Albert Rivera y Pablo Casado fueron a ver al Rey para trasladarle que no apoyarán a Pedro Sánchez ni con un "sí" ni con una abstención. PP y Ciudadanos, salvo un imprevisto ejercicio de contorsionismo, no habilitarán la investidura del líder socialista.
"¡Llevo diciéndolo cuatro meses!", respondió un exasperado Rivera cuando se le insistió por este futurible. "¡No es que no!". Casado, por su parte, zanjó así el debate: "No lo hacemos porque no nos fiamos de Sánchez".
Ambos urgieron al presidente en funciones a reeditar la mayoría de la moción de censura: "Ya tiene socios". También le apremiaron a no "dilatar" el proceso. Y volvieron a pelear por el liderazgo de la oposición. Los dos se autoproclaman principal alternativa al Ejecutivo de izquierdas.
Tanto el candidato liberal como el conservador consideran amortizada cualquier posibilidad de entablar una negociación que libre a Sánchez de la influencia de Pablo Iglesias y los nacionalistas. Tampoco se bajaron de este argumento cuando se les inquirió acerca de una repetición electoral en caso de que no fructifique la alianza de PSOE con Podemos y PNV.
Rivera y Casado, eso sí, presionaron a Sánchez para que permita gobernar la Comunidad foral a Navarra Suma -la coalición que integran junto a UPN-. Pidieron "altura de Estado" para que el PSOE decida abstenerse y autorice allí un Ejecutivo de centro derecha que no sea rehén del nacionalismo. Cuando se les arrojó este motivo en relación al Gobierno central, despejaron la pelota. No les vale. "Ya se lo he comunicado al Rey", coincidieron.
El "no" a Sánchez pase lo que pase
El andamiaje argumental de Rivera y Casado supone una estricta continuación de lo que PP y Ciudadanos anunciaron en campaña: el "no" absoluto a Pedro Sánchez. "No me fío de él", repiten continuamente.
Uno y otro mencionaron como razones de su inamovible posición los "pactos" del presidente en funciones con "Podemos y los separatistas". Rivera, en concreto, puso como ejemplo los casos de Madrid, Aragón, Barcelona y Castilla La-Mancha.
También hicieron referencia a la política económica del Gobierno: es "irresponsable" y merma a las "familias". En cuanto el Ejecutivo eche a andar -si la estrategia de la moción vuelve a prosperar-, PP y Ciudadanos inundarán el Congreso de propuestas contra las "subidas impositivas".
Casado y Rivera se denominan mutuamente "socios preferentes" para los pactos de Comunidades y Ayuntamientos. Su objetivo pasa por levantar una suerte de "dique de contención" contra las propuestas macroeconómicas de Moncloa.
De entre todas las alternativas, Pablo Casado, según fuentes de Génova, preferiría la reedición del Pacto del Abrazo entre Sánchez y Rivera. A ojos del líder conservador, sería el remedio "menos malo". En Ciudadanos, cuando se les traslada esta opinión, responden: "¿Y por qué no se abstiene él?".
Esta pugna a la derecha del centro denota una clave que caracterizó la campaña y que todavía se mantiene: Rivera y Casado han elegido vincular sus proyectos con una férrea oposición al "sanchismo". Una circunstancia que, además, coincide con la táctica autonómica y municipal: formar gobiernos PP-Ciudadanos salvo que sea "imposible". El discurso de los dos líderes no ha variado desde que concluyó la competición electoral.