Indignación. Desolación. Sorpresa. Incredulidad. Una ola de impotencia y rabia se apoderó el jueves del Gobierno de Mariano Rajoy nada más conocerse la puesta en libertad de Carles Puigdemont en Alemania. No sólo se lamentan las consecuencias jurídicas de la decisión del Tribunal alemán de retirar el delito de rebelión al ex presidente catalán, sino que también cunde una sensación de derrota en Europa. "Estamos solos", decía un alto cargo del Ejecutivo.
La única voz del Gobierno que valoró oficialmente la decisión Tribunal Regional Superior de Schleswig-Holstein fue el ministro de Justicia, Rafael Catalá. En unas breves declaraciones, Catalá dijo que hay decisiones judiciales que gustan más y otras que gustan menos, pero que todas se respetan. No podía decir otra cosa de puertas para fuera.
Alemania se creía seguro
Pero de puertas para dentro, el abatimiento es absoluto. Con la euroorden reactivada, los servicios jurídicos del Estado dieron su visto bueno a la decisión del CNI de precipitar la detención de Puigdemont en Alemania cuando trataba de llegar a Bélgica desde Finlandia en una furgoneta. Así se trasladó a la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, que sigue al mando de las operaciones en Cataluña. El análisis era que el delito de rebelión que le imputa el Tribunal Supremo tenía un encaje más claro en el derecho penal germano.
La Fiscalía alemana también lo entendió así cuando pidió su entrega a España por los mismos delitos que le imputa el juez Pablo Llarena en su auto de procesamiento. El Tribunal de Schleswig-Holstein, sin embargo, ha puesto a Puigdemont en la calle con una fianza de 75.000 euros. Entiende que en Cataluña no existió violencia durante el golpe separatista, descarta la rebelión y sólo deja la puerta abierta a una entrega por malversación.
No se esperaba. Nadie en el Gobierno esperaba este revés. Fuentes del Ejecutivo consultadas por EL ESPAÑOL aseguran que las consecuencias de esta decisión no son sólo políticas, que también. El independentismo, que sigue teniendo mayoría parlamentaria tras el 21-D y la opción de formar gobierno hasta el 22 de mayo, se rearma moralmente ante un Estado cuyas instituciones salen muy debilitadas. La fractura social en Cataluña es alarmante y con riesgo de episodios violentos.
La relación con Alemania, además, sale gravemente deteriorada de este envite. Según estas fuentes, lo que ha hecho la justicia germana es poner en cuestión el sistema constitucional español en su conjunto. "Para la justicia alemana parece que no somos una democracia homologable", dicen.
España, ¿una democracia?
Puigdemont apenas ha pasado diez días en una prisión alemana desde su huida a finales de octubre. Y el separatismo ya estudia cómo reactivar su investidura. Bélgica, Suiza y Reino Unido, países en los que se encuentran el resto de fugados del procés, pueden ser los siguientes en desactivar la rebelión de las euroórdenes. La pesadilla puede no haber terminado. La derrota de la comunicación en Europa ya era total con los editoriales de los principales diarios en contra de España.
Pero si ahora se le suma la derrota jurídica, según estas fuentes, es como si el país volviera a la época de la Transición, cuando España tenía que probar ante el mundo que después de 40 años de franquismo era una democracia.