Tomás de la Quadra-Salcedo (Madrid, 1946) fue uno de los políticos más poderosos de la España felipista. Aquel PSOE encadenaba mayorías como si no hubiera nadie enfrente. Él se ocupó, primero, de la cartera de Administración Territorial. Después, González le encomendó la presidencia del Consejo del Estado, hasta que en 1991 lo recuperó como ministro de Justicia.
Catedrático de Derecho Administrativo y primo de Miguel, el mítico aventurero, desmiga la actualidad con voz pausada. Una actualidad que poco tiene que ver con la de su tiempo. Le incomodan los exabruptos, le enerva el frentismo.
Critica al presidente del Gobierno por no haber reprendido en público a los ministros que atacaron al jefe del Estado. También lamenta la reforma del CGPJ con la que amagó la coalición PSOE-Podemos. Sin embargo, al contrario que muchos de sus coétaneos -Alfonso Guerra, Paco Vázquez o el propio Felipe González- no siente ajeno el proyecto de Sánchez.
Con la libertad que el prefijo "ex" confiere al ministro, De la Quadra-Salcedo contesta con su propio argumentario. A grandes rasgos, defiende al Gobierno, pero no rebaja el tono cuando lanza el dardo. Una curiosidad: a través del teléfono, tiene la voz inquietantemente parecida a la de Iñaki Gabilondo.
Usted comenzó a militar en el PSOE en 1976. ¿Sigue haciéndolo?
Sigo haciéndolo, sí.
¿Convencido? La respuesta ha sido muy parca.
Estoy convencido. Soy militante del PSOE porque tengo la convicción de que una visión socialdemócrata es la que le conviene al país. La situación es muy difícil, pero sigo siendo socialista.
Algunos compañeros suyos de aquella época, como por ejemplo Felipe González, Alfonso Guerra, Joaquín Leguina o Paco Vázquez, sienten como ajeno el proyecto de Pedro Sánchez. ¿A usted también le ocurre?
No me siento ajeno y ello con independencia de que no acabo de ver algunas de las decisiones que toma el Gobierno, pero al margen de eso… ¡Es que atravesamos una situación insólita! Por ejemplo: a mí me habría gustado un Ejecutivo PSOE-Ciudadanos, pero se frustró. Y no por culpa de Sánchez, sino de Rivera.
También me habría gustado que el PP hubiese hecho lo mismo que el PSOE con Rajoy: abstenerse. Lo hizo entonces, además, con el coste que tuvo la consguiente crisis interna, pues Pedro Sánchez era partidario de no abstenerse.
Eso le iba a decir: si llega a ser por Sánchez, ese gesto de Estado no se habría producido.
Sánchez, no; pero el PSOE lo hizo, al margen de la forma en que se hizo: para prescindir de su secretario general. Estamos hablando de partidos de gobierno. Este país necesita que el PP lo sea y que no incurra en esa deriva absurda que ha tomado. No sé si con el discurso de Casado en la moción empezará a cambiar. En tiempo de la investidura, el PSOE hizo lo que tenía que hacer.
Antes de la investidura, a todos nos interesaba la estabilidad, pero el centro jugó a otra cosa
¿A qué se refiere?
Sánchez fue el candidato más votado y tuvo que buscar una solución. Lo primero que nos interesaba a todos era la estabilidad, tras unas segundas elecciones en pocos meses, pero el centro jugó a otra cosa. Después, el PP decidió que a Sánchez no le quedara más remedio que echarse en brazos de lo que Casado llama “fuerzas socialcomunistas y separatistas”.
Esa fue la decisión libre del PP. Al margen de la improcedencia de esa calificación, a mí no me gusta la solución, pero la situación era muy difícil. Seguro que hubo errores tácticos. Sí, también lo creo.
A Pedro Sánchez nadie le ha puesto una pistola en la cabeza para pactar con los separatistas. También es una decisión “libre”.
La alternativa era convocar unas terceras elecciones. No es razonable, habría sido una locura. Un responsable político no podía tolerar eso. No le dejaron otra opción, hablar de libertad no es correcto si solo consiste en convocar terceras elecciones.
Me decía que hay algunas decisiones del Gobierno que no le gustan. ¿A cuáles se refería?
Este Gobierno nació a las veinticuatro horas de las elecciones. Al día siguiente. El PP ya había dejado claro que no facilitaría la investidura, pero, a pesar de ello, creo que Sánchez debió negociar la abstención de Casado, incluso aunque fuera improbable o imposible. Prefirió pactar directamente con Podemos. Esa no era la mejor solución. En cuanto a Albert Rivera: pagó el precio justo. Lo que hizo fue inadmisible. Ha puesto a este país en una situación dificilísima.
Antes de pactar con Podemos, Sánchez debió negociar con Casado la abstención del Partido Popular
Dice que a Sánchez no le quedaba alternativa, pero una vez empezó a gobernar hizo concesiones al separatismo: la “mesa del diálogo” con el independentismo catalán, los pactos con EH Bildu… ¿Todo eso era impensable en socialistas de su época?
Si usted me pregunta si estoy dispuesto a una mesa de diálogo para negociar la independencia, le diré que no. Y esa misma era la posición del Gobierno. Yo estoy dispuesto a dialogar, porque la cerrazón y el negarse a hablar empeora el asunto.
Hay gente que cree que el problema en Cataluña se soluciona con tanques. No es así. Tampoco con la independencia, desde luego. Pero en ningún caso empezando por cerrar, por principio, la puerta al diálogo; por más que en ese dialogo no pueda negociarse la independencia.
¿Y en cuanto a Bildu? Este miércoles, el PSOE firmó con este partido y las demás formaciones separatistas un manifiesto en favor de la “democracia”.
Es que lo veo al revés. Me explico: si Bildu propone, por ejemplo, una solución razonable a la pandemia, ¿por qué hay que echarle a los infiernos? Le confieso que no he leído el manifiesto, pero me parece magnífico que se comprometan con la democracia, aunque haya que seguirles reclamando la condena de la violencia pasada.
Si Bildu propone, por ejemplo, una solución razonable a la pandemia, ¿por qué hay que echarles a los infiernos?
Antes deberían condenar los asesinatos de ETA, les recordó la oposición.
Desde luego, pero si se comprometen con la democracia… ya hemos dado un paso. El PP también ha votado con Bildu en el Parlamento vasco. No se puede satanizarles. Hay que recordarles continuamente lo que hizo ETA en el pasado, sí, pero si aprueban algo sensato, no se les debe satanizar. “Señores, ustedes se han contagiado de Bildu” porque Bildu ha votado con ustedes que dos y dos son cuatro. Pero, ¿qué argumento es ese en una democracia?
Sobre la gestión de la pandemia, ¿qué opina de la coalición PSOE-Unidas Podemos?
Es muy difícil hacer una valoración en plena pandemia porque todos los datos económicos y de salud tienen que ser malos en una situación tan insólita y extraordinaria. No se puede comparar con ningún otro periodo. Me parece que los ERTE o el ingreso mínimo vital, por ejemplo, han sido un logro importante.
No es que quiera ponerle una medalla al Gobierno, pero el tratamiento ha sido contrario al de la crisis de 2008, donde imperaba la austeridad, aquí, en Europa y en el mundo. Los organismos europeos se dieron cuenta de que la mera austeridad es suicida.
Las dificultades, con los defectos de todos los gobiernos, no creo que se puedan atribuir al Estado de las autonomías. Ha funcionado razonablemente bien; otra cosa son los partidos políticos. La cuestión es: ¿qué nos ha pasado para que estuviéramos tan poco preparados?
Imagino que, como millones de españoles, se habrá preguntado por qué el virus se ha cebado tanto con este país. ¿A qué conclusión ha llegado?
Sinceramente, no lo sé. Me extraña mucho por qué en España ha habido ese incremento tan grande. Nuestro modo de vida no es muy distinto al de, por ejemplo, los italianos. No lo sé.
Es decir: no asocia la proliferación de los contagios a la gestión del Gobierno.
Sería más correcto hablar de la gestión de los gobiernos. Con frecuencia oigo decir que tras el estado de alarma se devolvieron las competencias a las Autonomías. Pero eso no es cierto: no se les devolvió nada, pues nada se les había quitado.
Las competencias de sanidad y de salud pública las tenían antes, durante y después del estado de alarma. Ellas eran las que sabían, o debían saber, cuántos respiradores, mascarillas, batas y ucis debían tener en caso de pandemia.
¿Fallaron los gobiernos con responsabilidades transferidas directas e inmediatas o, también, el Gobierno central que, a partir del 11 de marzo, asumió la coordinación sin privar de competencias a las Autonomías? A lo mejor, sí; pero las responsabilidades son muy distintas y habrá que dilucidarlas. No puede olvidarse, por otra parte, que son muchos los países que han fallado. No lo sé. Habrá que analizar.
No me explico por qué hemos sido tan sensibles a los contagios. También hubo un momento de llamamiento a la rebeldía frente a las medidas tildándolas de dictatoriales. Pareció a algunos que lo bueno era gritar en contra y hablar de opresión. Quizá eso mandara una señal errónea a la población.
Pero eso era una minoría ruidosa.
Sí, pero si eso luego lo amparan dirigentes con responsabilidad, se crea una mala situación. No sé responder a la pregunta sobre por qué en España hubo más contagios. Es difícil saberlo en el momento actual, pero es necesario aclararlo.
No sé por qué en España hay más contagios; es difícil saberlo, pero es necesario aclararlo
En otro orden de cosas: ¿le decepcionó que Sánchez no reprendiera en público a Alberto Garzón y a Pablo Iglesias por sus ataques al jefe del Estado?
En primer lugar, me sorprendieron los propios ataques al jefe del Estado por parte de miembros del Gobierno. Me parece inadmisible que se hagan desde dentro. El presidente debió de hacer alguna reflexión en contra.
Felipe González dice que el Gobierno se parece al “camarote de los hermanos Marx”.
No sé en qué contexto lo dijo. Vi el titular. En general, el presidente González suele ser prudente, quizá eso se haya sacado de contexto y resulte, como titular, excesivamente duro.
Él suele hablar, en tono irónico, de la “Republiqueta” que quiere implantar Podemos.
Lo de la república, como si estuviéramos ante un cambio de régimen, no tiene sentido, ni creo que el presidente González lo piense. No creo que haya el menor peligro en este momento. Tenemos una Constitución que consiguió un apoyo superior al 90% en cuestiones centrales de nuestra convivencia.
La cuestión no es monarquía o república, sino estar o no con la Constitución en su integridad y valores fundamentales
Pretender tocarla simplemente por manifestar una idea personal en un aspecto concreto de la Constitución es una frivolidad que solo sirve para romper los consensos básicos… La cuestión no es monarquía o república, sino estar o no con la Constitución en su integridad y en sus valores fundamentales.
Ponerla en cuestión, y no digamos demolerla, sería una falta de sentido común. Nuestra democracia no es militante, se puede reformar, pero no desde un Gobierno que no se ha formado para modificar la forma de Estado y disminuir los consensos en que se basa la convivencia.
¿Qué futuro le augura al Ejecutivo actual?
Es posible que pueda acabar la legislatura, aunque es complicado debido a la mayoría tan precaria que tiene. La posibilidad de una convocatoria de nuevas elecciones es poco aconsejable en esta situación gravísima de pandemia. Ya no es qué futuro tiene el gobierno, sino si hay una alternativa mejor. Sinceramente, no la veo. No me gusta esta inestabilidad en un momento en el que el país necesita una posición fuerte.
Parafraseando al propio Pedro Sánchez: ¿usted duerme tranquilo con este Gobierno?
Sí. No es que me guste o me disguste, pero esto de que se va a derrumbar España no es cierto y no es algo que me inquiete. Lo que me inquieta no es el Gobierno, sino el panorama del arco parlamentario: la polarización. Debemos evitar la tentación del bien a la que se refiere Todorov – del bien absoluto- que tanto daño ha hecho en la Historia, pues el bien absoluto conduce a algunos, en ocasiones, a derribar el templo con sus columnas, si consideran que no se logra.
Ha conocido a varios. ¿Podría ordenar a los presidentes de la democracia de mejor a peor?
No me cabe la menor duda. Felipe González sería el primero a partir de la democracia normalizada. También Suárez con la brillante Transición. Después Calvo-Sotelo, Zapatero y Rajoy. Por último, Aznar. Sería improcedente clasificar al actual, que lo está siendo en circunstancias excepcionales. Conviene esperar a que acabe su mandato.
¿Qué le parece el desenlace de la moción de censura de Vox al Gobierno?
La moción no tenía sentido. Ha sido una moción por ver quién se lleva el gato al agua en la derecha. Tengo la sensación de que esto ha descubierto cuál es la propuesta de Vox en este panorama. Espero que sirva para que la derecha encuentre su rumbo. Me gustaría que lo hiciera.
Pablo Casado rompió con Abascal. Fue durísimo. ¿Cómo cree que influirá en la dinámica política?
Es una ruptura de discurso, no sé si tendrá consecuencias en las Comunidades donde el PP gobierna con el apoyo de Vox. Sí debería tener alguna influencia en el comportamiento del PP. Casado ha estado en el seguidismo de Vox, alentando sus posturas para no ser desbordado por la derecha. Un partido de gobierno no puede caer en la gran exclusión de que “sólo son patriotas los que piensan como nosotros”.
Lo que dice Vox sólo me interesa en un sentido: ¿cómo es posible que los españoles se sientan atraídos por ese mensaje?
¿Qué le suscita Vox?
Lo que dicen sólo me interesa en un sentido: ¿cómo es posible que los españoles se sientan atraídos por ese mensaje? En buena medida, creo que todo esto lo ha provocado el independentismo catalán. Aunque hay fenómenos similares a Vox en los distintos países europeos. Es, a grandes rasgos, fruto de la desesperación ante el mundo que cambia. La respuesta sencilla y visceral a problemas complejos.
¿Es de los que cree que Sánchez necesita la gasolina de Vox para sobrevivir?
No creo que Vox alimente al presidente. Un PP centrado y con vocación de gobierno hace más daño a Sánchez que uno radicalizado; y, a la vez, también ayudaría más al buen gobierno de España.
La reforma en el sistema de elección del CGPJ que pretendía Moncloa “degrada el espíritu de la Constitución”, decía en esta misma sección Rodríguez Bereijo, expresidente del Tribunal Constitución. ¿Usted qué piensa?
Esa reforma no me gusta. No se adecúa al espíritu de la Constitución. Es rechazable.
Es algo así como decir: “Ya que no logramos el consenso, prescindamos de él”.
Ya le digo, creo que no se ajusta al espíritu constitucional, pero se está ocultado la gravedad de la situación actual. Si cuando toca renovar, el partido de la oposición bloquea e impide que se cumpla con la Constitución, que quiere que el órgano de gobierno se adapte y evolucione con los cambios en la sociedad y entre los jueces y magistrados…
Al vetar la renovación se prorroga la elección anterior, la del partido que está impidiendo el designio constitucional. El veto consigue que quien refleja la pluralidad petrificada del pasado continúe determinando la composición actual del CGPJ.
A partir de ahí, se permite que un órgano concluido – pero que se considera afín por quien veta- continúe designando presidentes y magistrados de todos los tribunales; haciéndolo cuando la Constitución quiere que sean otros quienes lo hagan.
Y además por la mayoría simple que introdujo la ley de 2013 en lugar de por la mayoría absoluta que regía hasta esa fecha. Eso es igual o más grave que la propuesta del Gobierno, que no se ajusta al espíritu constitucional. La cuestión hay que estudiarla en su totalidad. ¿Un CGPJ decidiendo cosas que no le corresponde porque ha concluido su mandato? Eso es lo más grave.
El PP incluye entre sus condiciones para negociar que Podemos no esté presente.
Imagino que la negociación la llevará el ministro de Justicia con el responsable competente del PP. O los responsables de los partidos en el Congreso. ¿Cuáles? ¡Todos! No hay que excluir radicalmente a nadie. Deberán estudiar qué jueces reúnen los méritos suficientes. Lo más importante es que se ha acabado prescindiendo de los méritos de los jueces, que era lo más importante, para pasar a valorar qué apoyos de cada partido tiene el magistrado.
“El fútbol es un deporte de once contra once en el que siempre gana Alemania”. ¿España es un país en el que, pase lo que pase, PP y PSOE siempre se reparten los jueces?
No es que se los repartan, lo más peligroso es que los jueces tengan la sensación de que, para ascender, deben contar con un partido u otro. Sin perjuicio de solucionar de la manera más rápida la actual situación, habría que repensar de nuevo íntegramente el CGPJ.
Habría que conjugar varias propuestas: la renovación por tercios del CGPJ, el sorteo de entre los propuestos por jueces y magistrados (en caso de no llegar a acuerdos en el Congreso y Senado en un plazo breve) y la propuesta del PSOE en 2014: una elección entre los propios jueces según unos criterios de aplicación que garanticen que ninguna asociación se lleve la totalidad de los puestos. Eso privaría a todos los jueces de la sensación de que dependen de los partidos políticos.
En 1985, esos doce vocales dejaron de ser elegidos entre los jueces y su nombramiento se trasladó a las Cortes. Usted, como jurista y miembro de aquel Gobierno, ¿se sintió decepcionado?
La reforma que aprobó el Consejo de Ministros no decía eso.
Pero ocurrió en la práctica.
Lo que ocurrió fue lo siguiente: el diputado Bandrés -Euskadiko Ezkerra- hizo una enmienda que acabó siendo aceptada. Implicaba que la elección de los doce vocales correspondiera a las Cámaras. Bandrés se arrepintió de aquello.
La enmienda tenía un sentido: la Constitución dice que la justicia emana del pueblo. ¿Dónde está esa emanación si los eligen simplemente entre los jueces? La fórmula tenía sentido, pero el propio Bandrés reconoció que no funcionó.
Los partidos no han estado a la altura y eso se ha convertido en un semillero de dependencia de jueces y magistrados que, consciente o inconscientemente, buscan caer bien a unos u otros partidos a los que pueden acabar debiendo su promoción.
Conoce al dedillo el sistema judicial español, ¿cree que Juan Carlos I será juzgado?
Debido a lo conocido hasta ahora, creo que no, pero deberán ser los tribunales quienes se pronuncien... Otra cosa es que la conducta conocida me parezca reprobable.
¿Le han sorprendido las informaciones sobre sus supuestas corrupciones?
Sí. No podía pensar que eso pudiera ocurrir.