La homilía de este lunes por la mañana en San Ginés recuerda a los mártires de Japón, aquellos cristianos crucificados en Nagasaki a finales del siglo XVI. "Dios para alejar las tinieblas". Unas cincuenta personas en los bancos. Las primeras filas, para los feligreses que admiran a "don José Luis", "el cura de los nobles", "el artista". Hoy no ha venido. Tiene una reunión con Patrimonio, es uno de los mayores especialistas de la Diócesis. El viernes volverá a faltar. Tendrá que declarar ante el juez por presunto delito fiscal, blanqueo de capitales y apropiación indebida. 14 millones de euros disfrutaron de un circuito termal de paraísos fiscales. Una de las cuentas, en Belice, estaba a su nombre.
José Luis Montes Toyos nació en Cantabria en los cuarenta. Se ordenó sacerdote en 1970. Enamorado del arte, las subastas y los pinceles logró convertirse en párroco de San Ginés, "la Capilla Sixtina madrileña", dicen algunos feligreses envalentonados. Aunque motivos tienen: allí bautizaron a Francisco de Quevedo, se casó Lope de Vega y el techo está pintado al fresco por José Sánchez Villamandos.
"Es muy diplomático"
Pero la joya es un cuadro de El Greco: "La expulsión de los mercaderes del templo". En el centro, Jesús -envuelto en una túnica rosa- expulsa a rentistas y cambistas. "Ustedes han hecho de mi casa una cueva de ladrones". Palabras sagradas, de Jeremías. Es "el cura de los nobles" por sus amistades, algunas ahora enterradas en el propio templo, como Areces y Álvarez, sucesivos mandamases de El Corte Inglés. "Es muy diplomático, se lleva bien con los políticos", apostilla un compañero de profesión.
En esa cueva de ladrones no está "don José Luis". Sus feligreses, los de primera fila, lo tienen claro. "De lo que veas, la mitad creas", profetiza una a la salida de la parroquia. "Todo el mundo tiene sus defectos, claro, pero eso es mentira. Lo publican los enemigos. Es un hombre maravilloso, con el que da gusto hablar. ¿A que no ha salido en Alfa y Omega?". ¿De verdad cree que ahí aparecería publicado si el juez lo ratifica? "Sí, aunque quizá no de forma tan cruda", responde con seguridad.
El rastro de "don José Luis" en Suiza viene de lejos. La querella que le empujará el viernes al juzgado es un thriller suculento: nobleza, viejas amistades, rencillas familiares, fortunas...
La familia Roca de Togores
Érase una vez el cura de confianza de la familia Roca de Togores, la del marquesado de Molins. "Don José Luis" -así lo llaman ellos también- les aconseja nombrar administrador patrimonial a su hermano Carlos Montes Toyos, que también tendrá que vérselas ahora con el juez.
Entre las muchas operaciones, tocaba gestionar una de calado, la de la finca Las Jaboneras, el actual parque de Tierno Galván, en Madrid. El Consistorio pagó más de 14 millones de euros. Pablo Benjumea, sobrino de las hijas de los marqueses, detectó movimientos y transacciones de los hermanos Montes a la espalda de su familia. Convenció a una de sus tías para que denunciara. Entonces, la Justicia española archivó el caso.
En aquel momento, los Roca de Togores quedaron divididos: Pablo -sobrino- y Blanca -la tía denunciante- por un lado; y el resto de hermanos por el otro. Ahora, pasado el tiempo, Blanca ha dejado a Pablo sólo en su enfrentamiento con "don José Luis" y su hermano Carlos.
Pablo contra todos. Sus tías dicen que ha perdido la cabeza y él acusa a los Montes de saquear a su familia y destrozar su patrimonio. El paso del tiempo trajo noticias desde Suiza. Un fiscal helvético tocó en la puerta de España. Una fortuna viajaba por Luxemburgo, Ginebra, Zúrich, Panamá y Belice. Más de un millón terminó en este último país, con "don José Luis" como titular. Él aseguró figurar a petición de los Roca de Togores y no haberse lucrado jamás. Pero también se detectó una retirada de 60.300 euros en efectivo por su parte, según desveló El Mundo.
Las misas abarrotadas
"¡No hagas caso!", dice una de las que acaba de escuchar la homilía en recuerdo de los mártires japoneses. "Llevó aquí desde el 58. He conocido a todos los párrocos. Se la han liado, pero no nos lo creemos", relata buscando la complicidad de su amiga, también entrada en años y una de las habituales de "don José Luis".
"Tiene mucha facilidad de palabra. La gente se queda fuera, hay cola para verle decir misa los domingos. Es una gozada hablar con él", completa la otra. Van abrigadas, son asiduas de San Ginés, pero esta mañana se han quedado sin su sacerdote preferido, ocupado con su otro cargo, la delegación de Patrimonio de la Diócesis.
Una conversación en el despacho
"Prueba a llamar al despacho parroquial, a veces está ahí", se despiden. Se abre una puerta de madera. Aparece un compañero de José Luis Montes. "Sí, ya sé de qué habla. Hombre, claro que le afecta. Pero está tranquilo, tiene documentos para defenderse". La habitación es todo madera y luz amarilla. "Se la ha liado el hijo de la familia", se refiere a Pablo Benjumea. ¿Por qué? "La familia estaba enfrentada y él quiso que fuera don José Luis el que mediara entre ambas partes, pero se negó. Por eso le ha denunciado".
¿Considera todo una mentira? "Por supuesto. Es muy jugoso que aparezca un cura o una monja en un caso de corrupción", termina.
Incluso quien rechaza hablar del párroco de San Ginés, musita unas palabras: "Sólo puedo decir que es una gran persona". Esto lo dice un tipo con sombrero, también de unos ochenta años, justo al salir de misa.