Cuando Pablo Casado puso fin a su discurso ante la Junta Directiva de su partido, recibió una larga ovación. Contribuyeron a ella los barones, que luego comieron con él antes de viajar a sus respectivos territorios. Ninguno de ellos tomó la palabra para rebatir el mensaje de su presidente, como sí ha ocurrido en otras ocasiones.
Consciente de lo que se jugaba en su arenga, el líder del Partido Popular ensambló un discurso aglutinante, que miró más "hacia el centro" que hacia la derecha. Un ruego que le han venido transmitiendo la mayoría de sus candidatos autonómicos desde que Vox irrumpió en el tablero político.
Esa apuesta -de momento verbal y que deberá ser confirmada con hechos en los próximos meses- gustó entre los dirigentes conservadores y selló una especie de plan con vista a la legislatura. "Ya sabéis, paz y amor", bromearon algunos de los presentes visiblemente contentos a la salida de Génova.
En su primer gran cónclave tras la investidura de Pedro Sánchez, el principal opositor debía transmitir a su equipo las líneas maestras de lo que vendrá. ¿Cómo se contestará al Gobierno? ¿Cómo se afrontará el auge de Abascal? ¿Es tiempo para la moderación o para la contundencia?
La beligerancia de Casado contra Sánchez desde la tribuna del Congreso fue utilizada por miembros de PSOE y Podemos para homegeneizar a Vox y PP. Moncloa ya se afana en dibujar un solo bloque. El presidente del Ejecutivo llegó a decir: "Son todos el mismo libro. Vox, de tapa dura; el PP, tapa blanda; y Ciudadanos, versión de bolsillo".
Casado exhibió la dureza suficiente como para generar este interrogante: ¿la estrategia para competir con Abascal pasa por la asimilación de algunas de sus formas? Y esa pregunta inquietaba a algunos altos cargos del PP. Por eso su líder, este lunes, aclaró su apuesta por el "centrismo" y la "moderación".
"Halcones y palomas"
"El PP no se divide entre duros y blandos. Hay un único Partido Popular", apuntó Casado. O dicho de manera más metafórica: "El PP no se divide entre halcones y palomas".
El candidato se comprometió a alejarse de lo "bronco" y de lo "desestabilizador". También a "no olvidar sus obligaciones institucionales y de Estado". Pero eso no significa ser "ingenuo" o "incauto". A continuación, advirtió de la vehemencia que empleará en la "defensa de los principios constitucionales".
"Sería irresponsable -continuó- no alertar de la naturaleza divisiva y reaccionaria de este Gobierno". Intentará aunar esa labor y la mano tendida en relación a los grandes pactos de Estado.
Por tanto, Casado apalabró ante sus barones una especie de fórmula funambulista, un equilibrismo que combinará la "contundencia" -frente a las cesiones al nacionalismo- con la "moderación" -si se trata de negociar, por ejemplo, las pensiones-. Y esa fórmula, de momento teórica, convenció a la plana mayor del PP.
Casado, además de afrontar su valía como opositor en la Cámara, intentará pasar el test de los barones. Deberá poner en práctica lo acuñado en su primer gran discurso del año. A la derecha, se asomará la derecha radical, constante amenaza en la captación de sus votantes más conservadores.