Paula no quiere que su apellido aparezca en este artículo o en ningún otro. Tampoco quiere que aparezca el nombre de la institución en la que trabaja, o el lugar donde estudia un posgrado de comunicación corporativa, ni ningún otro dato que le permita a los nacionalistas localizarla fácilmente. Paula tiene cuarenta y un años y dos hijos, y si algo repite una y otra vez durante todo el tiempo que paso con ella es su deseo de que "el boom viral pase rápido".
Su miedo no es ya a los violentos. Esos adolescentes de buena cuna, criados y educados en la abundancia, que visten zapatillas deportivas Nike y sudaderas New Balance, y que se hacen selfies para su Instagram después de lanzar bolas de acero capaces de matar a un hombre contra la policía. Los mismos adolescentes que son luego aplaudidos por sus orgullosas madres en Twitter y en Facebook porque "la causa" ha logrado sepultar ya cualquier rastro de instinto de protección maternal en ellas. Esos chicos, a fin de cuentas, son sólo la carne de cañón del nacionalismo.
El miedo de Paula es más bien a los nacionalistas con mando en plaza. Los que señorean las administraciones locales, las asociaciones civiles, los medios de comunicación, el sistema educativo y los sindicatos, tanto a derecha como a izquierda, y tanto en partidos regionales como en partidos supuestamente nacionales. Son esos nacionalistas que pueden decretar tu muerte civil con un simple mensaje de whatsapp. Los que te obligan a hablar en voz baja de determinados temas en la oficina, en los bares y en la calle.
Una paranoia que alguien que no haya vivido nunca en el País Vasco o en Cataluña encontrará seguramente exagerada, pero con la que se identificarán de inmediato los que sí lo hayan hecho.
Paula es la mujer que apareció este viernes en El programa de Ana Rosa, de Tele 5, y cuyo alegato contra el nacionalismo y esa izquierda que lo apoya, lo blanquea o lo protege con más o menos disimulo, se convirtió en apenas unos segundos en un fenómeno viral.
"No entiendo el revuelo. Yo no soy Agustina de Aragón, ni tengo ninguna intención de convertirme en la Marianne del constitucionalismo" me dice. Es fácil intuir que dice la verdad y que en su sorpresa por la repercusión de sus palabras no hay falsa modestia, sino sincera humildad. "Has dicho lo que la gente querría oír de boca de su Gobierno, pero no oye" le contesto. "Es normal que te hayas convertido en un símbolo".
En uno de los chat más frecuentados por los agentes de la Guardia Civil, el vídeo de Paula se había compartido ayer, a las 00:00 de la noche, más de 50.000 veces. Los 'me gusta eran aún más: unos 60.000. Lo mismo ocurría en otros grupos de Facebook de la Policía Nacional. Y no era sólo lo que decía Paula, a fin de cuentas un ejercicio de sentido común y de hartazgo frente al fascismo nacionalista. Era más bien cómo lo decía. Con un discurso articulado, culto y con un nivel de análisis de la situación muy superior al de muchos políticos con altas responsabilidades de Estado.
El misterio tiene fácil explicación. Paula es licenciada en Derecho, master en Relaciones Internacionales en la UE, doctorada en Relaciones Internacionales y master en Administración de Empresas. Aunque ella no le da demasiada importancia a nada de todo eso. "Bueno, sí, Derecho es la carrera que te ayuda a entender el telediario. Pero tampoco hablé tan bien por la televisión. No debería haber dicho 'hostia', por ejemplo".
Paula no oculta sus simpatías políticas. "Soy afiliada del PP catalán desde hace muchos años, aunque también he votado a Ciudadanos, no voy a negarlo. Hace años trabajé en el gabinete de Alberto Fernández Díaz, en el Ayuntamiento de Barcelona, durante la época de la alcaldía de Xavier Trias". Después de que su vídeo se hiciera viral, Beatriz Talegón publicó en su cuenta de Twitter una foto de ella junto a Cayetana Álvarez de Toledo, Arcadi Espada, el periodista de La Vanguardia Iñaki Ellakuría y otros amigos.
"Cené con ellos, sí, son amigos. Y mis cuentas son privadas, pero algún contacto con acceso a ellas cogió la foto y se la envío a Beatriz Talegón. Al rato, ya andaban diciendo que la noche del jueves cené con la cúpula del PP y que pactamos la intervención en el programa de Ana Rosa Quintana" me cuenta Paula. Obviamente, no hubo tal cena ni tal plan. Simplemente, las cámaras de Tele 5 pasaron en el momento justo por el lugar justo.
Tras la explosión viral de su vídeo, Paula recibió la llamada de Cayetana Álvarez de Toledo –"me llamó 'pirómana' y yo la llamé 'pirómana' a ella"– y de Alejandro Fernández, líder del PP catalán, del que ha aceptado algún que otro consejo acerca de cómo gestionar la avalancha de interés que ha desatado entre medios de comunicación de todo tipo "Me dijo que me voy a convertir en un juguete roto de Operación Triunfo" dice Paula.
"Alejandro está haciendo un trabajo magnífico. Como Inés Arrimadas, a la que, como mujer, comprendo en su decisión de irse a Madrid. También sé que Pablo Casado y Albert Rivera pidieron mi teléfono para hablar conmigo. Cantó me retuiteó. Y Rivera también" añade. "¿Y del PSC?" le pregunto. "No, del PSC no me ha llamado ni se ha interesado nadie".
"Yo no soy nadie, Cristian. Leo a Félix Ovejero, a Julio Valdeón Blanco, te leo a ti. Pero no soy nadie. Sé que la gente se olvidará de mí en 48 horas, pero preferiría que la expectación pasara más rápido" dice. Paula es valenciana y su marido es uruguayo. En 2017 estuvieron a punto de irse de Barcelona, pero abortaron la decisión cuando las cosas parecieron calmarse un poco tras la aplicación del 155. "Estábamos hartos y nos planteamos irnos. En Cataluña, los ciudadanos demócratas somos los antisistema".
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