Iglesias y Rivera, los líderes que llegaron para revitalizar la política y han muerto en el intento
Irrumpieron de una manera tan fuerte como inesperada hace algo más de un lustro, pero ambos se han prejubilado políticamente apenas cumplidos los cuarenta.
9 mayo, 2021 01:18Noticias relacionadas
Al principio de la cuarentena, poco más de un lustro después de acaparar todas las miradas y con sus respectivas formaciones en agudas crisis, Pablo Iglesias y Albert Rivera son hoy, quién iba a decirlo, los dos principales juguetes rotos de la llamada "nueva política".
Aquellos dos jóvenes que llegaron para revitalizar la política española al frente de Podemos y Ciudadanos, dos formaciones de nuevo cuño, han muerto en el intento. El líder de Podemos es ya de facto, tras su batacazo en las elecciones madrileñas del 4-M, lo mismo que el ex presidente de Ciudadanos tras su debacle de las elecciones generales de 2019: un prejubilado político.
En 2015 se puso de moda la serie Borgen, que refleja la política en Dinamarca y en la que una líder centrista llegaba a primera ministra mediante una coalición rocambolesca sin haber sido la formación más votada. A Iglesias y a Rivera se les vinculó con operaciones parecidas. Ahora ambos parecen asemejarse más, valga la alegoría e incluso la hipérbole, a otra serie de éxito: The Walking Dead.
Iglesias, al menos, ha conocido lo que es la responsabilidad de Gobierno, durante su a la postre año escaso en la vicepresidencia segunda; Rivera, en cambio, que soñó despierto con La Moncloa, no puede sumar ese bagaje a su currículum, al contrario que muchos de sus compañeros, que ejercen importantes cargos ejecutivos en autonomías y ayuntamientos, como Begoña Villacís, la vicealcaldesa de Madrid, o los vicepresidentes de Andalucía y Castilla y León, Juan Marín y Francisco Igea.
Llegaron pisando fuerte y con la intención de marcar época, y en buena medida lo hicieron, pero su final se antoja demasiado abrupto y prematuro para las expetativas que generaron. Y no se trata solo de su peripecia personal, sino la de los proyectos de Podemos y Ciudadanos a los que imprimieron un innegable sello personal.
"Le dije a Villegas y Malú..."
El partido naranja, liderado ahora por Inés Arrimadas -no en vano una pupila de Rivera, aunque ahora totalmente distanciada de su antecesor- no ha logrado superar el descrédito en el que le sumió hace dos años la estrategia riverista, castigada severamente en las urnas por unos votantes que, en el breve lapso de seis meses, le hicieron perder hasta cuarenta y siete escaños en el Congreso.
Una estrategia que pasó por su particular 'no es no' a Pedro Sánchez, con el que en 2016 llegó a alcanzar un acuerdo de Gobierno que no tuvo números entonces para salir adelante, y su descarada apuesta por rebasar al PP, del que se quedó a apenas doscientos mil votos de distancia el 28 de abril de hace dos años, cuando un Rivera triunfal pronunció una desafiante frase dirigda veladamente a Pablo Casado: "Nosotros sí tenemos futuro".
Medio año después, y tras desoír a las voces que le pedían abrir la mano al acuerdo con el PSOE para sacar a España del bloqueo institucional y evitar la llegada de Podemos al Gobierno, Rivera dimitía tras pasar de 57 a 10 escaños y de ser la tercera fuerza política a la sexta del Congreso, por detrás incluso de ERC. En realidad, lo que primó fue su afán por llegar a La Moncloa y hacerlo a la residencia y al despacho principal del complejo, sin que le hubiera servido siquiera el de vicepresidente primero que merced a la suma de 180 escaños con el PSOE podría haber alcanzado en 2019.
Así lo desveló él mismo en el libro "Un ciudadano libre" publicado el año pasado, donde relataba su final político y lo que le dijo tras el gran resultado de abril a las dos personas más cercanas en el ámbito político y en el personal: "A pesar del buen resultado, confesé por separado a Villegas [José Manuel, su número dos en el partido] y a mi pareja [Malú] mis intenciones: 'Me queda una oportunidad más: o llego a la Presidencia del Gobierno en las siguientes, o me marcho y dejo paso'. Desde mayo de 2019 había empezado a asumir ese 'plan b' que me permitiera tomar decisiones sin temor al futuro, pasara lo que pasara en las urnas".
Es decir: ser presidente por encima de todo, incluida la viabilidad política de Ciudadanos, ahora, tras quedarse fuera de la Asamblea de Madrid, seriamente comprometida. De ese todo o nada Rivera se quedó en nada, políticamente, y ahora es presidente ejecutivo del despacho de abogados Martínez-Echevarría & Rivera, al que incluso ha incorporado su apellido, que cuenta entre sus clientes con el PP de Casado, algo que ha destapado todo tipo de especulaciones.
Iglesias, ascenso y caída
En el caso de Iglesias, sus posturas maximalistas del inicio, cuando confrontaba de manera frontal con Sánchez, al que incluso le reprochaba en sesión parlamentaria los crímenes del GAL -"cuídese de Felipe González, ese que tiene las manos manchadas de cal viva" le espetó en medio de un tenso debate en 2016- fueron dando paso al posibilismo que, finalmente, y con una fuerza parlamentaria mermada -Podemos pasó de 71 escaños en 2016 a 35 en 2019- llevó al acuerdo de coalición con el PSOE para la investidura de Sánchez en enero de 2020, poco antes de que estallara la pandemia.
Aunque curiosamente, su llegada al Ejecutivo, que tuvo una influencia incluso en su forma de vestir (ya no era alérgico al traje, como antaño) y que como él mismo presumió recientemente en una entrevista con un medio italiano no tiene precedentes en un dirigente comunista europeo, le fue devolviendo, poco a poco, a sus orígenes discursivos.
Algo que ha alcanzado el paroxismo en la campaña madrileña, centrada en la obsesión con los medios de comunicación, a los que de hecho ha eludido todo lo posible al tiempo que confrontaba con ellos o en el enfrentamiento con Vox. Incluido en esto último la infiltración en el mitin de Rocío Monasterio y Santiago Abascal en Vallecas que han desvelado las recientes detenciones de algunos colaboradores de Podemos, ocultadas por el ministerio del Interior.
Estrategias de choque y agitprop muy distintas a las seguidas por Más Madrid, la formación escindida por Íñigo Errejón en 2019, y su candidata Mónica García, que lejos del residualismo de la izquierda ha logrado el hito de dar el sorpasso al PSOE en la Comunidad de Madrid.
Iglesias llegó a lo más alto, pero la experiencia de pisar moqueta y gobernar no parece sentarle bien a su partido, como demuestran las urnas cada vez que se abren desde entonces. En julio de 2020 Podemos desapareció de Galicia y perdió la mitad de sus apoyos en el País Vasco, resistió en las catalanas de febrero, aunque allí opera una confluencia manejada por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y con él como candidato apenas pudo mantener el listón del 5% en Madrid logrado ya por Isa Serra en 2019.
Una serie de resultados que señalan el declive que a partir de junio tratará de revertir la primera dirección morada sin Iglesias, con sus fieles Ione Belarra e Irene Montero al frente y con la pretensión de que Yolanda Díaz, la vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo, sea la candidata en las próximas generales. Mientras, Iglesias aspira a asentar un futuro en el mundo de los medios, para lo que parece contar con la inestimable colaboración de su amigo Jaume Roures.
En toda esta celérica peripecia ambos han sido padres. Rivera por segunda vez e Iglesias por primera. Sus hijos no alcazarán a tener memoria de cuando sus padres fueron dos de los políticos más importantes de España. Salvo que algún día regresen.