Falta poco más de un año para las elecciones municipales y autonómicas, y ya se ha activado el habitual casting en el PSOE para encontrar a candidatos con tirón en las grandes ciudades, sobre todo allí donde el partido no ostenta la alcaldía.
Según ha podido contrastar EL ESPAÑOL, tanto en Moncloa como en Ferraz cunde de nuevo la preocupación por las bajas expectativas de la formación en las urbes más pobladas, y en particular en Valencia y Alicante.
De las 11 mayores ciudades de España (Alicante ocupa ese lugar oficialmente, aunque ya disputa a Bilbao el número 10), el PSOE sólo tiene alcaldes en Sevilla (Antonio Muñoz) y Palma de Mallorca (José Francisco Hila). Hay que bajar hasta el puesto 13 del ranking para encontrar al primer edil socialista de Valladolid (Óscar Puente) y hasta el 18 para hallar a la alcaldesa de La Coruña (Inés Rey).
El escenario preocupa mucho al PSOE porque sin poder municipal peligran el autonómico y el nacional. "Nuevas derrotas en las principales plazas podrían complicar la reelección de Pedro Sánchez en las elecciones generales, que también están previstas para 2023", según subrayan a este periódico fuentes socialistas.
El vacío de poder en Valencia y Alicante se produce a pesar de que la Comunidad Valenciana es el mayor de los feudos del PSOE en toda España desde que Ximo Puig accedió a la presidencia de la Generalitat en 2015, con el respaldo de Compromís y Unidas Podemos.
Con Madrid y Andalucía en manos del PP, y Cataluña en las del independentismo, la valenciana es la autonomía más importante en la que gobiernan los del puño y la rosa. De sus tres capitales de provincia, sin embargo, el PSOE sólo tiene la alcaldía en Castellón, de la mano de Amparo Marco. Por número de habitantes tiene en Elche (puesto 19) su mayor bastión. Allí gobierna el también socialista Carlos González.
¿Alternativa a Gómez?
El liderazgo municipal en Valencia lo ostenta la vicealcaldesa de la ciudad, Sandra Gómez. Y esa es, precisamente, la principal circunstancia que complica un posible reemplazo. El PSPV-PSOE, liderado en 2015 por Joan Calabuig, sufrió un sorpasso por parte de Compromís.
La coalición nacionalista se convirtió en la formación de izquierdas más representada en el pleno con 9 ediles. El PSOE se quedó en 5, y la marca de Podemos obtuvo 3. Juntos sumaron 17, uno más que PP (10) y Cs (8), de modo que fue Joan Ribó el rostro del vuelco electoral que desbancó tras 24 años a Rita Baberá.
La joven dirigente asumió entonces la difícil tarea de liderar un partido a la sombra del 'alcalde del cambio'. Ribó es, con una gran diferencia, quien ha obtenido la cota más alta de popularidad. En 2019 Gómez concurrió por primera vez a unos comicios en los que logró 7 representantes, tres por debajo de los 10 del partido del alcalde.
"Mejoró los resultados y el PSOE creció más que Compromís. No se produjo el temido 'abrazo del oso', y está sabiendo distanciarse cuando es debido de Ribó para marcar un perfil propio", defienden los partidarios de seguir apostando por el "trabajo acumulativo" de Gómez. Sus detractores, en cambio, urgen a apostar por "un candidato conocido y reconocible que permita aspirar de verdad a la alcaldía, que pugne por ser la primera fuerza".
Doble peligro
De cara a 2023, los socialistas corren un doble peligro. Porque además de que parten de nuevo con desventaja frente a Compromís, los sondeos recogen en la actualidad un empate técnico entre bloques que amenaza más que nunca la alcaldía de la izquierda. El PP de María José Catalá ya estuvo a punto de lograr el vuelco hace tres años sin realizar apenas campaña, y trabaja desde hace tres años con firmeza para lograrlo en la cita del año que viene.
Mientras tanto, Ribó, quien ya tiene 74 años, empieza a acusar el desgaste de su segunda legislatura. No ha confirmado hasta la fecha si volverá a presentarse, y a Compromís no cuenta entre sus filas locales con un relevo de garantías para el mandatario.
Por todas estas razones en el PSOE analizan la posibilidad de apostar por un liderazgo alternativo al de Gómez. Las fuentes consultadas citan el ejemplo de Cataluña, donde la apuesta por enviar a Salvador Illa a la carrera por la Generalitat permitió a los socialistas convertirse en primera fuerza del Parlament tras muchos años de capa caída.
La pregunta es si existe "un mirlo blanco similar" para acometer una operación así en la ciudad de Valencia. El único socialista valenciano que ha contado recientemente con una importante representación estatal es José Luis Ábalos. Pero se trata de un líder apartado por Sánchez de forma fulgurante y del histórico rival de Ximo Puig en el PSPV. "Nadie imagina un candidato en Valencia que no cuente con el visto bueno del presidente autonómico", según advierten las fuentes consultadas.
En Alicante, el PSOE permitió que una moción de censura del PP con una tránsfuga de Podemos le arrebatase la Alcaldía en 2018. Los problemas del entonces alcalde socialista, Gabriel Echávarri, con sus socios de Compromís e IU fueron una constante durante todo el mandato. Momento que aprovecho el actual alcalde, Luis Barcala, para acorralar judicialmente al socialista y darle un golpe definitivo.
Posteriormente, en las municipales de 2019 la ciudadanía alicantina avaló esta operación pasando los populares del 25,9% de cuatro años antes al 29,5% que le ha permitido a Barcala gobernar de la mano de Cs y con apoyos puntuales de los dos concejales de Vox.
Para esos comicios de 2019 Ximo Puig designó como candidato (con el apoyo de Ferraz que es quién nombra los cabeza de cartel de las capitales de provincia) al entonces director del Teatro Principal, Francisco Sanguino, sin apenas vinculación con el partido en la ciudad. Fue un fracaso sonado que ha conducido a la invisibilidad de los socialistas en la ciudad durante tres años.
El PSOE local lo sigue manejando el exsenador Ángel Franco (con 77 años y una larga trayectoria de pulsos internos). Tanto es así que su peón Miguel Millana, como secretario general local, en ocasiones incluso sustituye a Sanguino como interlocutor del grupo municipal. Franco intentó situar como cabeza de cartel a un médico del puerto alicantino afín a su sector y Ximo Puig lo impidió, apostando por Sanguino creyendo que tenía tirón popular. Eso no hizo otra cosa que agrandar la brecha entre los socialistas alicantinos.
En breve, el PSOE local debe celebrar una asamblea para renovar a sus cargos orgánicos con vistas a proponer un nuevo líder para la ciudad. Pero a la vista no hay ningún candidato idóneo que pueda suponer un peligro para el alcalde popular.