Manuel Castells tomará posesión este lunes como ministro de Universidades del Gobierno de Pedro Sánchez. El líder del PSOE, en teoría, tiene la potestad legal para elegir a su equipo en el Ejecutivo, pero en el acuerdo signado con Unidas Podemos quedó claro que no habría "vetos por ninguna de las partes". Eso abrió las puertas a que Pablo Iglesias designara su parte de los colaboradores. Y eso hizo, finalmente, que las confluencias del partido morado pidiesen su cuota en el gabinete.
Así fue cómo Ada Colau, líder de facto de los Comunes, le recordó a Iglesias que es su facción la que más diputados aporta al Grupo Parlamentario en el Congreso. Y de este modo fueron sonando nombres procedentes del partido instrumental soberanista -"pero no independentista", insisten las fuentes comunes- para hacerse cargo de la cartera de Universidades. Desde Joan Mena, vetado por los rectores, hasta Rosa Lluch, la que parecía la elegida hasta hace poco más de una semana. El sociólogo Manuel Castells se destapó a última hora como el favorito, aunque su nombre provocó ciertas reticencias en el PSOE.
Y estos reparos bien podrían deberse a las posiciones muy cercanas a la dialéctica de los líderes del procés independentista que ha sostenido el académico en los últimos años. Sin ir más lejos, este último mes de octubre, calificó al PSOE de "partido nacionalista español" durante las gravísimas noches de violencia que sucedieron a la publicación de la condena contra Oriol Junqueras y el resto de políticos y líderes sociales del golpe del 1-O de 2017. Y todo, dentro de una argumentación que deslegitimaba la sentencia acusando a los jueces del Tribunal Supremo de formar parte de un entramado político al servicio de los "partidos nacionalistas españoles".
"La cuestión siempre es decir que 'es la Justicia'. Pero, un momento, pensemos: ¿qué es la Justicia? ¿quién nombra a los jueces?", se preguntaba Castells en una entrevista concedida a Preguntes Frequents, en TV3. "Los nombra el Consejo General del Poder Judicial. ¿Y quién nombra al Consejo General del Poder Judicial? Los políticos, el Parlamento, entre ellos".
El razonamiento le servía a Castells a sugerir que todo el proceso de instrucción, vista oral y sentencia del procés estaba viciado por una ideología nacionalista española: "Los jueces no son unos ángeles que están fuera de la sociedad y fuera de la ideología. Tienen su ideología y tienen su política. Y como son nombrados por partidos españoles que son nacionalistas... el PP son nacionalistas; Ciudadanos, de extrema derecha nacionalista; el PSOE son nacionalistas... ¡pues [los jueces] son nacionalistas españoles!".
La sonrisa con la que cerraba su argumentación el ahora ministro indicaba su satisfacción por haber logrado transmitir con una sencilla exposición las razones por las que ponía en duda la respuesta judicial al desafío separatista. Pero aquella entrevista, celebrada hace sólo tres meses y en plena precampaña electoral, estaba sembrada de muchas más explicaciones de este sociólogo que chirriaban directamente con los mensajes que transmitía en sus mítines el presidente Sánchez, buscando la reelección.
Manuel Valls, indignado
No hay más que ver el tuit de Manuel Valls, concejal en Barcelona y ex primer ministro de Francia, para comprender la sorpresa del nombramiento de Castells para ocupar un Ministerio en España. Este mismo sábado ya se saltaba el protocolo firmado entre Podemos y el PSOE para mantener el respeto y las parcelas dentro del Gobierno, y poniendo en riesgo la relación de España con EEUU al defender en un artículo publicado en La vanguardia a Irán en su conflicto con Washington. Vea aquí la entrevista competa:
"El problema es que el Gobierno del PP y el de los socialistas ahora no quieren ni tan siquiera negociar", apuntaba Castells. "No saben hacerlo ni para formar Gobierno", decía cuando ya se acercaba la repetición electoral, "ni para solucionar este conflicto".
"No hay democracia"
Castells, profesor de Sociología, cree que "en diferentes partes del mundo pasa lo mismo a la vez" y que eso tiene una explicación, "la falta de democracia, un sistema que ha funcionado un tiempo, pero que ya no". Es decir que "las protestas en Cataluña, en Francia, en Hong Kong, en Chile... hay que buscarlas en la gente, la gente indignada que no encuentra respuestas a sus reivindicaciones".
Planteaba en su intervención televisiva el ahora ministro de Universidades que "un 60% de los ciudadanos, según los datos, no confía en sus representantes, en los políticos. Y cuando no pasa nada, se puede ir tirando; pero cuando hay algún problema, no tienen canales de expresión". Por eso él asegura que "es mentira que haya una democracia, porque las elecciones cada cuatro años no es democracia. La democracia es la capacidad de los gobiernos de escuchar a los ciudadanos y negociar para cambiar el programa o las decisiones".
En estos lugares ya citados "este tipo de democracia no existe para grupos sociales muy importantes". Y cuando los ciudadanos "tienen capacidad de acción y no instituciones, salen a la calle, no tienen otro posibilidad", concluye. "Es una cuestión de frustración política. ¿Hay alborotadores, agitadores? Siempre los hay. Pero ese no es el problema. Aquí el problema es la frustración de la gente".
"Un problema esperable"
Hace tres meses, quien este lunes prometerá su cargo como ministro del Gobierno en la Zarzuela y ante el Rey de España aseguraba que "todo lo que ha pasado era esperable, es un problema de base. Un problema del tipo de democracia que tenemos, que ha funcionado un cierto tiempo y que ya no funciona". Porque la violencia "no hay que reprimirla, sino entenderla", opina. Y "no es que la gente sea violenta, es que no tienen forma de encontrar una salida que no existe hoy en España".
El representante de los Comuns en el Gobierno cree que "el problema del independentismo y España es muy simple: que la legalidad española no es reconocida como legalidad por más o menos la mitad de la población catalana". ¿Y cuál es la solución? La que defienden los Comuns en su programa para el 10-N, un referéndum de autodeterminación: "Hasta un 75% [de los catalanes] piensa que para salir del problema se ha de votar, un referéndum pacífico y tranquilo. Como en Escocia, como en el Québec, ¡y no pasa nada!".