Cuando España alcanza el millón de contagiados de coronavirus, cuando hace 9 meses que un virus nos cambió la vida y la puso del revés, cuando los números vuelven a alcanzar cuotas sorprendentes, tan sólo vividas en los momentos más duros de la pandemia, el echar la vista atrás puede dejar imágenes sorprendentes. No sólo porque la segunda oleada de la Covid-19 haya golpeado con la misma fuerza que la anterior, sino porque el balance es funesto.
Más allá del barullo de cifras, del baile de muertos y de ciudadanos hospitalizados, cuando se pone negro sobre blanco y se registra la tragedia se puede observar cómo ha afectado la pandemia del coronavirus en nuestro país. Con un resultado terrible: aquellas provincias que sufrían más la despoblación, las Castillas, han visto cómo sus habitantes morían en mayor proporción.
Así lo revela el último estudio de la empresa internacional especializada en big data Inverence, consultado por EL ESPAÑOL. La provincia más azotada por el Sars-CoV-2, con una visión global, es Soria, con una tasa de exceso de mortalidad, asociada a Covid, por cada 10.000 habitantes de 50,23.
¿Esto qué quiere decir? Pues que de cada 10.000 sorianos, 50 fallecían de más. Ciudadanos cuya muerte no tenía que haberse producido. Ya sea, claro, por muertes directas o indirectas: aquellas -como infartos, cánceres…- que no se han atendido correctamente por la saturación del sistema y que no tendrían por qué haber fenecido ahora.
Le siguen, de cerca, Segovia (48,93), Ciudad Real (39,78) y Salamanca (37,88). El resto de provincias castellanas, leonesas o manchegas, obtienen cifras parecidas, con la excepción de Zamora, que apenas vivió en su provincia, en términos de mortalidad, la llegada del coronavirus.
La media española, en cambio, se sitúa en el 12,37.
Desarrollo autonómico desigual
Esta radiografía refleja cómo la incidencia del virus varía por todo el territorio español. Las comunidades más afectadas. En el periodo completo, las regiones más mortíferas, las que han contado con un exceso mayor de fallecimientos -achacables al virus-, han sido Castilla-León y Castilla-La Mancha.
Incluso otras provincias que han copado la actualidad informativa y que han centrado el debate político y sanitario, como son Zaragoza, Madrid o Barcelona, no han alcanzado números similares, con esa tasa de exceso de muertos por cada 10.000 habitantes como referencia.
Los motivos son claros. Con una población menor, más avejentada y más necesitada de servicios sanitarios, se crea una combinación fatal: existen menos recursos públicos y, ante un virus de estas características que se ceba sobre los más mayores, el sistema sanitario colapsa antes. Mucho antes. Las posibilidades de esos ciudadanos se ven sensiblemente mermadas.
Desde verano, foco en Madrid
La firma de big data define tres grandes tramos de exceso de fallecimientos. Fija una primera oleada del 1 de marzo al 24 de mayo y una segunda del 6 de julio al 16 agosto. Finalmente, Inverence sitúa una tercera, la actual, del 17 de agosto al 27 de septiembre.
No son fechas aleatorias: están establecidas en base a la información que publica el Instituto Nacional de Estadística semanalmente. La última actualización corresponde, precisamente, al 27 de septiembre. El establecer un fin se debe a que son los últimos datos disponibles, no a que el periodo de exceso de mortalidad, efectivamente, haya terminado. Siguen muriendo españoles de más.
Si reducimos el foco y centramos la mirada en el último periodo de mortalidad, se concluye que en toda España ha habido un exceso de fallecimientos. En total, 5.145 ciudadanos. Principalmente, son decesos en Madrid.
En el tramo final del verano, ese tercer periodo, y mientras el Ministerio de Sanidad y el Gobierno autonómico pactaban y se enfrentaban por imponer nuevas medidas para contener el avance del virus; mientras Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso, primero, y Salvador Illa y Enrique Ruiz Escudero, después, se tiraban los trastos a la cabeza, murieron hasta 883 ciudadanos madrileños que no estaban previstos en circunstancias normales, no pandémicas.
Es una cifra récord en comparación con el resto de provincias españolas. La que le sigue en este funesto ránking es Valencia, con 372 muertos de más, y Zaragoza, con 339.
Si observamos la imagen global, desde el inicio de la pandemia, las provincias que más exceso de mortalidad suman son, de lejos, Madrid (17.082) y Barcelona (12.742).
Los muertos que cuentan... o no
EL ESPAÑOL, de la mano de Inverence, ya denunció durante los primeros momentos de la pandemia el descuadre en la contabilidad de los fallecidos. También reclamó un recuento veraz que incluyera a todos los muertos, no sólo aquellos que sí reconocía el Ministerio de Sanidad por haberse hecho una PCR -algo que no cuadra con la definición de caso de la Organización Mundial de la Salud (OMS)-.
Según los datos de la firma, la cifra de todos los fallecidos en España por la Covid-19, del 1 de marzo al 27 de septiembre, asciende a 58.678. Oficialmente, Sanidad reconoce, a 20 de octubre, a 34.210 muertos, algo más de la mitad.
“Esto pasa porque el Ministerio no sigue la definición de muerte de la OMS, que decía que si tenía el fallecido una clínica compatible por covid, se interpretaba así aunque no hubiera PCR”, explicaba en conversación con EL ESPAÑOL el portavoz de la Sociedad Española de Epidemiología Joan Caylà. Así, y a sus ojos, la cifra real es muy superior a las que se admite.
En la actualidad, en España se están llevando a cabo dos procesos paralelos: el recuento que hace el Ministerio de Sanidad -a través de los datos de las comunidades autónomas- y el conteo de los fallecimientos globales, por cualquier causa, que registra el Instituto Carlos III a través de MoMo -que bebe de los registros civiles-.