El relevo en la línea sucesoria de Arabia Saudí es un golpe para la diplomacia española. El nombramiento de Mohamed bin Salman, de 31 años, como heredero al trono supone una pérdida de la interlocución privilegiada que España tiene con Riad gracias a la excelente relación personal de Juan Carlos con la familia real saudí. El rey emérito no tiene trato con Bin Salman. Y Felipe VI, por ejemplo, no se entrevistó con el flamante heredero en su viaje a Riad en enero.
El rey Salman ha modificado por segunda vez en su reinado la línea sucesoria de la casa Saud. El imparable ascenso de su hijo Mohamed bin Salman, que había acumulado un enorme poder en los últimos años, hacía sospechar el desenlace, pero nadie lo esperaba tan pronto. Salman ha firmado el decreto en pleno Ramadán, con la Administración cerrada y medio país de vacaciones. “Es como si en España Rajoy hiciera una crisis de Gobierno el día de Nochebuena”, explica un diplomático.
Tres votos en contra
El nombramiento ha sido tan sorprendente que hasta tres de los 34 miembros del Consejo de la Lealtad, un órgano consultivo del Estado, han votado en contra del decreto. Es un resultado inaudito para un país en el que nadie osa contravenir las decisiones de la corona.
Bin Salman reemplaza como príncipe heredero a Mohamed bin Nayef, sobrino de Salman. Bin Nayef, de 57 años, mantiene una relación muy estrecha con Juan Carlos. Con Bin Salman no hay cercanía personal con la casa real española. La cercanía existe con el todavía rey Salman, de 81 años, y ha sido un factor decisivo en los millonarios contratos que ha logrado nuestro país en Arabia Saudí. Felipe VI tenía previsto entrevistarse con el nuevo heredero en el viaje a Riad de noviembre del 2016, que fue cancelado a última hora por el fallecimiento de un pariente del rey Salman. En enero, no fue posible cuadrar las agendas. El encuentro no se produjo.
España se juega mucho en Arabia Saudí. El contrato de las corbetas, el AVE Medina-La Meca y la construcción del metro de Riad fueron el resultado de la sintonía diplomática entre los dos países liderada por Juan Carlos. Con Bin Salman hay que construir la relación desde cero. Y no será fácil. Al heredero se le ha visto recientemente con Donald Trump y el presidente ruso Vladimir Putin. Y tiene fama de ser francófilo.
¿Quién es MBS?
A Mohamed bin Salman se le conoce en círculos diplomáticos por las siglas de su nombre MBS. En 2015, su padre el rey Salman le colocó como segundo en la línea de sucesión tras la renuncia -que fue en realidad una destitución- del príncipe Muqrin. Apenas dos años después es ya el heredero. Se trata de una revolución histórica para una gerontocracia como la saudí. Los reyes del país árabe han accedido tradicionalmente al trono en edad avanzada y sus mandatos han durado poco tiempo. MBS será un monarca muy joven. Y tiene ante sí un reinado de por lo menos 50 años. Uno de sus retos será conservar la paz entre todas las ramas de la extensa familia real saudí, nido habitual de intrigas palaciegas y envidias.
A MBS se le considera arquitecto e ideólogo de la visión 2030, un ambicioso programa de reformas para diversificar la economía saudí y hacerla menos dependiente del petróleo. Es partidario de ciertas reformas sociales y una apertura gradual del país. En una entrevista que concedió a The Economist en enero del 2016, se mostró a favor de ir incorporando paulatinamente a la mujer al mercado laboral. Arabia Saudí es un país regido por la ley islámica.
A MBS se le considera también padrino de la llamada Autoridad General del Entretenimiento. Esta agencia del Estado ha supuesto un hito en esa progresiva apertura. La Autoridad ha organizado conciertos, partidos de fútbol e incluso una velada de lucha libre americana. Este tipo de espectáculos, impensables hace sólo unos años, han sido un éxito.
Qatar, Irán y Yemen
Pero el futuro heredero es también una figura muy controvertida políticamente. Se critica su juventud e inexperiencia. MBS es artífice de la voladura del Consejo de Cooperación del Golfo y la ruptura de relaciones de Qatar. Su posición anti iraní es de sobra conocida. Y es uno de los principales culpables del fiasco saudí en la guerra de Yemen.
Algunas de sus reformas económicas, como por ejemplo la creación de impuestos o la retirada de subvenciones a determinados productos, le han costado una cierta impopularidad. Otro de los retos pendientes, que él mismo apadrina, es la privatización parcial de la petrolera pública Aramco.
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