“Le he dicho que su candidatura le está haciendo un daño enorme a Luis (de Guindos). Pero está enrocado. Dice que no tiene por qué renunciar”. Un buen amigo de Luis de Guindos y José Manuel Soria describía, en la medianoche del martes, el tono de la conversación que había mantenido esa misma tarde con el ex ministro. Al final, casi de la misma forma que se produjo su primera dimisión el 15 de abril pasado, Soria dio su brazo a torcer pese a no estar ni imputado, ni investigado, ni condenado por ninguna instancia, ni inhabilitado para ir al Banco Mundial…
La segunda renuncia de Soria se produjo para evitar la “desproporcionada” utilización política de su candidatura contra el Gobierno del que formó parte. La comunicó en una carta al secretario de Estado de Economía, Íñigo Fernández de Mesa, el mismo que presidió la Comisión de Evaluación que lo eligió. Soria ha introducido un matiz importante: su dimisión es a petición del Gobierno.
Una silla para representantes de otros países
Dicha puntualización obedece a la necesidad de descargarse de responsabilidad por lo que pase en los próximos días con la representación de España en el Banco Mundial. Esta silla no sólo es de España, sino que la comparte con Venezuela, México y cinco países centroamericanos. Su renuncia, cuando ya ha concluido el plazo de presentación de candidatos, puede tener consecuencias inesperadas, aunque fuentes consultadas por EL ESPAÑOL indicaron que el nombre de Soria no había llegado a las instancias decisivas.
Pero hay un efecto que la renuncia de Soria ya no podrá evitar y es que la figura de su amigo y colega Luis de Guindos, al que diversos sectores veían como un Mario Monti a la española, ha quedado tocada, al menos para los lances políticos que se registrarán en los próximos meses. La crisis lo deja debilitado frente a otros candidatos con menos pergaminos, pero con más empatía electoral y más tonelaje partidario como Alberto Núñez Feijóo, Cristina Cifuentes o Soraya Sáenz de Santamaría.
Puñales y temores
La crisis por la candidatura de Soria al Banco Mundial no sólo reveló las viejas enemistades que se granjeó el ministro tras su paso por Industria, sino que también afloró los "puñales" que se alzan contra Luis de Guindos -responsable del proceso de selección- y los temores de quienes ven sus propias posibilidades de promoción amenazadas por el ministro de Economía y su equipo.
Al menos tres sectores empresariales -el energético, el audiovisual y el de la minería del carbón-, no sentían la menor simpatía por la gestión de Soria y así lo habían declarado.
Es bien conocido el papel que tuvo en la primera caída de Soria el núcleo político que existe en torno a la vicepresidenta del Gobierno, en el que figuran Cristóbal Montoro, Fátima Báñez y Álvaro Nadal. Este mismo grupo nunca ha ocultado sus aprensiones a la hora de trabajar con Guindos ni los sentimientos que despertaba el hecho de que Rajoy depositara tanta confianza en una persona que no milita en el Partido Popular.
Las traducciones de Guindos
Al principio, la situación provocaba comentarios a veces jocosos y hasta cínicos: como Guindos era el encargado de la interlocución con Europa y algunos ministros iban justitos de idiomas, muchas veces la transposición de las exigencias de la Comisión Europea era puesta en solfa. “¿Esta normativa que tenemos que aplicar es según la traducción de Guindos o según la traducción de intérprete?”, solía ser una chanza habitual en Moncloa en los primeros meses de 2012.
Guindos siempre ha negado tener alguna aspiración política que vaya más allá de la confianza que le ha dado Rajoy. Su futuro en el sector privado está prácticamente asegurado. Ya se ganó la vida en él en el pasado y podría volver sin mayores problemas. Pero sus adversarios no saben lo que quiere hacer. Y de hecho, durante 2016, muchos han visto que el presidente del Gobierno en funciones ha depositado mucha más confianza en su ministro de Economía que en otros miembros del gabinete. Por ejemplo, Guindos ha opacado a Montoro como portavoz económico y sus competencias se ampliaron aún más cuando, paradójicamente, el presidente le encargó los asuntos de Industria cuando Soria renunció.
El G-8 desintegrado
La situación se había vuelto compleja en Moncloa desde el viernes. La misma división y el mismo alineamiento que se produjo con la primera crisis de Soria, la de los 'Papeles de Panamá', se volvió a repetir en este nuevo episodio. Ya el viernes en Economía detectaron que gabinetes de ministros importantes tomaron distancia respecto del caso. La difusión ayer en un medio digital de una información en que se acusaba a Guindos de manipular el concurso para favorecer a su amigo Soria, encendió todas las alarmas. En Economía estaban atónitos. Para que el ministro pudiera tomar la decisión de favorecer a su amigo hubiera necesitado adivinar que éste iba a dimitir casi 40 días antes porque el proceso de evaluación fue suspendido el 4 de marzo de 2016.
Hay un detalle que no ha pasado inadvertido a los analistas. Es verdad que el Gobierno se ha dividido de la misma manera que durante la primera crisis de Soria, pero el equilibrio de poder ha cambiado. Mientras el grupo que gira en torno a la vicepresidenta sigue cohesionado y firme, el de los amigos de Soria, que también se llamó G-6 y G-8 en su momento porque todos eran amigos personales de Rajoy, no ha dejado de perder miembros: Soria se ha ido, Arias Cañete también y García-Margallo se mantiene al margen con perfil deliberadamente bajo.
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