La batalla en el seno del Gobierno continúa, con Nadia Calviño como comandante en jefe de uno de los ejércitos. Los socios elegidos por el tándem que parecen haber formado Pedro Sánchez y Palo Iglesias para sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado no se corresponden con lo que desea una parte cada vez más poderosa en el seno del Consejo de Ministros, pero no tanto en el PSOE.
La vicepresidenta tercera forma un núcleo duro, junto a su equipo económico -con María Jesús Montero y José Luis Escrivá como lugartenientes con mando en plaza-, que maniobra para que la negociación de las enmiendas a las cuentas públicas del año que viene no desvirtúe el trabajo de dos meses. Vamos, que Ciudadanos siga cabiendo en la foto.
En este tiempo, Montero ha sido la enviada de Calviño a las reuniones preparatorias con Nacho Álvarez. La ministra de Hacienda llevaba una agenda llena de puntos tachados a las citas con el secretario de Estado de Derechos Sociales, y brazo económico de Iglesias. En ella constaban todas las rebajas al acuerdo de coalición impuestas por la realidad fiscal que ha seguido al enorme dispendio de recursos desplegado en medidas socioeconómicas para paliar la repercusión de las restricciones asociadas a la pandemia.
"Un año así se puede aguantar, porque la crisis es temporal", aseguran fuentes del departamento de Economía, "pero no más, hay que empezar ya la consolidación", sobre todo viendo que la segunda ola no remite, las Comunidades Autónomas recrecen cada día sus medidas restrictivas, y los sectores más afectados siguen necesitando apoyo. "En un contexto así, la clave no es con quién, sino el qué", añade un portavoz de Economía, "y para eso la presencia de Ciudadanos, por supuesto, ayuda".
Tragar sapos
Unidas Podemos se quejó, durante toda la negociación del borrador de las cuentas del año que viene, de que Calviño y Montero eran "las emisarias del no". Su empeño por demostrar que son una fuerza fiable y de Gobierno, unido a su necesidad electoral de mantener la coalición a toda costa -las perspectivas electorales son lamentables-, provocaron que los morados se vieran obligados a ceder en casi todo: no hay impuesto a la banca, no hay subida de Sociedades, los nuevos tramos del IRPF son meramente cosméticos y, por supuesto, no haya "impuesto a los ricos".
Pero el juego de las negociaciones vino con exigencias de última hora, como la intervención del mercado del alquiler y las "mejoras en el Ingreso Mínimo Vital", dos aspectos fuera de la ley de Presupuestos que impuso Iglesias para tragar el sapo con menos dolor. Fuentes de Hacienda lo explicaban así: "Las cosas son como son, y ahora no es el momento de la reforma fiscal, algo había que darle a Iglesias para que pudieran vender a sus bases".
Pero el caso es que Iglesias sí ganó en algo, y es que su buena interlocución con los grupos de la izquierda independentista en el Congreso logró conformar una mayoría cada vez más cohesionada. Juanma del Olmo, su director de Estrategia, y Jaume Asens, presidente del grupo parlamentario, impulsaron dos manifiestos -contra "el bloqueo del PP" en la renovación del CGPJ, y contra "la ultraderecha de Vox"-, que pusieron el sello del PSOE al lado del de Bildu, ERC e incluso la CUP... y eso preparó el terreno para la votación de las enmiendas a la totalidad.
La incomodad pública de los barones por ver a su PSOE de la mano de los bildutarras se convirtió este lunes en bronca real, en el seno de la Comisión Ejecutiva Federal. Sánchez reprochó a los barones que hicieran público su malestar antes de trasladárselo a él en privado. Y éstos contestaron con la misma moneda, recordándole que "la posición del partido era no pactar con Bildu", y que "una cosa es lealtad y otra, el acatamiento sin información".
Una estrategia, dos objetivos
En este ambiente, Calviño trabaja en una estrategia con dos objetivos, a corto y a medio plazo. En el primer término, lograr que el PSOE no acepte enmiendas a los PGE como la que este mismo lunes planteaban los nacionalistas gallegos del BNG: 1.000 millones en inversiones para Galicia, porque las cuentas no dan para repartir a ese nivel. Así no habrá que buscar más ingresos por la vía impositiva, y se cumplirá con lo acordado con los de Inés Arrimadas: algo así como tú te olvidas de bajar los impuestos y yo de subirlos.
Si en la foto de los Presupuestos finalmente está Ciudadanos, la vicepresidenta tercera conseguirá meter un caballo de Troya en esa "mayoría de la investidura" que Iglesias afirma que ya es "mayoría de legislatura" y "bloque de dirección de Estado". Y en este punto cuenta con el apoyo del aparato de Moncloa.
La supervivencia de Cs es clave en los planes a medio plazo de Sánchez. Mirando con luces largas, alimentar a los liberales de Arrimadas creen en Presidencia que dará oxígeno electoral a los naranjas. Y eso por un lado, debilita la renovada apuesta del PP por el centro. Y por otro, podría permitir al PSOE elegir socio de referencia tras las próximas elecciones. "Todos sabemos lo que vale la lealtad de Sánchez", explican fuentes de Unidas Podemos, "y que dormiría mucho más tranquilo siendo socio de Arrimadas de que de Iglesias".
Por eso mismo, el empeño de Unidas Podemos es el de sacar a Ciudadanos, como sea, de la ceremonia del sí a los Presupuestos. "Quien esté en esa foto, sin duda, participará de la dirección del país en los próximos años", afirman las huestes de un lado y del otro del Gobierno, tanto las de Calviño como las de Iglesias. "Y con Arrimadas dentro, el plan de una España plurinacional y con mayor peso del sector público es imposible", admiten en Podemos.