Seis de la mañana. Plaza de España del municipio onubense de Palos de la Frontera. El día aún no ha comenzado a despuntar cuando comienzan a escucharse los primeros murmullos. En esta zona del pueblo, de algo más de diez mil habitantes, se levanta el Ayuntamiento. Y, por tercer día, también se arremolinan cientos y cientos de temporeros inmigrantes.
El primer día fueron unas 150 personas. El segundo, 200. Este lunes, algo más, sobre 300.
No van de vacío: entre sus manos, dos imprescindibles: una mascarilla -quirúrgica en la gran mayoría de los casos- y una hoja de papel. No es otro documento que la solicitud para darse de alta en el padrón de la localidad.
Así, con los documentos en la mano, lo que pretenden los trabajadores es obtener el Ingreso Mínimo Vital. Pero no lo harán: un rumor, extendido a lo largo y ancho del municipio -como cualquier buena noticia en un contexto tan precario-, les ha hecho creer que lo recibirán con tan sólo empadronarse. Y no, no es cierto.
Nadie sabe precisar el origen del bulo que les ha llevado hasta allí. Pero fuentes municipales aseguran, en conversación con EL ESPAÑOL, que se trata de los intermediarios: esos conseguidores que cobran por cada transacción que llevan a cabo los migrantes y que van a comisión. También por engañarles.
Conseguidores y comisionistas
En Palos -como ellos mismos dicen, la cuna del descubrimiento de América, aunque corran tiempos convulsos como para sacar pecho-, el tránsito de trabajadores inmigrantes no es extraño. Tampoco en el resto de la provincia de Huelva, como en otras regiones de nuestro país. Las campañas de recolección atraen a ciudadanos de todos los países, especialmente los africanos.
La barrera del idioma no es tal para el trabajo en sí, pero sí que se vuelve insalvable para todo lo demás. El secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores en Huelva, Manuel Piedra, así lo relata. “Son, principalmente, mujeres de contratación en origen, tienen residencia provisional en Huelva. Son personas que han venido a España contratadas para el trabajo agrícola y que no han vuelto a Marruecos porque la frontera está cerrada”.
Los temporeros pernoctan, tradicionalmente, en asentamientos chabolistas en las fincas en las que trabajan. Suelen estar a las afueras del municipio y sus condiciones son paupérrimas: a veces, por no tener, no gozan ni de suministro de agua. Cuando se trata de llevar a cabo algún trámite o necesitan relacionarse con alguna administración, recurren a conseguidores. Ellos son los que los asesoran, siempre con su correspondiente retribución a cambio.
“Esas mujeres han soltado dinero, han hecho 6 kilómetros andando en el mejor de los casos hasta el centro urbano, y han estado horas y horas esperando al sol”. Todo por seguir una esperanza vacía: no tendrán ningún tipo de ayuda municipal tan sólo solicitando el padrón.
El peregrinaje es continuo y siempre siguiendo los mismos pasos. “Vienen de los campos, de la finca de los empresarios. Ahora mismo, además están sin trabajar, porque Marruecos no abre la frontera y no se pueden ir, aunque tanto la campaña de la fresa como la del arándano estén terminadas”, continúa el responsable de la UPA.
Se levantan temprano, antes que llegue el alba, y comienzan su tránsito. Cuando arriban al casco histórico de Palos, comienzan a hacer cola en el Ayuntamiento, a esperar que abra a eso de las 9 de la mañana. Mientras, el resto se dirigen a hacer fotocopias en cualquier establecimiento del pueblo. De hecho, ese fue el primer síntoma que notaron los vecinos.
Primer documento: fotocopia del pasaporte. Alguien, quien inició el terrible bulo, les comunicó que era necesario para poder optar a la ayuda social. También fotocopian la solicitud del padrón que se puede descargar en la web municipal. “Ahí ya colapsan las tiendas. Después, se van al banco para pagar las tasas que se necesitan para presentar cualquier solicitud en el Ayuntamiento. Es un euro simbólico”, detalla Piedra.
Las colas en cada sucursal llegan a ser de “40 y 50 personas”, detalla, “y eso que hay 8 o 10 oficinas bancarias”. “La gran mayoría no saben ni leer ni escribir ni español. Todo eso, cada trámite, es dinero que se dejan”.
Padrón y residencia, trámites diferentes
“Los están engañando. Nuestra obligación es denunciarlo. Es muy difícil parar un bulo así porque muchos no tienen tecnología y otros desconfían porque creen que la información que se les da es para no darles la ayuda. Piensan: yo lo intento, total, no tengo nada que perder”, suspira el secretario general de la UPA.
Porque empadronarse no da derecho a recibir el Ingreso Mínimo Vital. El requisito para poder acceder es el residir legalmente en nuestro país desde hace, mínimo, un año. Y la residencia y el padrón son trámites bien diferentes.
Lo cierto es que la situación está desbordando al municipio. Fuentes del Ayuntamiento declaran a este periódico que “han empezado a venir los inmigrantes a pedir el padrón y se les está recogiendo como a cualquier ciudadano que lo solicite. Si no cumplen los requisitos, se les rechazará. No estamos haciendo otra cosa distinta”.
“Esto es la consecuencia del efecto llamada que ya tuvimos, en su día, con Zapatero. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han hecho un efecto llamada y ellos, los inmigrantes, se lo creen, porque no saben”, comenta un miembro del gabinete municipal, gobernado por el Partido Popular y liderado por el exdiputado Carmelo Romero.
Así, en una ventanilla que el Consistorio ha instalado en la plaza -protegida por una mampara-, se recibe la documentación, se inicia el expediente, y, en un plazo de 6 meses, se resuelve. Para que sea favorable, el solicitante debe demostrar que residen en el pueblo -con una factura, por ejemplo-. Si no, se rechaza.
“No podemos paralizar el Ayuntamiento para esto. Nosotros estamos haciendo la labor del día a día de la administración y, por otro lado, hemos incluso doblado para poder recoger la documentación de la personas que vienen”, indican. Aunque, mañana, los temporeros allí seguirán.