Desde hace 41 años, cada Nochebuena, los españoles tenemos la opción de escuchar al rey en televisión antes de sentarnos a cenar con la familia. Desde hace 16 años, sin embargo, cada vez menos personas lo hacen. En los últimos tres lustros, más de tres millones de personas se han bajado del carro del mensaje real. Por rechazo o por desinterés, desde el año 2000 la audiencia de estos discursos cae inexorablemente hasta llegar al mínimo histórico de este último 24 de diciembre: 5,8 millones de personas, apenas un 57% de share, lo que supone una pérdida de 844.000 telespectadores respecto al año pasado. En lugares como Euskadi, apenas oyeron al rey 123.000 personas (un raquítico 3,1% de share).
La bajada es progresiva y afecta a ambos monarcas por igual: Felipe VI sólo consiguió revertir la tendencia en 2014, el año en el que llegó al trono. Entonces lo escucharon 8,2 millones de españoles (un 65% de share). Pero ni siquiera con la novedad de su llegada logró Felipe VI alcanzar el récord de su padre, Juan Carlos I, en el año 2000: 9,1 millones (un 87%), una auténtica edad de oro para la monarquía.
Sí ha conseguido Felipe VI, sin embargo, que lo oigan menos españoles que a su padre en 2013, el annus horribilis de Juan Carlos I, cuando siguieron al ahora rey emérito 6,5 millones (un 60% de cuota de pantalla). Hasta ahora, ésa fue la peor marca de la Corona. Pero entonces Juan Carlos I estaba en sus horas más bajas, y en 2016 Felipe VI aún está en las más dulces con apenas dos años y medio de reinado a sus espaldas.
Estos son algunos motivos que explican la desconexión televisiva de los españoles con la Corona:
1. Hay menos cadenas. En el año 2010, 33 cadenas emitían el discurso real. Este año
lo han hecho sólo 25.
2. La fragmentación de canales de comunicación. Antes sólo había una opción a las nueve de la noche del 24 de diciembre: oír al rey dar su discurso. Ahora a esa hora podemos estar felicitando a alguien a través de Whatsapp, escribiendo en Twitter o en Facebook, o quizá buscando una canción en Spotify.
3. Por primera vez este año, la cadena autonómica de Cataluña, TV3, ha decidido de forma voluntaria no dar el discurso y relegarlo a su canal de noticias 3/24. En 2013 no lo hizo debido a una huelga de trabajadores. La aportación de telespectadores (240.000 en 2015, un 14,1% de share) no es cuantitativamente muy grande, pero el significado político sí lo es: si hay un problema político en España en 2017, ése es Cataluña. Por cuarto año consecutivo, la cadena vasca EiTB tampoco emite el mensaje.
4. La calidad del discurso. Demasiado largo (12 minutos con 22 segundos), demasiado impersonal. No llama a las cosas por su nombre y tampoco llega al corazón de las personas. Podría inspirarse en el de la reina Isabel II, de 90 años, el día de Navidad: sencillo, breve (la mitad de tiempo) y humano. Instó a los británicos a “hacer pequeñas cosas con mucho amor” emulando a Santa Teresa de Calculta.
En Twitter, las quejas han sido variadas: unos porque no habló de violencia de género, otros porque no citó a Cataluña o la reforma constitucional. O la muerte de una anciana que no podía pagar luz y usaba velas. O los miles de jóvenes españoles que trabajan como camareros en Londres. O los militares españoles en Irak. Con nombres, con caras. Jorge Vilches, profesor de Políticas en la Universidad Complutense de Madrid, advierte que estas carencias son producto del intento del rey por cumplir escrupulosamente con su papel constitucional: “Aburre, no engancha, porque tiene que ser lo más aséptico posible, máxime en una sociedad tan politizada como la española en este momento”.
Ese es el argumento de la Casa del Rey: el monarca está constreñido por su papel constitucional, que le impide entrar en política como en algunas ocasiones pudo hacerlo su padre. Felipe VI es el primer rey estrictamente constitucional (Juan Carlos I no juró la Carta Magna al acceder al trono simplemente porque no existía). De ahí que no pueda hacer mención directo a las palabras que empiezan por C y que definen el escenario político español del momento: Constitución y Cataluña.
5. La España diversa. El retrato robot del seguidor fiel de los discursos de Navidad del rey es una mujer de más de 45 años castellano-manchega, asturiana o andaluza. Hay un 23% del país al que el monarca simplemente no llega: son los jóvenes, votantes de Podemos y de Izquierda Unida, y los nacionalistas. Este año, el rey ha conseguido incluso irritar a un colectivo -la Asociación para la Defensa de la Memoria Histórica- hasta el punto de presentar una queja ante el Defensor del Pueblo. Lo ha hecho porque considera que esta frase del rey (“son tiempos para profundizar en una España de brazos abiertos y manos tendidas, donde nadie agite viejos rencores o abra heridas cerradas") constituye una "declaración política contraria a los derechos de las víctimas del franquismo".
6. La desafección que no cesa. La última encuesta realizada sobre la monarquía es la de EL ESPAÑOL el pasado abril. Entonces, el trabajo demoscópico de Kiko Llaneras, muy parecido al del CIS de 2015, indicó que los españoles seguían suspendiendo a la Corona como institución (4,4) como ocurre desde el año 2011. Si bien Felipe VI ha conseguido elevar el listón del annus horribilis de 2013 (3,6), la progresión es lenta. El profesor Vilches advierte de un importante matiz: suspende la monarquía pero aprueba Felipe VI (con un 52% según EL ESPAÑOL). Quizá lo que Zarzuela necesita- urgentemente- sea tan sólo un buen speech writer.
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