"Cloacas" y "policía patriótica": el PSOE radicaliza su lenguaje a remolque de Podemos
El PSOE se ha alejado poco a poco de su imagen más institucional y ha adoptado la dialéctica de Podemos y sus socios nacionalistas.
14 junio, 2020 03:13Noticias relacionadas
Noviembre de 2019. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias llegan a un acuerdo para un gobierno de coalición destinado a "desbloquear la situación política en España". Es la primera vez en cuarenta años de democracia que un partido situado en un rincón del arco político, el del populismo de izquierdas, accede a la Moncloa.
La duda en el sector empresarial, en Bruselas, en los medios de prensa, en las televisiones y entre los ciudadanos es la misma en todos los casos. ¿Qué ocurrirá ahora? Muchos aventuran que las responsabilidades de gobierno moderarán a Podemos y alejarán a la formación morada de sus tesis más radicales. A fin de cuentas, eso es lo que ocurrió en Grecia con Alexis Tsipras.
La experiencia de Ada Colau en Barcelona, probablemente la administración más puramente 'podemita' de España, es un indicio en contra de la tesis de la futura domesticación de Podemos. Pero aún así, la idea de que Pablo Iglesias derivará hacia la socialdemocracia y abandonará el populismo en favor de unas formas políticas más institucionales es mayoritaria entre la prensa.
Nadie se pregunta, sin embargo, qué ocurrirá con el PSOE. Como si el socialismo fuera una roca inamovible y la transición de Felipe González a José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez no hubiera tenido el mínimo efecto en el partido. Como si el PSOE fuera una masa de gravedad infinita alrededor de la cual los demás partidos sólo pueden orbitar. Nunca alejándose de ella, siempre atraídos por el socialismo. Atrapados por su gravedad.
Sólo dos sectores sociales y políticos, los votantes de Podemos y los partidos nacionalistas, deseaban por aquel entonces que el resultado fuera el contrario. Que fuera Podemos el que alejara al PSOE del centro y le llevara de la mano hasta posiciones de quiebra constitucional y de ruptura de los consensos del 78.
Radicalización del lenguaje
Lo que ha ocurrido en la práctica es exactamente lo que deseaban Podemos y los nacionalistas. La luna ha logrado que el planeta acabe orbitando a su alrededor. Si no en el fondo, principalmente por la resistencia de algunos ministros del PSOE, como Nadia Calviño, José Luis Escrivà o Margarita Robles, sí en las formas.
Si alguien ha sido capturado por la gravedad de su socio, ese ha sido un PSOE cuyo lenguaje se ha radicalizado poco a poco hasta acabar siendo prácticamente indistinguible del de Podemos. "Cloacas", "policía patriótica", "debate constituyente", "escudo social", "extrema derecha". No ha habido eslogan de Podemos que el PSOE no haya acabado haciendo suyo.
La mutación en el PSOE ha ido por barrios. La belicosidad de Adriana Lastra o Rafael Simancas no ha sido la misma que la de las mencionadas Nadia Calviño o Margarita Robles. Pero la podemización del lenguaje socialista ha acabado alcanzando incluso a ministros de perfil moderado como Juan Carlos Campo, responsable de Justicia.
Crisis constituyente
"Junto a la crisis constituyente tenemos también un debate constituyente que debemos abordar", dijo el pasado miércoles Juan Carlos Campo en el Congreso de los Diputados en respuesta a una pregunta de ERC. El estupor en el Hemiciclo fue general. ¿Cuándo se había abierto en España ese 'debate constituyente' del que hablaba el ministro y por qué nadie sabía nada de él?
El hecho de que la respuesta del ministro de Justicia no tuviera nada que ver con la pregunta de los republicanos –que habían preguntado por la posible clasificación de los grupos antifa como organización terrorista– despertó las alarmas. ¿Por qué Campo introducía con calzador en su respuesta una expresión muy similar a las utilizadas de forma habitual por Podemos y los nacionalistas para cargar contra la Constitución del 78?
El incendio fue sofocado por el Ministerio afirmando que las palabras del ministro habían sido malinterpretadas. Justicia negó rotundamente que el PSOE esté trabajando ya en una reforma de la Constitución junto a Podemos y sus socios nacionalistas, y mostró su malestar por lo que consideraba interpretaciones malintencionadas.
La pregunta continúa, sin embargo, en el aire. ¿Por qué aludió el ministro en tres ocasiones –"crisis constituyente", "debate constituyente" y "crisis constituyente" de nuevo– a una pregunta que no estaba sobre la mesa? Lo único claro es que los únicos satisfechos con las palabras del ministro fueron, precisamente, Podemos, ERC y Bildu.
Policía patriótica
Las tácticas políticas del PSOE exigen habitualmente que las fuerzas se repartan para cubrir dos flancos al mismo tiempo. El flanco institucional y más centrado es cubierto por Margarita Robles y Nadia Calviño. También, por el propio presidente, al que se preserva de toda polémica y que suele dejar las tareas de azote de la oposición en manos del flanco más escorado a la izquierda. El cubierto por Adriana Lastra y Rafael Simancas, entre otros.
El ancho de banda del PSOE está ahí, a la vista del observador atento. Con Ciudadanos negocian Carmen Calvo y José Luis Escrivà. Con ERC, Adriana Lastra, José Luis Ábalos y Salvador Illa. Este último no por moderado, sino por catalán. Con Bildu, Adriana Lastra y Rafael Simancas.
Esa división del trabajo fue rota el pasado miércoles 3 de junio en el Congreso de los Diputados, cuando Pedro Sánchez aprovechó su turno de palabra para defender al ministro de Justicia, Fernando Grande-Marlaska, con el argumento de que este trabaja "para destapar a la policía patriótica del PP".
El término "policía patriótica" no está en el ADN del PSOE, sino en el de Podemos, y liga con las tesis de un Pablo Iglesias que suele achacar a las supuestas cloacas del Estado los problemas con la Justicia derivados por la destrucción de la tarjeta de memoria con fotos íntimas de su exasesora Dina Bousselham, hoy directora de La Última Hora, el órgano de prensa oficioso de la formación morada.
La expresión "policía patriótica" fue introducida por Pedro Sánchez en su discurso de forma tan artificiosa como lo hizo Juan Carlos Campo una semana después con la expresión "debate constituyente", lo que demuestra las dificultades del PSOE para integrar el radicalismo del lenguaje de Podemos en su discurso institucional.
Extrema extrema derecha
Pero la influencia del lenguaje de Podemos en el del PSOE se dejó notar ya antes incluso de su acuerdo de gobierno en noviembre de 2019.
Fue Adriana Lastra, por ejemplo, la que durante un acto electoral en Gijón previo a las elecciones generales de ese mes llamó "fascista" y "extrema derecha" a todos los partidos de la derecha, que en aquel momento eran PP, Ciudadanos y Vox. Hoy, "fascista" y "extrema derecha" sólo lo son, en el relato del socialismo, PP y Vox.
Pocos días después, fue la todavía por aquel entonces ministra de Justicia Dolores Delgado la que durante una sesión de control en el Congreso calificó de "derecha" a Ciudadanos, de "extrema derecha" al PP y de "extrema extrema derecha" a Vox.
En febrero de este año, y con la pandemia a las puertas de España, Pablo Iglesias negó tensiones en la coalición de gobierno con el argumento de que el suyo era "un Gobierno fuerte y unido, que no va a regalar ni medio flanco de ataque a la oposición de la ultraderecha y la ultra-ultraderecha".
Ese mismo día, Lastra volvió a arremeter contra el PP, al que acusó de "hacer y decir todo lo que hace y dice la ultraderecha, los fascistas, Vox".
En no pocas ocasiones, la batalla por la paternidad de tal o cual expresión entre PSOE y Podemos –"escudo social" por ejemplo– no ha sido más que el reflejo de las tensiones en el propio seno del gobierno de coalición por la paternidad de tal o cual medida social. Y ejemplo de ello es la aprobación del ingreso mínimo vital, que reclaman en privado tanto PSOE como Podemos.
Los ejemplos no se limitan a la osmosis del lenguaje socialista y el 'podemita', sino también al del socialista y el 'podemita' con el nacionalista. Ejemplo de ello son las expresiones "blindar las competencias en educación" –un eufemismo para la segregación del español en las escuelas catalanas– o "mesa de diálogo".
También, la expresión "conflicto político", que en la cosmovisión nacionalista no alude al conflicto existente entre catalanes nacionalistas y no nacionalistas, sino al supuestamente existente entre "los catalanes" y "el Estado español".
El hecho de que ERC se aferrara a esa expresión, "conflicto político", para llamar a "superar" la Constitución es la prueba de que la utilización del lenguaje de un partido radical por parte de un partido moderado suele abrir la puerta a la legitimación de las tesis más extremas del primero y no a la templanza de estas.
El PSC nacionalista
Es difícil encontrar ejemplos en España de la unión de un partido moderado con un partido radical que haya acabado moderando al segundo en vez de radicalizar al primero. Prueba de ello son los dos tripartitos de PSC, ERC e ICV. El primero en 2003, con Pasqual Maragall como presidente, y el segundo en 2006, con José Montilla.
La unión del PSC con ERC en 2003 logró lo que en aquel momento parecía imposible. Que un Pasqual Maragall que como alcalde había conseguido las Olimpiadas para Barcelona de la mano de un exalto cargo del régimen franquista –Joan Samaranch– se deslizara por la pendiente del nacionalismo hasta pergeñar un Estatuto de Autonomía que, en sus propias palabras, relegaba a España a un papel "residual".
Nadie duda hoy que el Estatuto de Pasqual Maragall, que nadie en Cataluña reclamaba por aquel entonces, acabó generando un clima de rencor que, con el tiempo, desembocaría en el mayor conflicto civil vivido por la democracia española en sus 40 años de historia: el procés.
Tampoco el segundo tripartito fue un ejemplo de moderación del radical, sino más bien de radicalización del moderado. El sucesor de Maragall, José Montilla, llegó a la presidencia de la Generalidad con el aval de su pertenencia al sector menos nacionalista del PSC y acabó encabezando las manifestaciones en contra de la sentencia del Tribunal Constitucional que declaró la inconstitucionalidad de varios de sus artículos.
Pero quizá la lección más importante que puede extraerse de la experiencia de los dos tripartitos es que la unión del PSC con ERC no sólo acabó radicalizando al partido moderado y atrincherando al radical en sus posturas maximalistas, sino que esa radicalización se contagió a la sociedad civil y culminó en un golpe contra el orden constitucional apoyado por dos millones de personas en las calles.