Ángel Víctor Torres (Arucas, 1966) recuerda perfectamente lo que estaba haciendo el día que su Gobierno notificó el primer positivo del coronavirus en España. Se acuerda también de la sensación de alivio (acababa de lidiar con un importante temporal durante el fin de semana) que le precedía antes de saber que, en uno de sus grandes complejos hoteleros, se había diagnosticado un positivo por Covid-19 que obligaría a realizar el primer confinamiento domiciliario del país.
Esa experiencia de ser la "primera autonomía" en lidiar con un virus que nadie conocía, ha dado a Canarias la ‘ventaja’ y ha posibilitado al gobierno socialista de Torres que ahora se hable del "milagro canario". Un término acuñado por la sociedad civil gracias al bajo número de fallecidos e infectados de las islas si se compara con otras regiones.
En una entrevista con EL ESPAÑOL durante su visita a Madrid, el presidente de Canarias recuerda todas aquellas decisiones drásticas (e impensables hace un año) que tuvieron que tomar. Desde cerrar aeropuertos -apenas dos días después de decretarse el estado de alarma-, o hacer test de antígenos a los viajeros que se iban a hospedar en un hotel.
Esta última medida -la de monitorizar los viajeros-, se tomó también por gran parte de la comunidad internacional. "Aunque de forma desigual", apunta Torres. Por eso, y por el bien del turismo de su región, el presidente reivindica un "pasaporte de vacunación europeo" reforzado con un test de antígenos para poder viajar por Europa.
¿Cómo recuerda los primeros meses del coronavirus?
Era un fin de semana en el que Canarias acumuló cuatro fenómenos adversos meteorológicos. El domingo teníamos cerrados todos los aeropuertos de las islas y no podían entrar efectivos, ni por mar ni por aire. Yo terminaba el domingo diciendo que esos incendios habían sido controlados y que la calima bajaba. Todo parecía volver a la calma. Ese lunes, la consejera de Sanidad me llamó para decirme que había un positivo en un hotel.
Tuvo que confinar un hotel. Algo que la Península veía desde fuera con absoluta incredulidad.
Esa misma mañana llamé al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y al ministro de Sanidad, Salvador Illa, y tomamos una decisión en conjunto. Respondíamos desde el punto de vista sanitario a algo totalmente desconocido. Ese confinamiento hotelero recibió profundas críticas en su origen para, tres semanas después, terminar siendo un modelo de gestión.
Desde ese momento, en el que el confinamiento de un hotel se convirtió en la tónica del país ha pasado casi un año. Un tiempo en el que España ha llegado a notificar 600 fallecidos diarios durante varias semanas consecutivas. Esta cifra, unos 600 muertos por una infección del SARS-CoV-2, es el total de decesos en las islas. ¿Cómo ha sido posible?
La insularidad pudo ayudar, igual que la distancia respecto al continente, pero nosotros tomamos decisiones adelantándonos a los acontecimientos. Cuando el 14 de marzo se decreta el estado de alarma, Canarias esperaba dos días y cerraba sus puertos y aeropuertos. Entendíamos que era la primera gran decisión. También pusimos en marcha una declaración jurada para poder viajar y una toma de temperatura. Nos adelantamos al resto de Europa y eso funcionó.
También establecimos un semáforo insular. No es lo mismo aplicar medidas en una isla con una incidencia acumulada alta que en una que apenas tiene casos. Sabíamos que ese modelo era el más complicado, pero era el más acorde.
El hecho de tomar decisiones según el territorio les ayudó mucho, pero en el resto de la península, la norma era: "Todos a una".
Desde el día siguiente al 14 de marzo tuvimos Conferencias de presidentes semanales. Las primeras semanas fueron dramáticas. Lo veía en las caras del resto de presidentes. No fue sencillo, vivimos problemas de suministro de materiales y los hospitales estaban colapsados.
En la segunda oleada, se dieron las competencias a las comunidades y aprendimos, durante esas Conferencias de presidentes, a separar la gestión de la Covid-19 de los ataques partidarios. Todos estábamos afectados por la pandemia. Se tomaron decisiones fruto del aprendizaje improvisado o acelerado; porque no había modelo del pasado para saber cómo actuar.
Ha sido bueno que el Gobierno de España haya tomado unos mecanismos unitarios, pero era necesario que cada autoridad sanitaria los adaptara a su realidad. Por ejemplo, nosotros hemos tomado decisiones muy duras respecto al interior de los establecimientos primando la salud. En otras comunidades, quizá se haya sido más laxo.
Entre esas posibles comunidades más ‘laxas’ podrían estar todas aquellas que estas semanas están rebajando sus medidas restrictivas por la baja de los casos…
La primera medida, la mejor desde el punto de vista económico, es bajar la incidencia acumulada. No tiene sentido mantener la economía por delante de la salud cuando suben los contagios y sube la incidencia acumulada. En nuestro caso, países como Alemania o Reino Unido fueron muy estrictos con la incidencia acumulada. Si no bajábamos ese dato, dejaban de venir turistas.
Nuestro drama fue otro y es que, cuando conseguimos bajar los datos de la incidencia acumulada para la temporada de septiembre, estos países entraron en confinamiento. Fue mala suerte.
Ahora mismo, la mejor herramienta económica es la vacunación: vacunar al mayor número de personas. En Canarias ya tenemos más vacunados que contagiados.
Le pongo dos ejemplos de diferente partido político que han aliviado las medidas lo más pronto posible para mejorar la economía: Isabel Díaz Ayuso, en la Comunidad de Madrid, y Emiliano García Page, en Castilla-La Mancha.
Nosotros también tomamos las medidas lo más pronto posible para aliviar la economía. Pero, repito, si lo más importante es bajar la incidencia acumulada, cuanto antes se tomen las decisiones antes puedes abrir los negocios. Nosotros nos adelantamos a la toma de decisiones para poder tener los mejores datos.
Turismo en Canarias
Esta pandemia ha sido un batacazo para el turismo de las islas. Uno de los sectores con mayor peso en la economía de la comunidad. Canarias ha visto cómo los hoteles cerraban sus puertas mientras que la crisis sanitaria se convertía en económica.
Pero el coronavirus no ha sido la única piedra en el camino del sector (ni la última). Primero fue la quiebra de Thomas Cook (un gigante turístico que traía casi cuatro millones de visitantes al año) y, ahora, el Brexit que pone a tambalear los grandes complejos hoteleros a pie de playa.
Con la pandemia del coronavirus y la problemática que acarrean las grandes aglomeraciones de personas en pequeños espacios, ¿ha llegado el momento de que Canarias cambie su modelo de turismo?
Empezamos esta legislatura con la idea de diversificar el modelo económico de Canarias caminando hacia la economía verde y la economía circular. Junto a ello, pretendemos diversificar los modelos económicos y ser menos dependiente del turismo.
Pero hay que reconocer que, desde los años 60, el turismo es el principal sustento de Canarias. Hemos tenido años donde llegaban 19 millones de turistas. Viajeros que hay que hospedar en un territorio fragmentado con mucha protección medioambiental y que exige una moratoria turística. Por eso, sí había un debate de reorientar el turismo. Pero este es el momento de salvar la economía.
¿Es un debate para el futuro?
Tenemos que conseguir la máxima vacunación y recuperar el turismo. Tenemos infraestructuras y, gracias a ello, se va a diversificar la economía porque tendremos un turismo distinto: sostenible y ecológico. Pero hay que caminar por prioridades. Nuestra prioridad ahora es recuperar la economía.
El proyecto está en marcha pero no para estos momentos. Lo paralizó la pandemia. Íbamos muy bien. Por ejemplo, el paro estaba bajando. Este año tendríamos que estar en un 17% de paro y, sin embargo, tenemos más del doble.
De esos 19 millones de personas que llegaron a las islas, muchos de ellos eran británicos. ¿Qué supone el Brexit para las islas? ¿Ha sido peor, en términos económicos, que el coronavirus?
Lo primero era conseguir una salida pactada y se hizo una gran negociación. Hay que reconocer que lo defendimos y lo peleamos bien.
Lo que nos preocupa es nuestra relación con el turismo británico, porque no podemos hacer más difícil llegar a los turistas que quieren venir. Además, debemos cuidar la relación comercial para productos de sector primario.
La salida del Brexit nos preocupaba tremendamente, pero ha sido superada con creces por la crisis de la pandemia y la llegada del fenómeno migratorio.
Para compaginar turismo y pandemia. ¿Apoya el proyecto del carnet de vacunación?
Absolutamente. Canarias fue pionera y cuando abrimos el mercado turístico aprobamos un decreto ley para que todos los viajeros tuvieran una prueba de antígenos. Aquello funcionó muy bien. Luego se exigió que fuera PCR y llegó la tercera ola.
Ahora necesitamos que haya mayor número de vacunados posible y que con la vacunación se pueda hacer turismo. Lo que se llama el pasaporte sanitario de la vacunación. Cierto, que no es del todo justo. Sabemos que habrá sectores de la población que tendrán que esperar para ser vacunados. Y hay otro problema: todavía desconocemos si el vacunado puede contagiar.
Por eso hay que buscar una fórmula en Europa, no por países, de forma global. Apoyemos que el pasaporte sanitario, si es necesario reforzado con un test de antígenos, permita viajar por toda Europa.
El continente perdió un tiempo precioso, de mayo a octubre, porque no hubo un acuerdo para cerrar las fronteras. Pero ahora no tenemos tiempo que perder. Las vacunas tienen que significar pasaporte sanitario reforzado, si es preciso, con antígenos.
Crisis migratoria
Su buena memoria le hace ver el vaso medio lleno en lo que se refiere a su mandato. Por lo menos así es como él mismo lo siente después de haber gestionado en apenas un año una gran crisis económica, sanitaria y migratoria.
“Es lo que nos ha tocado. A mí como presidente y a la sociedad en general”, reconoce en esta entrevista en la que lanza una llamada a la “corresponsabilidad” de Europa para gestionar el problema migratorio. "Un húngaro, un alemán o un suizo tiene que entender que, cuando llega un inmigrante a Canarias, está llegando también a su país".
¿Cómo ha agravado la pandemia del coronavirus la situación de la migración irregular en las islas?
El fenómeno migratorio ha ido creciendo en los últimos años y se ha complicado por la pandemia. Ahora las situaciones son más complicadas y hay cierre de espacios aéreos. Canarias ha vivido un año durísimo.
A diferencia del año 2006 y 2007, en el que las deportaciones se hacían de manera inmediata, la pandemia lo ha frenado todo. Pero también hay que entender que el coronavirus potencia la inmigración. Huyen de su país y del virus.
¿Y, ahora mismo, cómo están?
Estamos mejor que en octubre o noviembre. Aun así, durante diez años (2011-2020), se desmantelaron las estructuras que había en Canarias. Fue un error porque la inmigración va a existir siempre en las islas.
Con el confinamiento cedimos nuestros espacios, pero con la vuelta a la actividad docente, tuvimos que requerir esas áreas y se tuvo que tirar de hoteles. Con todo ello, no es la solución.
Tuvimos momentos dramáticos. Como en el mes de noviembre cuando llegaron más de 2.000 personas a Gran Canaria. La situación se visibilizó por todo el mundo. No era la mejor respuesta, no era la mejor imagen. Pero se arbitraron los mecanismos necesarios. Mediante el tránsito reglado se ha aliviado la cantidad de personas que han llegado a las islas. Eran unas 26.000 personas y hoy quedan unas 10.000.
¿Cuál es la mejor respuesta?
Lo que estamos haciendo no es suficiente. Canarias es tan Europa como Bruselas o París. Cuando un inmigrante toca suelo canario lo que pisa es Europa. Por eso, el fenómeno migratorio es un problema que debe incumbir al continente y no solo a la zona fronteriza.
Tenemos que trabajar en un nuevo acuerdo. Un nuevo pacto de asilo e inmigración que sea totalmente distinto a la propuesta de septiembre que apela a que toda la responsabilidad sea de los territorios fronterizos. Eso condena a las islas.
¿Tiene miedo de que Canarias se convierta en Lampedusa?
Tengo una gran preocupación porque Europa apruebe un documento que debería de ser vetado y en el que la responsabilidad de la inmigración queda en espacios fronterizos. Un húngaro, un alemán, un suizo tienen que entender que, cuando llega un inmigrante a Canarias, está llegando también a su país.
Si tenemos 26.000 inmigrantes en Canarias la respuesta tiene que ser conjunta y tiene que haber una cuota o porcentaje justa de inclusión entre todos los estados miembros.
¿La situación que está viviendo Canarias en estos momentos ha incrementado el discurso xenófobo?
Sí. Hemos asistido a bulos y mensajes malintencionados como, por ejemplo, que había un aumento de la inseguridad en las islas. Pero sean ciertos o no esos mensajes, esto preocupa porque es un caldo de cultivo.
Canarias no es una comunidad que se haya caracterizado por ser racista. Somos una comunidad migrante.
No hay ni un representante de la ultraderecha en ningún ayuntamiento de Canarias, ni en ningún cabildo, ni en el Parlamento. Hay solo dos en las Cortes Generales. Pero, desde el punto de vista político e institucional, no había apenas representación de la ultraderecha.
También hay imágenes, que no son bulos, de inmigrantes ejerciendo la violencia. ¿Qué hay que hacer ahí?
Deportarlos automáticamente, como se establece en la ley. Quién sale de su país buscando una oportunidad mejor, pero practica la violencia, no merece un derecho de asilo.
Una última pregunta. Este julio hace dos años desde que juró su cargo. Una legislatura muy movida, seguro que pocos la querrían tener. ¿Cuáles son sus planes de futuro?
Yo miro hacia atrás y a la vez hacia delante porque veo siempre el vaso medio lleno. Vamos a mejor. Lo hemos pasado muy mal y, seguramente, este ha sido el peor mandato que ha podido tener un Gobierno de Canarias.
Me lo reconocen los antiguos presidentes. Algunos de ellos dicen que no se querrían ver en mi pellejo. Pero es lo que nos ha tocado vivir. No a mí, a la sociedad.
No lo voy a negar: quedan meses duros. La economía se puede parar de un día para otro, pero no reactivar. Reconstruir los modelos económicos lleva su tiempo aunque confío en que los seis meses últimos de este año vayan a ser de un aumento del Producto Interior Bruto (PIB).