Al modo de piratas, a quienes los monarcas concedían patente de corso para surcar los mares, el Grupo 43 del Ejército del Aire actúa con la libertad de quien tiene una misión urgente y ni un minuto que perder para cumplirla. Por eso operan bajo el amparo de una carta de exenciones. Por eso se les conoce como "los corsarios".
Su cometido: apagar incendios forestales a lo largo y ancho de la geografía española. Son, a su modo, los guardianes de los bosques, los ojos que desde el aire sofocan y cortan el avance de las llamas.
Este 2021, el Grupo 43 cumple 50 años en funcionamiento. Su trabajo se realiza bajo el ala del Mando Aéreo General (MAGEN), operativamente dependen de la Unidad Militar de Emergencias y funcionalmente del Ministerio para la Transición Ecológica. Cuentan con las aeronaves con mayor capacidad de toda la flota de las Fuerzas Armadas.
En sus dos enormes depósitos, alcanzan a transportar unos 6.000 litros, seis toneladas de agua para sofocar el fuego que azota los bosques, principalmente durante estos meses de verano. Sofocan unos 400 incendios al año en toda España.
Hay ciertas obligaciones que los corsarios, a diferencia de otras unidades, no tienen que cumplir. Su cometido requiere de inmediatez y reacción instantánea, y por eso, por ejemplo, están exentos de elaborar planes de vuelo o de evitar sobrevolar zonas pobladas. También tienen la potestad de ejecutar sus vuelos a pocos metros de la superficie. Ellos pueden y deben hacerlo.
Quien habla es el capitán Reinaldo Fernández Boyero, Search and rescue (SAR), dentro del Grupo 43: "Somos como una ambulancia. Estamos libres de algunas limitaciones".
Hace unas pocas semanas que Reinaldo y sus compañeros iniciaron la campaña de verano. Este capitán lleva nueve años, desde 2013, destinado en este grupo, integrado aproximadamente por unas 150 personas: 40 pilotos, 15 mecánicos de vuelo, personal de tierra, de mantenimiento, administrativo, y luego la parte de jefatura, conformada por comandantes, tenientes coroneles y el jefe de la unidad.
365 días al año
La unidad permanece activa los 365 días del año. En invierno, dado que el número de incendios es sustancialmente inferior, realizan misiones de instrucción, de entrenamiento, y quedan alerta por lo que pueda pasar. Porque como dice el capitán, "lejos de lo que la gente cree, también salimos a apagar fuegos en invierno".
Ahora, en estas fechas, el Grupo 43 se activa por completo. Desde principios de junio hasta octubre, desde su cuartel general en la Base Aérea de Torrejón de Ardoz, centro de operaciones, los corsarios se dispersan por los 7 destacamentos desplegados en la geografía española, y desde ahí vigilan los bosques: Santiago, Zaragoza, Pollensa (Mallorca), Málaga, Badajoz, Salamanca y Madrid.
Así, muchos de ellos pasan una media de 4 meses al año fuera de casa.
-¿Lo más duro de vuestro trabajo?
-Muchas cosas, pero lo más complicado es estar tanto tiempo lejos de la familia -dice el capitán-. Ahora mismo llevo un mes sin ver a mi pareja y a mi hija. Estás todo el verano en el puesto que te toque, en alarma presencial desde que amanece hasta que anochece. Estás a una hora del aeropuerto o de la base aérea. En campaña es estar en alarma y localizado durante 4 o 5 meses.
Dice Fernández Boyero que los verdaderos héroes de los incendios son quienes están en tierra, en primera línea, los brigadas forestales y los bomberos, haciendo cortafuegos y sofocando las llamas. "Nosotros no apagamos los incendios. Somos un apoyo. Bajamos la temperatura de algunos puntos donde ellos no pueden acercarse y entonces descendemos hasta ahí y soltamos agua en puntos clave de descarga. Hay veces que interesa más que refresques una zona, donde ya no hay llamas, pero así permites que abajo no tengan que estar supervisando constantemente esa zona".
Situaciones comprometidas
El Grupo 43 vive sus situaciones más comprometidas cuando los incendios llegan a las casas, a zonas habitadas. Cuando les notifican que un contingente de bomberos ha quedado rodeado por el fuego. Cuando se produce un accidente en una aeronave. Pero su pericia juega ahí un gran papel. Los corsarios, con sus enormes aeronaves de color amarillo, acuden siempre al rescate y solventan estas y otras situaciones.
"Sin nuestros compañeros en tierra, los mecánicos, la gente de mantenimiento, no sería posible lo que hacemos. El equipo es muy bueno y todo sale adelante gracias a ellos". Mientras, en el aire, en cada avión viajan tres tripulantes: dos pilotos y un mecánico de vuelo.
La interacción con el agua es lo más característico de este tipo de vuelos. Quienes acceden al grupo y se convierten en corsarios se encuentran con algo totalmente novedoso: despegar en el agua, aterrizar en en el agua, cargar en el agua. Y dependiendo del lugar, cada una de esas maniobras puede llegar a entrañar un cierto riesgo que requiere la máxima precaución a la hora de ejecutarla: "No es lo mismo cargar en un pantano enorme o en el mar, cuando no te queda más remedio, incluso con olas de un metro", explica el capitán.
En este punto, el mando lanza también una advertencia a quienes, en la costa, se les acercan cuando se encuentran cargando de agua los depósitos y no tienen un minuto que perder. "A veces nos hemos visto obligados a abortar la carga y a buscar una zona mejor. Es peligroso acercarse. Por eso quiero recordar que no es una atracción. Solo queremos que la gente nos permita continuar haciendo nuestro trabajo".
Por el momento, el verano está siendo más tranquilo que otros. Hay menos actividad incendiaria, pero el Grupo 43 permanece alerta. Siempre dispuesto a ejecutar la frase que figura en el lema de su escudo: "Apaga y vámonos".