"Una decisión de Moncloa sin razonar y obviando a los servicios secretos". Así de contundentes se expresan fuentes de Inteligencia en conversación con EL ESPAÑOL sobre la decisión adoptada a finales del pasado mes de abril de traer a España a Brahim Ghali, el jefe del Frente Polisario. Ghali permanece ingresado desde entonces en un hospital de Logroño aquejado por la Covid-19.
La medida ha precipitado, a la postre, una crisis diplomática con Marruecos y la mayor avalancha de inmigrantes sobre Ceuta, ya que 8.000 personas cruzaron la frontera en apenas dos días.
Las fuentes de la Inteligencia española consultadas por este periódico indican que el Ejecutivo había sido advertido en reiteradas ocasiones de la posibilidad de que el régimen marroquí propiciara una situación como la que se ha vivido esta semana. De hecho, la ministra de Defensa, Margarita Robles y el de Interior, Fernando Grande-Marlaska, no eran partidarios de acoger al líder saharaui.
Los informes que realizan el CNI y otros servicios de información del Estado recogen una gran cantidad de datos que permiten dibujar diferentes escenarios. Se establecen así hipótesis que se califican a continuación según la probabilidad de que puedan concretarse.
En el caso de Marruecos, los servicios de Inteligencia estimaban como una hipótesis "muy probable" que Rabat, en el caso de sentirse agraviado, propiciase una llegada masiva de inmigrantes subsaharianos a las fronteras de Ceuta y Melilla.
Otra de los supuestos que contemplaban, aunque lo consideraban menos probable, era que Marruecos se atreviese a lanzar a sus propios ciudadanos hacia la frontera española, en claro amago de una nueva Marcha Verde como la vivida en noviembre de 1975 en el Sáhara español. En eso erraron los servicios de Inteligencia. Tampoco contaban con que una mayoría de quienes pudieran asaltar la frontera fueran menores.
La baza de Marruecos
Marruecos viene jugando la carta del envío masivo de inmigrantes hacia las ciudades autónomas españolas desde hace por lo menos una década. Es una de sus principales bazas.
Las mismas fuentes insisten en que lo más fácil para el país vecino, ante cualquier problema con España, es "abrir el grifo" y liberar la presión migratoria que ellos a su vez tienen en su territorio. Por tanto, en el CNI conocían el riesgo y en Moncloa también, porque tenían sus informes, pero aún así se decidió acoger al jefe del Frente Polisario.
En Inteligencia recalcan que la situación empeoró desde la decisión que tomó Donald Trump de reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental. Rabat considera este territorio una cuestión de Estado y trata de imponer una política de hechos consumados.
En un año, Marruecos ha conseguido que una veintena de países reconozcan su soberanía sobre el Sáhara, países que han instalado consulados en El Aaiún o Dajla, ciudades de esta región. La decisión de Trump envalentonó a Rabat, que ahora presiona a Europa para exigir una reacción similar por su parte.
En ese ambiente, los informes de los servicios de Inteligencia comenzaron a alertar de la necesidad de actuar con precaución en todo lo relativo al Frente Polisario. En esos análisis, se insistía en pedir cautela a la hora de abordar este asunto.
La clave de la operación para acoger y dar tratamiento médico a Brahim Ghali era ocultar su identidad. Por eso se trató de evitar que su presencia en España fuera descubierta por el régimen de Rabat, que acusa al líder saharaui de "crímenes de guerra y graves violaciones de los derechos humanos".
Pese a todo, la extensa red de espionaje marroquí no tardó en descubrir la operación. Tal y como reveló EL ESPAÑOL, fueron sus servicios secretos desplegados en Argelia los que se percataron ya allí de los planes para traer a Ghali a España. Antes incluso de que éste subiera a bordo del avión militar medicalizado que le trasladó desde Argel hasta la base militar de Zaragoza el pasado 18 de abril.
La respuesta llegó el pasado lunes. En los días previos al asalto de la frontera en Ceuta, la Dirección de Vigilancia del Territorio (DST) había utilizado a sus agentes infiltrados dentro de las redes de migración para avisar de que resultaría sencillo salir a España en fechas muy próximas. También recurrieron para concretar su plan a los mkadam, funcionarios que mantiene el régimen marroquí disgregados en las ciudades para mantener el control de los barrios.
Ya en la frontera, algunos de los gendarmes marroquíes abrían las puertas de la valla a los jóvenes que habían llegado a pie, en taxis y autobuses. Otros simplemente observaban sentados, inmóviles, mientras centenares se introducían en el agua rumbo a la orilla española. Una de las hipótesis del CNI tomaba cuerpo en ese momento.
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