Era un extraño y húmedo otoño, del año en que todo cambió, y Doña Manolita no sabía qué estaba haciendo en Madrid. Sin agendas programadas, el pasado martes entra en el Congreso de los Diputados, convoca a los periodistas y reparte su boleto ganador. Está vestida de Gabriel Rufián y el décimo ganador tiene un único destinatario: Isabel Díaz Ayuso (Madrid, 1978).
El boleto no es otro que un ataque a su modelo económico, Madrid, y a ella, la presidenta. Pero también es mucho más que eso. El boleto esconde un premio; y Rufián, así como su socio, Pedro Sánchez, la han reconocido como su enemiga, a la que hay que atacar. El líder de ERC acaba de inaugurar su coronación.
Es el año 2020, el año del coronavirus, de la vieja y nueva normalidad, que ha arramblado con las principales caras de la política nacional y expuesto las flaquezas de las planas mayores de cada partido. Así ha sido durante los últimos meses, también para ella, pero la historia da muchas vueltas.
Queda muy lejos el mes de enero, la formación del Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos, las primeras noticias sobre un desconocido virus chino, la muerte de Kobe Bryant y los rumores de que Isabel Díaz Ayuso, "la canterana" que se hizo presidenta de la Comunidad de Madrid, no pasaba por su mejor momento. El PP, su casa de toda la vida, parecía haber perdido la confianza en ella; la oposición ganaba terreno y su gestión demostraba flaquezas. Hasta que todo cambió.
En apenas unos meses, la baronesa ha erigido en Madrid una Numancia capaz de enfrentar los embates del Gobierno, sus socios mediáticos, sus valedores políticos y la mayor pandemia que ha visto España en el último siglo. Ahora, a punto de cerrar el año, se prepara para culminar su viaje del héroe.
La semana de consagración
Al igual que Doña Manolita, Isabel tiene más caras de las que parecía en un primer momento. En retrospectiva, la que fuera una candidata desconocida a la Comunidad de Madrid poco tiene que ver con "el descubrimiento político de 2020", como la califica el diario francés Le Figaro. En política, ya se sabe, las tornas cambian muy deprisa.
El año que transcurre entre ambas Isabeles es, en realidad, el año de construcción de un relato sin complejos, valentía y seguridad. Un año que empezó con un traje de chulapa en las fiestas de San Isidro y que llega al epílogo esta semana, la del 24 de noviembre, con Rufián y su boleto ganador de la Lotería. Desde entonces, las caras han ido cambiando. También los trajes.
Porque tanto el líder independentista como Pedro Sánchez, en su intento por fusilar el modelo económico y educativo de Madrid, han terminado por convertir a su presidenta en una especie de Agustina de Aragón madrileña. "El debate puede sembrar dudas, puede cuestionarse la armonización fiscal y puede haber divergencias sobre cuál es la mejor opción, pero lo que es innegable es que Isabel se deja la piel por defendernos y unir a la gente en defensa de Madrid", revelan a EL ESPAÑOL fuentes populares en la Asamblea.
Y eso también influye. La presidenta no sólo se siente cómoda en su papel de navegante contra las galernas del Gobierno, sino que su estrategia del cuerpo a cuerpo ante a la Moncloa también parece validada por las encuestas.
"Va contra todo, va contra todos: contra el Gobierno central, contra su propio Gobierno, contra el pacto con otros presidentes... y le sale bien", relataba hace unas semanas un presidente autonómico del PP. Pocas anécdotas representan mejor su estrategia.
28 de octubre. Cumbre de Ávila. Alfonso Fernández Mañueco, presidente de Castilla y León, lanza la pregunta. Le contestan Emiliano García Page, su homólogo en Castilla-La Mancha, e Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid.
—¿Hablamos de acuerdo?
—Hablamos de acuerdo.
—Hablamos de acuerdo.
Los tres van a comparecer para anunciar el cierre perimetral de sus autonomías hasta el 9 de noviembre, o eso piensan. Porque Ayuso se ha vestido de insurrecta y, en el trayecto entre la mesa de negociación y la rueda de prensa, llamada mediante, decide romper el pacto más breve de la historia. Mañueco y Page no se lo podían creer: "En ningún momento contó lo que iba a decir. Simplemente pidió hablar la última en la rueda de prensa", alegaron.
Cuando la ridiculizaban
A pesar de que los vientos ahora le sean favorables, hace no mucho hubo un tiempo en que, bajo la misma estrategia, la imagen de Ayuso era constantemente ridiculizada y denostada al compararla con otras figuras del partido. Su perfil era desconocido, oculto entre su pequeño piso de Chamberí y Jairo, su pareja, y llenaba más titulares por sus declaraciones que por su gestión. Pero poco más.
Para colmo, su compañero de ticket en 2019, José Luis Martínez-Almeida, brillaba más que ella y generaba más consenso en una arena política aturdida tras el embate de la primera ola de la pandemia. Nada iba bien, ni dentro ni fuera del partido. Las dudas se instalaron sobre la gestión de la presidenta y el imaginario la vestía como una Esperanza Aguirre descafeinada, sin nada que aportar más que una guerrilla mediática, pero sin grandes políticas que la respaldaran. En apenas unos meses, la historia ha cambiado.
La receta del éxito, aseguran fuentes populares cercanas a la presidenta, consistió en una mezcla de buenos resultados contra la pandemia, la defensa a ultranza del modelo madrileño y, claro, el dedo acusador de Gobierno e independentistas. "Ella es así, si lo tiene claro lo da todo y no huye", precisan.
"En realidad ella siempre ha sido como se la ve actualmente, lo que pasa es que se había vendido una imagen que nada tiene que ver con ella", cuenta a EL ESPAÑOL, vía telefónica, un alto cargo del PP madrileño y que conoce a la presidenta desde hace años. Es fácil decirlo ahora, en las buenas pero el de líder fuerte y atrevida no fue siempre su traje. Hubo tiempo no muy lejano en que la presidenta, entonces candidata, se ocultaba pasó por su campaña electoral haciendo el menor ruido posible. Hay quien dice que para evitar meteduras de pata.
Sea como sea, lo cierto es que ganó sus medallas con una "durísima negociación" para formar Gobierno, en este caso de la mano de Ciudadanos con el beneplácito de Vox, pero el camino a Correos no fue fácil. "La atacaron por medio de su familia [Avalmadrid], retorcían sus declaraciones y decían que sólo era un instrumento de Miguel Ángel Rodríguez", rememora alguien que la acompañó durante la campaña. "Es bastante machista, si lo piensas", resaltan.
Así lo piensan quienes la conocen de toda la vida. Los que entraron con ella en la agrupación de Moncloa, trabajaron a su lado en las asesorías de la Comunidad de Madrid y ahora la acompañan en la aventura de la Real Casa de Correos. Para ellos, la esencia del éxito siempre ha estado allí. Lo que pasa es que nadie lo veía.
"Al principio, como nadie la conocía, era más fácil escuchar a los que hablaban mal de ella que escucharla a ella. Esta última época es como si se estuviera deshaciendo de una fake new", concuerda. Y a pesar de la distancia ideológica, el traje de Ayuso como "descubrimiento político del año" es algo que trasciende a los partidos, aunque difieran en los métodos.
Antonio Miguel Carmona lo ha sido todo en el socialismo madrileño. El que fuera miembro del Comité Federal del PSOE, diputado autonómico en varias legislaturas y candidato del partido a la alcaldía de la capital también tiene su propia visión sobre el fenómeno. "Todo vacío en política es susceptible de llenarse de Ayuso", señala a este diario, "y mediocridad", añade más adelante. A la presidenta le achaca usar a los madrileños como arma arrojadiza, aunque reconoce que la estrategia está dando sus frutos frente a una izquierda que "tiene que recuperarse a sí misma y presentar una alternativa".
Desde la oposición parlamentaria, la visión es parecida: reconocer el mérito comunicativo aunque se discrepe en los fondos. "No hay duda de que le ha salido redondo. El estar a la gresca todo el rato la pone como la cabeza visible contra el Gobierno y la acerca a los que no quieren saber nada de Sánchez", admite un diputado de Más Madrid en la Asamblea que prefiere no revelar su nombre.
La remontada
Cuando los datos de la Covid-19 no estaban de su lado, algunas de las familias del PP madrileño tampoco lo estaban. Hace apenas un mes, con la resaca del verano todavía en la retina, lo que parecía impensable se convirtió en una realidad para ciertos sectores de los populares.
Entre bastidores, la opción de que una crisis de Gobierno relevase a Ayuso al frente de la presidencia regional empezó a cobrar fuerza entre los pasillos de la Casa de Correos, tal y como reveló EL ESPAÑOL. Se rumoreaban cambios de nombres, parejas de baile más cercanas políticamente a Pablo Casado, que pudieran frenar la que parecía una inevitable moción de censura del PSOE madrileño para hacerse con el control sanitario de la Comunidad.
Para Ayuso sólo hicieron falta un par de semanas. Convencida de que su estrategia era la correcta, la presidenta se enrocó en su despacho de la Puerta del Sol y esperó, fiel a su estrategia, a que cambiase el sentido del viento, a que los críticos se impregnaran de la creciente "madrileñofobia" y a las amenazas de un estado de alarma ad hoc. Mientras tanto, Ayuso predicaba en el desierto con test masivos, confinamientos selectivos y bajas limitaciones para mantener la actividad económica.
"La izquierda quiso aprovechar la segunda ola como arma sin saber que tenía las ideas claras desde el principio: adelantarse y atajar todo antes de que llegara", revela una persona que trabajó con ella durante el plan. Al final, los datos le dieron la razón.
Entre ropas de obra y batas de laboratorio, Madrid empezó a recuperarse a niveles inesperados del choque de la pandemia, también en lo económico. En el momento de escribir este artículo, la Comunidad lleva dos meses consecutivos siendo la región con menor incidencia de la Covid-19 de la península, demostrando que se podía doblegar la curva sin destrozar la economía. En lo que a ella respecta, se desprendió del traje de guerrillera mediática y se puso el de gestora. Acababa de nacer una estrella.
"No dudó ni un segundo, desde el principio, sabía que el tiempo le acabaría dando la razón", señala a este diario una fuente cercana a la presidenta. "Algunos dudábamos al principio, la verdad, pero la veíamos tan convencida que nos lo acabamos creyendo antes de saber que podía pasar", reconoce.
Ayuso y Aguirre
"La comparación entre Isabel y Esperanza no me gusta. Es verdad que las dos son independientes y grandes líderes, pero cada una es como es", afirma una persona que trabajó con ambas presidentas.
En el partido tampoco lo tienen claro. Mientras unos rehúyen un nexo común entre ambas, otros no dudan en señalar que sus historias son bien semejantes. Sobre todo para los que recuerden los primeros años de la que, hasta hace bien poco, era la única a la que la palabra "lideresa" podía hacerle justicia. La primera estrella regional, en femenino.
"Yo sí que veo cosas parecidas. Aunque son trayectorias distintas, de Esperanza también se reían al principio y ahora nadie se atreve a negarla como la gran política que fue", reconoce otra fuente popular.
Al final, la comparación es inevitable en sus primeros compases. Aguirre, lejos de la imagen que proyecta a día de hoy, tenía el sambenito de ser una mujer naíf, inocente y con más ojo para el golf que para la política, con nula cultura general y sobradas polémicas delante de los micrófonos. "Cuando te quedas en la caricatura corres el riesgo que te salga el tiro por la culata, que es lo que pasó con Esperanza y es lo que ahora le está pasando a la izquierda con Isabel", reconoce una fuente cercana a la expresidenta.
Con Ayuso pasa algo parecido. Ridiculizada por sus polémicas intervenciones, catalogada como "a la derecha del PP" y bajo el rumor de que no tenía olfato para la política de primer nivel ella, como Aguirre, dejó que hablaran. Ya les haría ver lo equivocados que estaban.
"Yo creo que eso también lo hereda de ella, de cuando trabajaban juntas", precisa un colaborador de ambas sobre esa época que parece tan lejana, cuando Aguirre era más alta que nadie en su atalaya de la Comunidad de Madrid. Allí ya estaba Ayuso, mucho más pequeña y con menos focos a su alrededor, una discreta encargada de comunicación digital. Un trabajo paciente que le obligaba a estar siempre del lado de la presidenta. Algún deje se le quedó. Y aún a veces se viste de Aguirre.
También a la hora de enfocar la política, sobre todo ante el conflicto. "Cuando habla, me recuerda a ese sentimiento que le ponía Esperanza, esa manera de decir las cosas claras sin complejos ni miedo, 'porque sé que tengo razón'", apunta alguien que trabajó con las dos en el Gobierno. "Se pueden comparar perfectamente", resume.
La diferencia
Y, a pesar de todo, hay quien no tiene claras las semejanzas. Ni siquiera en su entrada en política ni su salto a la fama.
Frente al bagaje de una mujer que había sido presidenta del Senado y ministra del Gobierno de España, Ayuso contaba sólo con sus estudios, su trabajo de militante en el aparato del partido y su olfato político para encontrar oportunidades. Al final, esta le vendría de la mano de Pablo Casado, el mismo que la metió en el partido hace tantos años y que apostó por un perfil polémico que conocía muy bien.
Para muchos, Ayuso representa al PP desacomplejado que muchos electores buscaron en un principio en las filas de Vox y que, dicen otros ahora, "adelanta por la derecha" al propio presidente del partido, tanto en ideología como en presencia. Podría parecer, nuevamente, otra comparación con la pareja de baile anterior, la de Aguirre y Rajoy, pero nada más lejos de la realidad.
"La presidenta fue una apuesta de Pablo Casado porque podía encajar en la continuidad del proyecto, que es algo que no siempre ha pasado en Madrid", revelan desde el partido. "No durante esa época".
En Madrid hablan de esos años con la boca pequeña, reconociendo la importancia de la que fue su máxima lideresa regional, pero agachando las orejas ante un PP madrileño que no siempre ha navegado en el mismo rumbo que el nacional, que a veces incluso intentó superarlo. Como ya se ha dicho, todo ha cambiado mucho en los últimos tiempos, más en el PP, más en Madrid.
"A día de hoy hay una armonía como nunca la había visto en el partido. Hay coordinación y buenas relaciones, tanto internas como institucionales, y es gracias a la sintonía que tienen Isabel y Pablo", señalan. "Ella nunca iría contra él, sólo mira por el bien del partido". Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.
"Si hubiera elecciones ahora, serían un dúo imparable", admiten desde distintas instancias cercanas a la presidenta. En todo caso dependerá de ella, si logra cerrar su año de gloria.
Porque ella, que lo ha vivido, sabe mejor que nadie que la historia da muchas vueltas. Lentas, si se miran desde las páginas del calendario, pero rabiosas, si se observan bajo la lupa de la política. Más en estos tiempos. Más si se trata de la que Sánchez y Rufián se pusieron de acuerdo en convertir en lideresa.