El bloque separatista ha dado un giro a su estrategia. El entorno de Carles Puigdemont ha filtrado este lunes que el presidente de la Generalitat baraja acudir al Senado a presentar alegaciones contra el artículo 155 de la Constitución. Puigdemont ha rehusado ir al Congreso en varias ocasiones y no ha defendido los intereses de Cataluña en foros institucionales como la Conferencia de Presidentes. La decisión de acudir ahora a la Cámara Alta, con los puentes con Moncloa rotos y una intervención de la autonomía a la vuelta de la esquina, es un golpe de efecto que busca recuperar un discurso preelectoral de corte victimista.
El independentismo se acerca a la encrucijada quizá más importante desde que arrancó este proceso hace casi dos meses. Es difícil saber qué pasa ahora por la cabeza de Puigdemont. La fuga de empresas está dejando Cataluña como un erial y el desgaste del presidente y su Gobierno, a los que espera un calvario judicial por delante, es evidente. Las últimas encuestas dicen que PDeCAT, ERC y la CUP perderían la mayoría absoluta en caso de elecciones.
Balcón o elecciones o resistencia
Ante esa tesitura, Puigdemont tiene teóricamente dos opciones: subirse de una vez al balcón y proclamar la independencia (sería arrestado inmediatamente) o convocar elecciones. Pero hay una tercera salida, que es la de cuanto peor, mejor. Es decir, arriesgarse a un fracaso del 155 y recuperar el terreno que el soberanismo está perdiendo.
Después de saltarse todas las resoluciones del Tribunal Constitucional, esquivar los requerimientos del Gobierno, obviar la salida de empresas, silenciar a la oposición, cerrar el Parlament e ignorar a la Unión Europea, ¿qué sentido tiene que Puigdemont se presente ahora en el Senado? Algunos sugieren que marca el inicio de un regreso progresivo a la legalidad. O que al menos su asistencia, todavía pendiente de confirmar, indicaría que reconoce la autoridad del Estado.
Fuentes del Gobierno no esperan nada ni prevén una desescalada de la tensión. Más bien, dan por hecho que Puigdemont recuperará el discurso más victimista posible. El presidente de la Generalitat debería presentar sus alegaciones el jueves en la Comisión del Senado. Es decir, unas horas antes del pleno en el Parlament de Cataluña que abordará el 155 y la posible reactivación de la independencia unilateral. La Cámara Alta ha dicho que está dispuesta a permitir que acuda el mismo viernes.
Fuentes cercanas a Puigdemont estudian la posibilidad de que el pleno del Parlament comience el jueves por la mañana, que se suspenda por la tarde para que el president vaya al Senado, y que continúe el viernes con Puigdemont ya de nuevo en Barcelona, según informa Crónica Global.
Pulso al Estado
Puigdemont tiene en su mano anunciar la declaración definitiva de la independencia, pero es posible que no lo haga. Las elecciones, que le exigen desde muy diversos sectores -incluido parte de su propio partido-, son otra opción. Pero el presidente también podría vivir con un 155 que le permita situarse en el exilio de la oposición como cesado, sabiendo que hay un horizonte temporal de urnas en seis meses, tal y como prevé el acuerdo que se votará en el Senado.
Puigdemont ha mantenido el pulso al Estado siempre que ha llegado al límite. Es posible que quiera hacerlo. El riesgo es grande. No sólo por el hartazgo de buena parte de la población catalana y del resto del país, sino también por la huida de empresas. Además, el 155 también puede ser un éxito. Puigdemont cuenta con que no lo sea y podría plantearse hacerle frente.
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