Este martes hemos vivido cierto lustre policiaco, de misterio. Sabotajes al mejor estilo del cine negro que conocimos hace meses y que salen ahora a la luz. Tipos sin escrúpulos que no dudan en perjudicar a inocentes para ejecutar venganzas o transmitir odio; sin reparo en consecuencias siempre que puedan salir impunes.

Supuestos sanitarios que en horas de trabajo se dedican al reportaje fotográfico, no se sabe de qué; ni con qué fin, oscuro, tenebroso, interesado, turbio. Ellos sabrán. Nosotros y otras gentes de mente corriente, normal, no acertamos a entenderlo.

Desde fuera se ha vivido con sobresalto y asombro: radios de la mañana, programas de sobremesa, Twitter, opiniones, debate, rebate y regates. La prensa en versión digital y dedal de pasar la página.

Nosotros, desde dentro, estamos tranquilos, impertérritos. Lo vivimos como un ataque más. Este fue en la línea de flotación, desde dentro, por alguien de adentro o quizás de fuera. Enviado o traidor. Poco importa. Pasó el tiempo y aquí seguimos, sin mover ni una ceja. Los números cantan y nuestros pacientes tranquilos.

Es la hora del té de un día gris, británico, de brexit, en este rompecabecabezas de tetrabriks de controles bien colmados de pacientes que brotan como broches prendados en el brocado que tapiza cada pabellón. Y no veo la hora de poder marchar. Día largo el de hoy, plagado de zooms con caras que me interrogan, alcachofas que me inquieren, preguntas que se repiten, un poco de hastío.

Un torbellino que, de cotidiano, se ha hecho compañero, casi hábitat, ordinario. La sal la pone la gente, el lance, el percance, el contratiempo. Y claro está, el verbo. Hablo con todos y de todo. Está en mi naturaleza, que decía el escorpión a la rana. Desde que entro hasta que me marcho de esta cueva de resonancia que es el Zendal, donde una ventosidad se convierte en fragor y una mirada demasiado sostenida en rumor de romance.

No es algo nuestro, sino común a todos los hospitales que he conocido en mi carrera, grandes y pequeños. Remedan pueblos en los que todo se sabe, se conoce y hasta se intuye; siempre antes incluso de que sea conocido por los propios protagonistas. Cada detalle, información, rumor, desgracia o ventura circula a la velocidad de la luz y es compartida por la gran familia hospitalaria. La cosa además no llega nunca a mayores, tan pronto como se difunde se olvida y es sustituida por otra.

Pues como decía, que casi ha pasado la hora del té, son tiempos de brexit, de fronteras cerradas. La de mi casa, afortunadamente abierta, me espera. Las de otras muchas de los que trabajan aquí, también lo están. Y hay gente esperando, en ellas o en algún lugar. Nos lo hemos ganado. Y con creces. Mañana será otro día para nosotros. Otros quedan aquí, 24/7, como algún McDonalds y alguna cosa más.

Continuará…

*** Javier Marco es director médico del hospital de emergencias Isabel Zendal

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