El triunfo arrollador de Isabel Díaz Ayuso en las elecciones autonómicas del pasado martes lo cambia todo. La política madrileña, en la que la presidenta gobernará a sus anchas, sin coaliciones y sin excesivos problemas para legislar en la Asamblea de Vallecas; la situación de la izquierda, en la que ya no estará Pablo Iglesias y donde a Pedro Sánchez se le abren dos complejas renovaciones de liderazgos tanto en Madrid como en Andalucía, donde se reeditará su antigua guerra con Susana Díaz; la política nacional, con un Ciudadanos en claro riesgo de desaparición y un Pablo Casado más empoderado que nunca para llegar a La Moncloa y por último, pero no menos importante, en el propio PP de Madrid.
Casado le entregará a Ayuso la presidencia de los populares madrileños, cuyo congreso, como el resto de autonómicos y provinciales, se celebrará entre este año y el que viene, igualándola así con sus homólogos, los barones territoriales, que además de los gobiernos presiden sus respectivas organizaciones.
Así, quien llegó en 2019 siendo una gran desconocida, con el aval de Casado, a quien le une una estrecha relación política desde que ambos coincidieron en Nuevas Generaciones, se convertirá en apenas dos años, y después aparecer el martes en el balcón de Génova como toda una superstar, en alguien asemejable al gallego Alberto Núñez Feijóo, al castellano y leonés Alfonso Fernández Mañueco o al andaluz Juan Manuel Moreno Bonilla. Ayuso será, como sus homólogos, capitana y con mando en plaza.
En principio podría parecer lo normal y ordinario, pero Madrid, donde por razones obvias el peso de la capital no es el mismo que en otras regiones, siempre ha estado sujeto a una tensión interna en el PP entre los ámbitos municipal y autonómico que llegó a su punto álgido hace más de una década entre el entonces alcalde, Alberto Ruiz Gallardón, y la entonces presidenta autonómica, Esperanza Aguirre. Ambos libraron una feroz batalla por el control del partido que se saldó en favor de Aguirre, pero que dejó profundas heridas en la organización y entre sus dos contendientes.
Ayuso viene desde hace tiempo reclamando en privado ostentar la presidencia regional del partido, en manos de una gestora sui géneris desde 2018, cuando el escándalo del Master precipitó el abandono de Cristina Cifuentes de sus cargos institucionales y orgánicos: la jefatura del Gobierno de la Puerta del Sol y la presidencia de los populares madrileños.
Sui géneris porque no se nombró una dirección nueva, como suele ocurrir con las gestoras, sino que se mantuvo la que había pero únicamente renovando su liderazgo, con carácter transitorio como es preceptivo.
La cabeza de esa dirección paso a estar ocupada por un veterano como Pío García Escudero en la presidencia y por Juan Carlos Vera como secretario general o número dos, a quien Casado sustituiría a su llegada a la presidencia nacional por alguien de su generación y de su confianza, Ana Camins, también senadora y diputada autonómica en Madrid.
Almeida se descarta
Como es obvio, el único dirigente que podría oponerse a que Ayuso fuese la presidenta del PP madrileño y disputarle esa batalla es el acalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, bien reclamando para sí mismo el puesto, bien, como hizo Gallardón con su número dos, Manuel Cobo, presentando a alguien de su cuerda para dar la batalla, o bien abogando porque el partido tomase una decisión salomónica y nombrase a un tercero en discordia o candidato de consenso que estableciera una suerte de tricefalia: alcalde, presidencia de la Comunidad de Madrid y presidencia del PP regional.
Camins ha llegado a ser señalada como esa posible candidata de consenso, pero fuentes de la gestora aseguran que Ayuso tiene la vía libre y que su reivindicación sobre la presidencia orgánica es, más aún después del 4-M, absolutamente lógica. "Lo raro sería que no la quisiera" concluyen.
Después del 4-M el poder institiucional de Almeida es objetivamente algo menor que el de Ayuso, pues él sí está sujeto aún a los equilibrios de un consistorio en coalición con Ciudadanos, con Begoña Villacís como vicealcaldesa, y que depende del apoyo en el pleno municipal de Vox.
Aunque si la tendencia marcada en las elecciones autonómicas, cuando el PP ganó en todos los distritos de la capital sin excepción, se consolida en las municipales de 2023 el acalde no sólo saldrá reelegido, algo de lo difícilmente se puede dudar a día de hoy, sino que tendría un poder igual o mayor que el de Ayuso. Pero para entonces el congreso del PP madrileño ya se habrá renovado.
En una entrevista el pasado abril en La Razón, poco antes de la campaña electoral madrileña, Almeida daba una de cal y otra de arena sobre el asunto. Afirmaba genéricamente que la decisión sobre quién presidiría debería corresponder "a los afiliados", pero preguntado explícitamente sobre si se descarta zanjaba el asunto con laconismo: "No entra en mis planes presentarme a presidente del PP de Madrid".
Un momento dulce
El PP de la Comunidad de Madrid vive tras el 4-M un momento dulce después de años de sinsabores. Los tres antecesores de Ayuso en la Puerta del Sol (exceptuados los transitorios Ángel Garrido y Pedro Rollán) salieron por la puerta falsa.
Aguirre con una sorpresiva dimisión en 2012 que dio paso a Ignacio González, quien tras ser relegado por Mariano Rajoy y sustituido por Cifuentes terminó nada menos que en la cárcel por su implicación en el caso Lezo, una de las tramas de corrupción que han salpicado la gestión de los populares. En 2015, además, y tras ser apartada Ana Botella, la hasta entonces alcaldesa, para nombrar a Aguirre candidata, el PP perdió el bastón de mando en la capital en favor de Manuela Carmena, luego recuperado por Almeida.
Ahora el histórico triunfo del 4-M abre nuevas perspectivas de cara a las autonómicas y municipales de 2023. Por supuesto la de renovar el mandato de Ayuso y llegar incluso a la mayoría absoluta, de la que en esta ocasión se ha quedado a cuatro escaños, y afianzar la alcaldía de Almeida.
Pero también pelear por alcaldías del sur tradicionalmente en manos del PSOE en ciudades que, en contra de la propaganda de la izquierda esta pasada campaña, singularmente la de Podemos, cuando votan en masa como el pasado martes no son refractarias al PP. Así Parla, Leganés, Getafe, Fuenlabrada o Móstoles, importantes nucleos de población del llamado 'cinturón rojo', con alcaldes del PSM, que Ayuso tiñó de zul como nunca.
En alguna de esas ciudades Aguirre logró ganar alcaldías con dirigentes de su confianza en 2011, coincidiendo con el declive del PSOE de Zapatero. Un reto que tendrá entre sus objetivos Ayuso, quien nunca tuvo cargos relevantes, ni siquiera en Nuevas Generaciones, pero que pronto llevará el timón de la nave de su partido de siempre, el PP de Madrid.
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