Pedro Sánchez se ha comprometido: sacará a Francisco Franco del Valle de los Caídos antes de que muera julio. El presidente del Gobierno ha preferido aparcar otras dos asignaturas pendientes: la resignificación del mausoleo y la tumba de José Antonio Primo de Rivera. El nombre del dictador ha capitalizado el debate y ha convertido al fundador de Falange en ese vecino del tercero que está ahí, pero que pocos recuerdan.
Con la Memoria Histórica de Zapatero en la mano, tanto una lápida como la otra incumplen la ley. Ambas suscitan peregrinaciones y salvas al régimen, una "exaltación" prohibida desde 2007. Entonces, ¿por qué Sánchez ha evitado a Primo de Rivera en sus discursos y lo ha apartado del proyecto que quiere consumar este verano? ¿Qué hará para evitar los homenajes? Según ha confirmado este diario de fuentes socialistas, el PSOE no moverá de Cuelgamuros al inventor del fascismo español "ni durante esta legislatura ni nunca". Lo impide su condición de víctima. Eso sí, "se le retirará del altar" para anular su "preeminencia sobre el resto". Así, concibe el Gobierno, se evitará esa "exaltación". ¿Cuándo? "No dará tiempo antes de las elecciones".
La condición de asesinado del timonel de Falange complica el debate. Fue fusilado en Alicante por los republicanos el 20 de noviembre de 1936. Por tanto, él sí -y no Franco- se ajusta semánticamente a aquello para lo que fue concebido el Valle. El informe de los expertos encargado por Zapatero en 2011 -y que ahora suscribe Sánchez- reconoce las dificultades que entrañaría trasladar a Primo de Rivera y apuesta por una mudanza interna: "Dada la igual dignidad de los restos de todos los allí enterrados, los suyos no deben ocupar un lugar preeminente en la Basílica". Y el líder de los camisas azules se encuentra "a pie del altar".
¿Qué dice la familia?
José Antonio Primo de Rivera y Urquijo, sobrino nieto del primer falangista, cuenta a EL ESPAÑOL que todavía no ha habido contactos con Moncloa: "Estamos dispuestos a hablar. Negociar siempre, por supuesto". Sobre el cambio de sitio de los restos, afirma: "Cuando se nos diga qué quieren hacer exactamente, la familia consensuará una opinión".
Primo de Rivera y Urquijo se define como "joseantoniano", pero asevera que no es falangista: "Creo que la figura de mi tío no ha sido bien comprendida por la Historia. Si algo bueno tiene todo esto es que ahora se volverá a hablar de él".
"Dada su condición de víctima, concluimos moverlo a uno de los laterales", saluda Francisco Ferrándiz, antropólogo social del CSIC y miembro de aquella comisión. "Sacando a Franco no se soluciona el problema. Tanto uno como otro generan procesiones", reseña. Este especialista en exhumaciones relacionadas con la Memoria Histórica expone así la línea de actuación que fijaron los expertos de Zapatero: "Se trata de desmantelar la jerarquía funeraria franquista. Para ello es necesario mover a Franco, pero también reubicar a Primo de Rivera. El trabajo no estará acabado hasta que no se resignifique todo el Valle".
Un portavoz del PSOE, en conversación con este medio, relata que ven con buenos ojos el informe que legó Zapatero: "Nos inclinamos por ese traslado interno. Así lo hicimos saber en la última proposición y en esas seguimos. Franco nunca fue 'caído', pero José Antonio sí".
"Es coherente cambiarlo de sitio"
Octavio Ruiz Manjón, historiador que ha centrado sus investigaciones en el republicanismo español y la Guerra Civil, también vería "coherente" apartar al número uno de Falange del altar mayor. "Franco decidió enterrarlo allí con un único objetivo: la exaltación. Mientras esté ahí, no se podrá garantizar la igualdad de todas las víctimas inhumadas", cuenta a este periódico.
José Antonio Primo de Rivera (Madrid, 1903) fue encarcelado en Madrid en marzo de 1936. En junio, poco antes de que los generales dieran el golpe de Estado, se le trasladó a Alicante, donde murió fusilado. Su cuerpo fue a parar a una fosa común. Poco después se le dio sepultura en un cementerio de esa misma ciudad. Hasta que, concluida la guerra, en 1939, el recién nacido régimen proyectó una de las fotografías más llamativas que conocería la dictadura. Los camisas azules de Falange lo llevaron a hombros hasta San Lorenzo del Escorial. Diez días de marcha. Por la noche, antorchas para iluminar el camino. Una procesión de 450 kilómetros. 93 horas, según Google Maps.
Fue enterrado en la basílica de El Escorial, cerca de la cripta de los reyes. A finales de marzo de 1959, con el Valle de los Caídos a punto de caramelo, Franco ordenó su traslado. Aunque se llevaron mal en vida y el dictador fue muy celoso del prestigio social que Primo de Rivera logró entre los partidarios del golpe, lo utilizó como mártir y pan de circo. Reclamo de peregrinación. De ahí que el hispanista Stanley G. Payne apuntara sobre el patrón de Falange: "Fue objeto del más extraordinario culto al mártir de toda la Europa contemporánea".
Joan María Thomàs es autor de José Antonio. Realidad y mito (Debate, 2017). Lo tiene claro: "Debería ser exhumado y enterrado en el lugar que considere su familia". En conversación con este periódico, reitera que no le convence la "reubicación" propuesta por los expertos de Zapatero: "Aunque estuviera en otro lugar de menos importancia, la sacralización del régimen continuaría. No me convence. No se evitarían las peregrinaciones de culto". "Debemos aspirar a que el Valle de los Caídos no sea un monumento de exaltación", concluye Thomàs.
Por tanto, conocido el proyecto del Ejecutivo de Sánchez para los dos muertos más conocidos del Valle, falta por ver cuál será, en concreto, la línea de trabajo que guié la "resignificación" del mausoleo en su conjunto. Algo que sólo gestionaría el PSOE de ganar unas nuevas elecciones porque, tal y como ha reconocido Moncloa, "a eso no da tiempo".
Algunas de las pautas, no obstante, residen en ese informe encargado por Zapatero que Sánchez ha colocado en su mesa de trabajo. La definición del Valle como "construcción que almacena sufrimiento y sangre", alumbrada con el objetivo de "convertir en héroes a quienes murieron en la autodenominada Cruzada ignorando a los vencidos" y el deseo de "resignificar un espacio que fue concebido para aupar a unos e invisibilizar a otros".