Pablo Iglesias no faltó este martes al acto por el cuadragésimo aniversario del 23-F celebrado en el Congreso de los Diputados. De traje y corbata, el vicepresidente segundo del Gobierno, sentado una fila detrás de Pedro Sánchez, escuchó con atención los discursos de la presidenta de la Cámara Baja, Meritxell Batet, y del Rey, en los que ambos resaltaban el triunfo de la democracia frente al golpe y el papel fundamental en esa victoria del rey Emérito.
Iglesias expresó su rechazo sin aplaudir, como también hacían el resto de dirigentes podemitas presentes. No se entretuvo mucho y abandonó de los primeros el Salón de los Pasos Perdidos, la sala solemne donde Felipe VI se quedó departiendo con las autoridades, antes de visitar con ellas el Hemiciclo, el lugar donde se produjo el intento de asonada encabezada por el teniente coronel Antonio Tejero.
No es imposible que durante el acto la mente de Iglesias viajase, por mera asociación de ideas, al verano de 2012. Entonces, un Iglesias mucho más jóven, que no había fundado aún Podemos, impartía una charla en la Universidad de Valencia.
Allí, ante un grupo de estudiantes y dentro de su exposición inicial, antes del turno de preguntas, pudo exponer su singular teoría sobre el golpe o, en su propia expresión, que escribió en una pizarra, la "hipótesis 23-F". En síntesis, se trató de un "autogolpe" en el que participó Juan Carlos I y "a pesar de que Alfonso Armada finalmente no es presidente, en buena medida triunfa".
Acababa de leer el hoy líder de Podemos, o estaba en ello, el "bestseller" de Javier Cercas, "Anatomía de un Instante", y afirmaba tajantemente que no podía hablarse de "fracaso" del golpe militar. ¿Por qué? Iglesias lo explicaba con estas palabras: "Para empezar, hablar de 'fracaso del golpe' es una cosa que no se sostiene. Si hacemos un análisis histórico de lo que pretendían los golpistas y lo que en buena medida consiguieron".
A su juicio, tampoco se puede hablar de "conspiración" en referencia a los hechos de hace cuarenta años en el Congreso (en el instante de la charla hacía un año que había tenido lugar el 30 aniversario) ya que, "por definición, una conspiración es algo de pocas personas".
Y en aquella ocasión, el hoy vicepresidente segundo del Gobierno, que dice basar su tesis en lo que cuenta Cercas en el libro, "todas las élites económicas y políticas de este país, con algo más que la aquiescencia de algunos partidos de izquierdas, sobre todo el PSOE, veían, no con malos ojos, una solución que implicara que Suárez dejara de ser presidente del Gobierno y que hubiera una suerte de gobierno de concentración, de concertación o de unidad nacional presidido por un miltar que fuera Armada. Era una cosa que tenía clara todo el mundo".
Y "detrás" de esa idea estaban, afirmaba Iglesias en su charla de 2012 en la ciudad del Turia, "los periodistas, los dueños del poder económico, los dueños de las empresas, los principales partidos, el jefe del Estado...".
Tejero, "un pelele"
Para sustentar intelectualmente su postura, Iglesias proyectó el vídeo de un rap hecho por el grupo Los Chicos del Maiz y emitido entonces en su programa de televisión La Tuerka.
En él, con el característico fraseo de ese género musical, el cantante Mega -que comienza aludiendo sarcásticamente a la enfermedad mental del presidente Suárez, entonces aún con vida- afirma que "resulta más que evidente que don Juan Carlos estaba al corriente del 23-F", que Tejero fue "un pelele dirigido como una marioneta desde La Zarzuela" o que "la transición, una falacia, somos reacias a la historia oficial, que construyeron los que luego fundaron el GAL" una afirmación que se ilustraba con una foto del entonces líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba.
El rapero afirmaba también que "la OTAN financió el Congreso de Suresnes" en referencia al cónclave del PSOE en 1974, aún en la clandestinidad, en el que se eligió como secretario general a Felipe González.
Después de la proyección del vídeo, Iglesias se mostraba "bastante de acuerdo con todo". La explicación de por qué "se dieron" el "autogolpe" es a su juicio muy clara. "Lo que había era miedo" y por ello, explicaba el profesor Iglesias, "los mismos sectores que habían tutelado una serie de transformaciones institucionales, temían que eso pudiera implicar un desarrollo no esperado de lo que estaba ocurriendo en este país. Y eso había que pararlo. Y había que pararlo poniendo a un militar al frente del Gobierno y recuperando ese poder como actor político de los militares, había que terminar con el Estado de las autonomías y con su desarollo".
En 1981 el Estado autonómico apenas había comenzado su camino. Sólo el País Vasco y Cataluña tenían aprobado su Estatuto y apenas tres meses después del 23-F lo hizo Galicia, otra de las comunidades históricas o nacionalidades que accedieron a la autonomía por la llamada "vía rápida". Después de la asonada se desarrollaron y aprobaron nada menos que los catorce estatutos restantes, que luego serían reformados casi todos al cabo de los años. A pesar de que según Iglesias el freno a ese desarrollo autonómico fue uno de los principales objetivos políticos del "autogolpe".
"Asustar a la izquierda"
Otro de esos objetivos habría sido el de "asustar a la izquierda" ante la inminencia de la victoria socialista. Así lo explicaba el profesor Iglesias: "Todo apunta que Felipe González va a ganar las elecciones y como estos pretendan que desde el Estado pueden hacer cualquier cosa, que llegar al Gobierno de un país implica mandar de verdad... entonces tendremos un problema. Esa es la base de un autogolpe" concluía.
El hoy vicepresidente alertaba a su audiencia de que en aquel momento en España (Mariano Rajoy comenzaba su mandato tras ganar por mayoría absoluta y la sombra del rescate pendía sobre la economía española) también se estaba gestando un nuevo autogolpe.
En otro momento de la lección, Iglesias aseguraba que la versión de lo ocurrido la noche del 23 de febrero de 1981 en el Palacio de la Zarzuela que ofrece en su libro Cercas es "una gilipollez como un piano". Para mostrarlo, escenificaba la conversación entre el Rey Juan Carlos y el general Armada, tratando de ridiculizarla.
Afirmaba que Sabino Fernández Campo se puso al habla con Armada, cuando en realidad el secretario general de la Casa del Rey se limitó a hacerle gestos al monarca para que no le diera vía libre para ir a La Zarzuela. Todo ello tras haber hablado él previamente con el general Juste, jefe de la División Acorazada Brunete, ante el que pronunció su célebre frase, referida a Armada, de "ni está, ni se le espera".
En todo esto bien podría haber estado pensando Iglesias durante el acto en el Congreso. Casi al mismo tiempo, la portavoz del Gobierno del que forma parte, María Jesús Montero, fijaba en su rueda de prensa semanal la postura del Ejecutivo ante el 23-F y el papel del Emérito: "Nadie puede dudar de la aportación que hizo a la democracia de este país. Su aparición marcó un punto de inflexión. No hay discusión sobre el papel que jugó en la consolidación de la democracia". Iglesias, como es evidente, discrepa.