La línea de oposición que ha encontrado Albert Rivera preocupa en Moncloa. El Gobierno interpreta que su discurso en Cataluña y debates como el del cupo vasco son una opa política de Ciudadanos al electorado tradicional del PP que está funcionado. La tendencia en todas las encuestas, más allá de escaños y porcentajes concretos, así lo demuestra. Los sondeos que manejan los partidos apuntan en la misma dirección.
“Rivera lo está haciendo de puta madre”. La frase se le ha escapado a más de un alto cargo del Gobierno esta semana. El debate del cupo vasco ha sido un golpe duro. La defensa de los derechos históricos del País Vasco del diputado del PP Javier Maroto junto a Podemos, el PNV, el PSOE o el PDeCAT ha sido un palo difícil de digerir para muchos dirigentes del PP. De puertas para fuera, el partido cierra filas con Mariano Rajoy. Pero en privado, muchos de ellos admiten que la urgencia y la manera tan enrevesada de presentar el acuerdo con el PNV no tiene un pase.
Socavar al PP y mantener el acuerdo
Rivera ha encontrado una forma de socavar electoralmente al PP sin romper lo que queda de su pacto de investidura. Los partidos están inmersos en la campaña catalana, mientras el Gobierno gestiona la Generalitat con el 155. El PP está obligado a una especial prudencia ante las circunstancias tan excepcionales del momento. El 155 está funcionando bien, pero Moncloa ha elegido un perfil comunicativo muy bajo de su gestión en Cataluña.
Ciudadanos está liberado de cualquier responsabilidad. El partido de Rivera lo está aprovechando para arrinconar al PP en denuncias como el adoctrinamiento escolar, la injerencia rusa y la financiación autonómica, entre otros mensajes. Inés Arrimadas encabeza las encuestas entre las fuerzas constitucionalistas y duplica al PP en intención de voto.
“Y algunos decían que Ciudadanos había cometido el error de no entrar al Gobierno con Rajoy”, recuerdan fuentes gubernamentales sobre la negociación de hace más de un año.
Lo mismo ha ocurrido con el cupo vasco. La celeridad con la que Hacienda envió al Congreso el nuevo cálculo quinquenal y la reforma del concierto vasco no sólo ha indignado a Ciudadanos. Los barones del PSOE han dado un toque de atención a Pedro Sánchez, al que afearon que no condicionase el apoyo socialista a una reforma ventajosa de la financiación autonómica. Hasta el PP ha exhibido discrepancias en público. El presidente de Murcia, Fernando López Miras, ha calificado el cupo de “rotundamente injusto”.
Lo que ha conseguido Rivera es liderar y capitalizar ese rechazo. El PP ha tratado de desacreditar al líder de Ciudadanos. Le ha calificado de “oportunista”. Pero ha tenido que hacerlo con la boca pequeña, porque Rajoy era el que estaba en ese lugar hace unos años. La sensación, trasladada incluso desde algunos de los altavoces mediáticos más afines a Rajoy, es que el que ha cambiado de posición es el PP.
Golpe de efecto
Rajoy busca un golpe de efecto que frene el mordisco electoral de Rivera en el centro derecha. El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, dejó entrever hace unos días que incluiría una rebaja del IRPF a las personas mayores. Este grupo de población es el grueso de sus votantes. La rebaja no está en el principio de acuerdo que tiene con Ciudadanos.
Pero el Presupuesto, esencial para dar un año más a la legislatura, no está para muchas alegrías. La geometría parlamentaria obliga al Gobierno a una serie de gastos ya comprometidos no sólo con el PNV sino también con las formaciones canarias. Rivera exige por su parte una reducción del IRPF y otras medidas como el incremento de la baja de paternidad, ayudas a madres o la equiparación salarial de policías y guardias civiles con los Mossos.
El coste de cada voto hasta los 176 que dan la mayoría absoluta es altísimo. Y Montoro está empeñado a sacar a España del procedimiento de déficit excesivo. El Gobierno apenas tiene margen para gastar más si quiere eludir los controles de Bruselas. El Presupuesto del 2018 es muy importante para las comunidades autónomas, porque es año preelectoral. Con elecciones autonómicas en mayo del 2019, todas las comunidades van a presionar para una mejora de la financiación autonómica en la reforma de la LOFCA (Ley Orgánica de Financiación de las Comunidades Autónomas).
Rajoy, fiel a su personalidad política, es partidario de templar los ánimos frente al nerviosismo en algunos sectores del PP. La crisis en Cataluña está encauzada, pero la solución definitiva sigue a expensas de los resultados del 21-D. Si el Gobierno logra ir apagando incendios, la economía crece, hay presupuestos y las elecciones generales se celebran en 2019 o 2020, el presidente confía en recuperar el terreno perdido. Rajoy ha dicho que se siente con fuerzas para repetir como candidato.
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