El puesto de la Guardia Civil en Galapagar llevaba mucho tiempo soportando toda clase de penurias. Humedades, moho, tuberías rotas, paredes desconchadas... A lo largo de la última década, el estado de este cuartel ha sido constantemente motivo de polémica. Hasta hace unos meses, según ha podido saber EL ESPAÑOL, que comenzaron las obras para restaurar los desperfectos. Los trabajos acaban de concluir.

Según ha podido saber EL ESPAÑOL, los inmuebles en los que tenían que trabajar los agentes ya están "operativos y reparados". Hace un par de años que ese destacamento adquirió una relevancia mayor, a raíz de que Pablo Iglesias, secretario general de Podemos y ahora vicepresidente del Gobierno, e Irene Montero, hoy ministra de Igualdad, se trasladaron a vivir a uno de los chalés de la zona de La Navata.

La denuncia partió de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) en el mes de diciembre de 2019. Meses después, una visita a las instalaciones por parte de Inspección de Trabajo y Secretaría de Estado fueron el punto de inflexión para que empezasen las reformas. El lugar, en estos momentos, vuelve a cumplir con el Real Decreto de disposiciones mínimas en los puestos de trabajo de los acuartelamientos.

Esta asociación lleva años denunciando las condiciones en las que se encuentra el cuartel ubicado en el norte de Madrid. "Es una pena que quien tiene que velar por nuestra salud, quien tanto habla de obligaciones y deberes, se olvida de las obligaciones que impone a los mandos en relación a sus subordinados de velar por la salud y seguridad de los trabajadores", explican. "Continúan sin respetarse los derechos una vez y otra vez y tienen que ser organismos externos quienes se preocupen por la salud de los Guardias Civiles".

Antes de trasladar las imágenes y los informes sobre el estado del cuartel a la Inspección de Trabajo, la AUGC se puso en contacto con Prevención de Riesgos Laborales de la Guardia CIvil. No obtuvieron respuesta. No se adoptó ninguna medida.

En las reuniones periódicas con quien entonces era el jefe de la Comandancia de Madrid, el Coronel Diego Pérez de los Cobos, se puso en conocimimiento todo aquello en distintas ocasiones. De los Cobos aseguraba que todo estaba en orden y que no había lugar a la reclamación.

Reparaciones

En el edificio principal se han subsanado las humedades en las paredes y los suelos. También las irregularidades de las infraestructuras, así como el fuerte olor que se desprendía de ellas y que generaba un ambiente irrespirable. Asimismo, la calefacción y el suministro de agua han sido reparados.

Los despachos para la prestación de servicios, especialmente uno de ellos en el que prestan servicios de manera continuada cuatro miembros de Guardia Civil, tenía unas dimensiones que impedía cumplir con esas nuevas medidas de distanciamiento en el ámbito laboral para prevenir el contagio de la Covid-19. Ese problema se ha subsanado también del mismo modo.

En las imágenes recabadas hace un año se podía observar el yeso deslavazado de las paredes, llenas de moho, uno de los muros abiertos, dejando al aire las cañerías averiadas, y manchas y filtraciones de agua por doquier.

Las insalubridades perduraron las siguientes semanas. Varios ciudadanos, así como uno de los Grupos Municipales del Ayuntamiento, expresaron sus quejas por redes sociales y ante el Ministerio del Interior.

Años de calvario

Las dependencias se clausuraron a finales del mes de enero. Desde entonces los guardias civiles tienen que compartir las oficinas y las estancias del otro edificio. Hasta finales del mes de mayo no comenzaron las obras para arreglar por completo las estancias dañadas por los hongos y las filtraciones. Y ahora han finalizado, aparentemente, de manera satisfactoria.

Hace cinco años, los problemas en este destacamento alcanzaban una dimensión tal que los agentes llegaron a pensar irónicamente que les atacaba una plaga bíblica tras otra.

La situación era deplorable. Los insectos se habían extendido de tal forma que habían colonizado las puertas y las ventanas. También las paredes estaban podridas y llenas de carcoma. Las puertas de algunas casas estaban tan degradadas que cuando llovía el agua inundaba sus habitaciones.

El asunto alcanzó tal dimensión que algunos de los efectivos del cuartel se llegaron a dar de baja psicológica para el servicio, pidiendo el traslado, al no lograr soportar la situación con los insectos y alguna que otra rata que se les colaba en las dependencias. Afortunadamente, todos estos quebraderos de cabeza parecen haber quedado definitivamente atrás.

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