El independentismo creía tener bien atado su plan para aprobar la ley de convocatoria del referéndum del 1 de octubre en el Parlament. Pero olvidaron una palabra: "reconsideración". Toda la oposición echó mano de la mejor tradición del filibusterismo político americano. Y lo hizo agotando los argumentos legales, reglamentarios y retóricos a su alcance para denunciar las contradicciones de la fórmula elegida por la mayoría aritmética (que no electoral) de Junts pel Sí y la CUP en la cámara.
Ni la negativa de los funcionarios a participar en el proceso, ni la advertencia de los letrados a la presidenta Carme Forcadell, ni el propio dictamen del Consejo de Garantías frenaron al independentismo. La situación llegó a resultar kafkiana. Incluso cómica. Tragicómica. Los partidos separatistas admitían en privado que a Forcadell el debate se le fue de las manos. Y que la imagen que habían transmitido era muy mala. Lluís Corominas, que se conoce al dedillo el reglamento del Parlament, era el asesor más cercano de la presidenta en la Mesa. Pero Corominas asumió la portavocía de JxS tras la purga de Puigdemont en su gabinete. Y Forcadell quedó desprotegida el día más importante.
A primera hora de la mañana de este miércoles 6 de septiembre de 2017, Junts pel Sí pidió un cambio en el orden del día del pleno para tramitar por vía de extraordinaria urgencia la ley del referéndum. El objetivo era debatir y aprobar en menos de 12 horas la ley probablemente más importante de la historia reciente de Cataluña. La bronca, no por menos esperada, resultó agria. El Gobierno la calificó de "bochornosa".
La Mesa aceptó su toma en consideración. Y Forcadell planteó dos votaciones: una para admitir a trámite la ley y otra para eliminar los trámites habituales y legales de cualquier proposición. La presidenta concedía un par de horas para presentar enmiendas y fijaba la votación definitiva para la tarde. Como era de esperar, ni Ciudadanos, ni PSC, ni PP, ni una dividida Catalunya Sí Que Es Pot (Podemos y sus confluencias catalanas) pasaron por el aro.
Los funcionarios se niegan
Tampoco lo hizo el secretario general del Parlament, que se negó a publicar la proposición de ley en el boletín oficial de la cámara. En su lugar, lo hicieron Forcadell y diputados de JxS. Dijeron que era un procedimiento sin trascendencia. El vicepresidente de la Mesa y diputado de Ciudadanos, José María Espejo, trató de tomar la palabra. Pero Forcadell se la retiró. El diputado de Iniciativa Joan Coscubiela definió el trámite como un "procedimiento bucanero". "Norma que no me gusta, disparo y la hundo", dijo. Pero nada detuvo el debate.
Emergió entonces la figura del portavoz adjunto de Ciudadanos, Carlos Carrizosa, que forzó una y otra vez recesos y reuniones de la Mesa y la Junta de Portavoces por cuestiones de orden. Carrizosa se transformó en un James Stewart a la española en Mr Smith goes to Washington. "Reconsiderar y reconsiderar". El esfuerzo de Carrizosa, inasequible al desaliento y los micrófonos apagados, fue titánico pero en vano. La primera vez que la portavoz de la CUP Anna Gabriel intervino en el pleno le calificó, sin citarle, de "antisistema".
Y se votó. La mayoría independentista, con la abstención de los tres diputados de Podemos y la negativa del resto, aceptó esta nueva legalidad. Poco después, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría hacía su primera valoración en La Moncloa: "patada a la democracia" y batería de recursos al Constitucional. El receso que dio Forcadell no apaciguó los ánimos.
El juego de trileros motivó que el pleno se reanudase con una sesión de control al Govern, que sólo sirvió para escuchar a Puigdemont defender la independencia. ERC y PDeCAT renunciaron a defender la ley, pese a su importancia, para agilizar los trámites. Pero es que Forcadell también quiso hurtar el debate de las enmiendas a la totalidad. En mitad de la refriega política, con la enésima reunión extraordinaria de la Mesa, el Consejo de Garantías Estatutarias aprobó por unanimidad un dictamen dando la razón a la oposición. Es decir, el Consejo decía que su informe sobre una ley es preceptivo (no vinculante) como derecho que asiste a los diputados. Ni caso. Forcadell dijo que el pleno ya había votado a favor de saltarse los trámites.
La reunión de la Mesa del Parlament con el dictamen del Consejo ya publicado fue quizá el momento más tenso de los que vivieron fuera de cámara. El letrado mayor Antoni Bayona pidió la palabra. Forcadell se la denegó. Un hecho insólito, porque los letrados brindan supuestamente asistencia jurídica a los cargos institucionales. Anna Simó, representante de ERC en la Mesa, dijo que el "Consejo no iba a decirles lo que podían o no podían hacer".
Banderas, Segadors y moción de censura
Y llegó la hora de la verdad. Carrizosa se revolvió por última vez pidiendo el enésimo informe por escrito de la reconsideración sobre la reconsideración del anterior informe. Forcadell no le hizo caso. Hablaron todos los portavoces de los grupos menos el que sustenta al Gobierno. La división en Catalunya Sí Que Es Pot quedó patente cuando Coscubiela no autorizó a los diputados de Podem en Cataluña a dar su propia opinión sobre el guirigay. Más tarde, Gabriel le cedió un turno de palabra a Dante Fachín, líder del partido morado en Cataluña. No dijo nada del otro mundo: dar la palabra a la gente.
PP, PSC y Ciudadanos abandonaron el pleno. El grupo Popular dejó banderas de España y Cataluña en sus escaños. La diputada de Podemos Angels Martínez retiró sólo las banderas de España. La realización del Parlament no mostró esas imágenes ni tampoco la de los diputados constitucionalistas abandonando el pleno. Se vio en TV3. Se votó. Hubo aplausos independentistas. Sus diputados cantaron Els Segadors. Arrimadas anunció inmediatamente una moción de censura contra Puigdemont. El Govern se reunió casi de madrugada en el Parlament, donde seguía el pleno ordinario, para firmar el decreto de convocatoria del 1 de octubre. Todos se hicieron responsables solidarios. Turull sacaba a fotos a Romeva mientras estampaba su firma.
Mr Smith no pudo parar a los bucaneros.
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