Pasaban unos minutos de las 09.00 horas cuando Araceli Hidalgo, de 96 años, hacía historia en la residencia Los Olmos de Guadalajara convirtiéndose en la primera española vacunada contra la Covid-19. De eso hace hoy un año y, pese a lo que preveían muchos expertos, el gran hito de la vacunación no ha puesto fin a la pandemia del coronavirus.
Fallos en las entregas de vacunas, reacciones adversas, grupos de edad, grupos de riesgo, gente que se colaba ...algunos de ellos, allegados al poder, que llegaron incluso a provocar una moción de censura en Murcia y el consiguiente tsunami político en toda España. Pero también citas previas, autocitas, vacunódromos (una nueva palabra para la RAE), pasaporte Covid, antivacunas, protocolos autonómicos, nacionales, europeos y mundiales…
La campaña de vacunación en España ha sido un continuo breaking news en el que ahora, 365 días más tarde, se habla de terceras dosis.
Comenzaremos por el principio. Las primeras vacunas llegaban a España el 26 de diciembre a las 07.23 horas de la mañana. Eran preparados de la farmacéutica Pfizer y España empezaba a escuchar hablar de vacunas de ARN mensajero (las que enseñan a nuestro cuerpo a protegerse frente a una infección sin meterle el virus debilitado).
Era la primera gran buena noticia en la lucha frente a la Covid, pero en el plano político, no estuvo exenta de polémica. El Gobierno se encargó de cubrir las cajas de pegatinas con el logo del Ejecutivo y la oposición le achacó que se estaban atribuyendo un mérito que era europeo (la compra se ha centralizado desde la Comisión para agilizar los tiempos y bajar precios).
Tras ello se empezó a vacunar por lo que el Ministerio denominó "grupos etarios". La edad y la vulnerabilidad marcaban el ritmo de administración de unas vacunas que, primero se inyectaron a personas mayores institucionalizadas (en residencias de ancianos).
Los centros de mayores, como reconocía hace unos días la propia ministra de Sanidad, Carolina Darias, eran el grupo burbuja en el que ver cómo funcionaba la vacuna. Y los resultados eran muy buenos: la mortalidad y los contagios empezaron a bajar significativamente.
El pinchazo a Araceli, con esa enfermera sonriente y dando una atención personalizada, dio paso a los vacunódromos. Macrocentros donde centenares de enfermeros dispensaban vacunas a una velocidad vertiginosa.
Con sus pinchazos, la incidencia acumulada que se desató tras las navidades de 2020 (la tercera ola) iba bajando, al mismo tiempo que subía la picaresca española.
Cuando había que vacunarse por grupos de riesgo (profesionales sanitarios, profesores, bomberos…) algunos políticos y autoridades decidieron saltarse la cola y aprovecharse de su cargo público. Familiares de directores de residencias, la cúpula entera de la Consejería de Sanidad de Murcia o el clero de alguna diócesis copaban las noticias.
Estos hechos llegaron, incluso, al Congreso de los Diputados donde, tras muchas vueltas, se ha puesto en marcha una comisión de investigación a la que no acuden ni el PP ni Vox en protesta porque no se ha citado a nadie "relevante" en el proceso de vacunación.
Efectos adversos
Conforme se avanzaba en la vacunación, los efectos adversos del antígeno se podían analizar en más población y, ahí, aparecían las primeras reticencias. La vacuna más afectada por esto fue la de AstraZeneca. Se detectaron trombosis asociadas a su inoculación y el Ministerio de Sanidad decidió limitar su uso a personas mayores de 60 años.
Esto supuso dos problemas: el primero era que ya se había pinchado a personas con trabajos esenciales (profesores, bomberos, policías) y esa gente tenía la pauta incompleta. El segundo era que el resto de preparados ya se estaban inoculando a mayores de 70 y eso dejaba a la vacuna de AstraZeneca sin pretendientes.
Para solucionarlo, el Ministerio de Sanidad pausó la inmunización de estos grupos profesionales y, cuando la retomó meses después, se creó la segunda gran polémica. Mientras que Sanidad recomendaba mezclar pautas, sus expertos decían que se debía de culminar la pauta con dosis de la misma compañía, tal y como indicaba el fabricante en su prospecto. Sanidad dijo primero que mezclar sí o sí, pero con el revuelo se decidió dar a elegir y, para disgusto de Carolina Darias, la gente se decantó por AstraZeneca.
Pero este no ha sido el único problema de la vacuna de AstraZeneca. También se sumaron los retrasos en las entregas de dosis. Una situación que obligó a la Comisión Europea a emprender acciones judiciales contra la farmacéutica anglosueca.
Un proceso judicial que finalmente terminó en mayo después de que el Tribunal de Primera Instancia de Bruselas dictaminase que AstraZeneca debía entregar a la UE 50 millones extra de vacunas contra la Covid-19 hasta el 27 de septiembre, 40 millones menos de las que pedía la Comisión Europea.
La de AstraZeneca estaba llamada a ser la vacuna que aceleraría la campaña de inmunización, pero no fue así. De hecho, la Unión Europea apostó fuerte por el antígeno de Pfizer, del que también sufrió retrasos en la entrega de las primeras dosis.
Unos retrasos que se debieron a que la farmacéutica hizo mejoras en sus instalaciones con el objetivo de ampliar la capacidad de producción. De hecho, los países miembros de la UE acabaron el segundo trimestre recibiendo 50 millones de dosis extra de Pfizer.
Y es que uno de los éxitos de la industria farmacéutica ha sido cómo en apenas un año se ha pasado de cero dosis a 11.000 millones, según las previsiones que hace Airfnity. Una cantidad que se triplicará el próximo año, hasta alcanzar casi 35.000 millones de antígenos contra la Covid-19.
Janssen y Moderna
Con una leve cuarta ola y la generación del baby boom vacunándose, llegaban los preparados de Janssen y Moderna a gran escala.
Llegó la vacuna monodosis (Janssen), con la que la campaña de inmunización pisaría el acelerador. Pero también se limitó su uso, las dosis llegaban con retraso y, finalmente, precisó de un refuerzo antes de lo esperado.
En el caso de Moderna, a la compañía le ha costado más escalar la producción. En una entrevista concedida a EL ESPAÑOL, Dan Staner, vicepresidente de Moderna y responsable de la compañía para Europa, Oriente Medio y África, dijo que la farmacéutica estaba trabajando para ampliar su capacidad de fabricación y entregar dosis extra después del verano.
De hecho, el laboratorio ha firmado acuerdos de colaboración con diferentes compañías para extender la producción de su antígeno. Una de ellas fue la española Rovi, que se encarga del llenado y acabado de la vacuna y, además, fabrica el principio activo de la misma.
Ola joven
La vacunación ha dejado clara su efectividad con todos los repuntes de casos. La gran prueba de ellos fue la quinta ola, denominada ola joven porque se dio principalmente entre los menores de 30 años, que todavía estaban prácticamente sin inmunizar.
Viajes de fin de curso, fin de las clases y eliminación de las mascarillas crearon un cóctel que explotó y que se paró con la llegada de las vacunas a estos grupos de edad. El hecho de que fuera verano y existiera mayor ventilación también facilitó parar al virus.
Las variantes han sido, desde que aparecieran las primeras, el gran monstruo contra el que han tenido que luchar los sistemas de salud: más virulentas, más contagiosas… El trabajo ha sido adaptarse a ellas y, principalmente, la solución ha sido vacunar más.
Ejemplo de ello es el momento en el que se cumple el primer aniversario del pinchazo de Araceli. España se ha puesto las pilas con la vacunación en menores (gracias al preparado pediátrico de Pfizer) y la tercera dosis (una propuesta que el Ministerio rechazó en septiembre cuando países como Alemania lo empezaban a pedir y que, ahora, quiere acelerar).
Ahora, desde el Gobierno de España miran con esperanza la llegada de nuevas dosis para completar el reto de vacunar con un tercer pinchazo al 80% de la población mayor de 40 años en marzo. Pero no sólo con las vacunas que ya se conocen y están aprobadas, también con las de nueva generación.
El año que entra será precisamente, el tiempo de estas vacunas. Están mucho mejor preparadas y son más efectivas contra las variantes. Por el momento, la española es la de la farmacéutica Hipra en la que el Gobierno ha puesto todas sus esperanzas después de que la de Mariano Esteban (CSIC) tuviera que pararse.
Una vacuna que ya ha iniciado la fase 2 del ensayo clínico para la que se destinarán 15 millones de euros, tal y como anunció el pasado mes de noviembre el presidente del Gobierno. En esta fase del estudio participarán un millar de voluntarios en un total de 10 centros hospitalarios de toda España.
Una vacuna que, previsiblemente, llegará a principios de 2022 y que se sumará también a las primeras dosis que Novavax enviará a lo largo del primer trimestre. El arsenal de antígenos de España continúa ampliándose con el objetivo de ganar la batalla a la Covid-19.