Don Ramón María del Valle-Inclán sigue empeñado en resucitar cada vez que se gesta un esperpento a la altura de su obra. Y el Congreso, que derrocha legislaturas a cucharadas, es para el escritor gallego algo así como el cuerpo del deseo. Para saltar el cordón de seguridad, se hace pasar por un tal Agustín Zamarrón, médico y diputado del PSOE nacido en Segovia allá por 1946. Se atribuye 74 años. Así, reconvertido a parlamentario más adusto, ha presidido la Cámara el día de su constitución.
Se ha presentado con su traje de los domingos, una corbata ancha, el pañuelón en la solapa y una barba de chivo tan blanca y afilada que, a ratos, parece azularse. Él lo llama "vestirse de bonito". "Oigan, oigan, ¡que me trafullo! Es la edad y el ronroneo", ha clamado en un instante de confusión. Por mucho que insiste en presentarse como Zamarrón... La lengua le delata. Si de verdad fuera diputado, ¿cómo iba a disculparse por el bloqueo? En sus primeros minutos de micrófono, ha espetado: "Pido perdón al pueblo español, soberano único, por el incumplimiento del trascendente mandato constitucional de otorgar gobierno a la nación".
Don Ramón, que tiene muy buen humor cuando no hay una guerra carlista a la vuelta de la esquina, ha llamado a los políticos a propiciar "una legislatura larga y fructífera". Camina, sube y baja escaleras a pesar de sus 153 años. La última vez que cumplió este cometido dijo haberse bebido "veinte vasos de agua". Aquella tarde, en una entrevista concedida a pesar del aparato socialista, confesó a este diario "sufrir la posesión cuasi diabólica de Valle-Inclán". Pero nadie lo creyó. Junto a la chocolatería de San Ginés, en el mural de Luces de bohemia, decenas de madrileños se fotografiaron con el eximio escritor.
Carlos Alsina, que se lo ha cruzado por los pasillos antes de empezar, le ha preguntado por esa ingobernabilidad que padecen los parlamentarios incluso cuando se trata de introducir un papelito en una urna. Él le ha dicho estar tranquilo por todos esos militares que ha metido Vox en el Congreso. Se ha agarrado al "espíritu castrense". Tras las elecciones de abril, tuvo que enfrentarse a "un trombo de difícil solventación", a "unas colas más largas que las del pan en tiempos de carestía".
Después, se ha dirigido a la reunión del grupo socialista. Antes de entrar, ha aseverado: "Estoy cojo, como el resto del Parlamento. Unos inválidos y otros cojos". ¡Maldita sea la providencia! Minutos después, Adriana Lastra, su compañera, se ha torcido el tobillo al levantarse para ir a votar. Bien saben los hombres del siglo XIX que todos los "levantamientos" salen mal...
A don Ramón todavía le sorprende la estrategia de su partido, que pretende ser investido por Esquerra Republicana. Cuando la joven que le acompañaba en la Mesa de la Cámara ha nombrado a los exdiputados presos, ha respondido: "Ellos no son electos. El tiempo de las nubes negras ya ha pasado". ¡Será usted optimista, don Ramón! Por cierto, Quim Torra, "Quiiiim Torra", según explicó a este diario, "tiene nombre de boxeador".