando una nueva alta esfera en la Benemérita, todo de manera precipitada por el caso Pérez de los Cobos.
Todas las asociaciones han salido en las últimas semanas a pedirle explicaciones. Han pasado los últimos tres meses denunciando innumerables situaciones en las que los miembros del Instituto Armado se han sentido totalmente desprotegidos. Desde el gabinete de comunicación del cuerpo detallan que Gámez ha ido compareciendo a lo largo de estos meses en todos los actos posibles teniendo en cuenta las restricciones del momento. Incluso ha ido llamando a todos los guardias que fallecieron o cayeron enfermos por Covid-19.
La directora general cuenta con la máxima confianza de Marlaska, y por eso no va a ser destituida y tampoco él permitirá que eso suceda.
Ni siquiera ahora, en el momento más crítico desde que ocurrió lo de Luis Roldán, ha salido a dar explicaciones o a dar la cara por los agentes. A otros tampoco les extraña todo esto. Al final, por muchos méritos que pueda atesorar para el cargo hay quien ve que Gámez no los defiende porque no es uno de los suyos.