Cuando hicieron ministro a José María Maravall, los periódicos hablaron de una "biografía agitada". Detenido por antifranquista, militante del PSOE en la clandestinidad, doctorado en Oxford... ¡hasta miembro de la Ejecutiva del Partido Laborista! Esa "agitación" ha caminado perennemente hasta esta noche, cuando suena el teléfono.

Lo que iba a ser un breve cuestionario sobre la nueva Ley de Educación acaba convertido en un carnaval de dardos y elogios. Sorprenden más los segundos que los primeros.

Cruzada la frontera que separa el zapaterismo del felipismo, el poder seductor de Pedro Sánchez merma hasta casi desaparecer. Basta con leer los titulares que brindan el propio González, Alfonso Guerra o Abel Caballero. ¡Con Maravall han topado!

-¿Le inquieta que el Gobierno haya dejado al castellano sin el término "vehicular" en su reforma educativa?

-El castellano es vehicular, eso es indiscutible. Bueno, veremos: será el Tribunal Constitucional quien decida sobre la literalidad del articulado. He escuchado al PP y a Vox decir tantas veces que viene el lobo...

-Es decir: no le inquieta.

-No, no me agobia. Hicieron lo mismo con mis leyes. Lo dijo Pujol: los nacionalistas arrancaron más a José María Aznar en quince días que a Felipe González en catorce años.

-En su proyecto original, Moncloa mantuvo la condición "vehicular" del castellano. La quitó tras un pacto con ERC.

-Si tienen margen para realizar ese pacto, que lo utilicen. Y si ese margen genera un problema para el español, que se acuda al Tribunal Constitucional. Existe la Alta Inspección, que se haga funcionar. El Estado no es ni debe ser inane en Cataluña. Yo estoy en una posición más bien españolista, aunque me gustaría que tuviéramos el pragmatismo de los ingleses.

El que fue ministro de Educación y Ciencia entre 1982 y 1988 escucha la lista de los Pedros -no es el caso de Sánchez- con carné del PSOE que también están "llamando al lobo". Entonces, rebate: "Oiga, mi simpatía por algunos de esos históricos que usted menciona es muy limitada. No me ata en absoluto lo que dice Guerra. ¡Qué se le va a hacer!".

A Maravall no le encorseta esa diplomacia que caracteriza a algunos exministros. Le gusta la provocación -le encantaba mantener duras discusiones con sus doctorandos- y embiste sin necesidad de capote.

"De verdad, no entiendo cómo algunos siguen siendo miembros del PSOE. Decían que a su izquierda no había nada, pero a su izquierda estamos muchos. Que digan lo que quieran, no creo que el castellano corra peligro. No es momento de apelaciones patrióticas", apostilla Maravall.

-Detecto que no se lleva muy bien con Alfonso Guerra.

-Siempre he estado lejos.

-¿También cuando él era vicepresidente y usted ministro?

-También.

-Guerra dice que muchos socialistas tienen un nudo en la garganta por lo del castellano y los pactos con Bildu.

-¡Esa es otra historia estrambótica! No hay ningún pacto con Bildu. En unos Presupuestos, cada uno vota lo que le sale de las narices. Que Guerra se una a la próxima foto de Colón. Igual le apetece.

Contra los barones

En este punto, la conversación viaja a las guerras internas del PSOE y deja aparcado el debate sobre la Ley de Educación. Maravall, que estuvo once años en la Ejecutiva federal y milita desde 1974, es ahora vicepresidente de la Fundación Felipe González.

Es hijo de José Antonio Maravall, que fue discípulo de Ortega y está considerado como el padre en España de la "Historia de las ideas". Con siete años, el futuro ministro recitaba de memoria La Chanson de Roland. Ahora, está a punto de recitar, aunque de manera improvisada, un serio correctivo a los barones socialistas.

-Felipe González. Entiendo que se llevan bien.

-Por supuesto. Desde hace muchos años. Es el gran presidente. La amistad es larga.

-Imagino que sus debates acerca de Sánchez serán entretenidos. No coinciden en nada.

-¿Por qué?

-González comparó al Gobierno con el Camarote de los hermanos Marx.

-Es que es un poco el camarote de los Marx. ¡Pero de Marx y Engels! Sé que vivieron en Londres, pero no tenía ni idea de que hubieran estado en un camarote.

-Por tanto: usted y González, amigos discrepantes.

-No, ¡no! Hace poco me pidió un artículo sobre el socialismo liberal. Me ha dicho que le ha gustado.

-Ese "socialista a fuer de liberal" del que hablaba Indalecio Prieto poco tiene que ver con el socialismo de Sánchez. La izquierda, que era internacionalista, pacta ahora con los nacionalistas.

-¡Así es la vida! Pero, ¿qué me dice de los socialdemócratas alemanes que pactan con Merkel e incluso con Die Linke -un movimiento parecido a Podemos- en algunos landers?

-Podrían organizar un debate en la fundación entre González y usted. Sería entretenido.

-No, no; que ya debatimos lo suficiente. ¡Lo celebramos si viene Pedro Sánchez!

-¿Y qué pasa con los barones críticos con el Gobierno? Son actuales dirigentes del PSOE. Ni de la vieja guardia ni simpatizantes de PP y Vox.

-Emergen barones por todas partes. Proclaman ser de la pata del Cid, pero yo lo soy más. Han surgido como los reinos de Taifas. Y eso me interesa menos. Me interesan más las Comunidades del artículo 151 que las del 143.

Defensa de Sánchez

José María Maravall quizá sea el defensor de Sánchez con mejor carta de presentación académica: además de doctor en Oxford, fue profesor en Harvard y en Columbia. Hace algo más de una década se le concedió el Premio Nacional de Ciencia Política.

Insiste en que el actual presidente del Gobierno "está haciendo bien las cosas": "No participo de los ataques contra él. Hace lo que puede con los mimbres que tiene. Y lo hace bien". El sociólogo se describe en consonancia con aquella líder neozelandesa que dijo admirar a Sánchez.

-Después de tan encendidos elogios, podría pensarse que Sánchez y usted se tratan con frecuencia.

-No le veo mucho, la verdad. Pero soy capaz de abrir los ojos. Fíjese, de hecho, fui de los que firmó un manifiesto en favor de la abstención que él negó -en la investidura de Rajoy- y que le costó el puesto. Hoy, me siento muy identificado con la responsabilidad que ejerce el PSOE en una circunstancia mucho más difícil que cualquier otra.

Antes de colgar, José María Maravall apunta: "Estoy extasiado con la derrota de Trump. ¿Sabe? No me pondré ninguna vacuna que sea americana, china o rusa. Si puedo, me pondré la británica, la de AstraZeneca. ¿La de Pzifer? No, no, porque Trump se ha atribuido su mérito".

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