Calma chicha con pequeños chirimiris ocasionales. Ese es el panorama que insisten en ofrecer una y otra vez los sondeos electorales españoles. Algo llamativo si se tiene en cuenta que 2020 ha sido el año más crítico de las cuatro décadas de vida de la España democrática.
Ni los más de 60.000 muertos por la Covid-19; ni el rescate europeo de una economía española herida de gravedad; ni la crisis provocada por la alianza del PSOE con Podemos, ERC y EH Bildu; ni las constantes polémicas que han azotado al Gobierno durante los últimos 12 meses parecen haber hecho mella en la intención de voto del PSOE.
Ninguna de las grandes encuestadoras españolas le ha dado al Partido Socialista menos de un 25% de intención de voto durante los últimos meses. Rara es, de hecho, la que le ha dado menos de un 26 o un 27% del voto. El CIS le ha llegado a dar incluso más de un 30%.
Invymark le dio al PSOE un 28,5% el 1 de noviembre de este año. GAD3, un 27,3% el 5 de octubre. SocioMétrica, para EL ESPAÑOL, un 26,6% el 19 de octubre. Sigma 2, un 29,3% el 24 de octubre. NC Report, un 26,8% el 9 de noviembre.
La media de esas encuestas realizada por Electocracia arroja un resultado extraordinariamente parecido al de las elecciones generales de noviembre de 2019. Las únicas excepciones son Vox y Podemos, que parecen subir y caer respectivamente más allá de la horquilla de un punto en la que se mueven PP, PSOE y Ciudadanos.
Pero ni siquiera en esos dos casos el movimiento de votantes es suficiente como para alterar sensiblemente los actuales equilibrios en el Congreso de los Diputados. Los bloques se muestran inamovibles.
Estabilidad absoluta
La media de todas las encuestas nacionales a finales de noviembre de 2020 realizada por Electocracia arroja un 27% de intención de voto para el PSOE. Es decir, sólo un punto menos que el 28% que obtuvo en las elecciones de 2019.
Un 21,2% para el PP, por el 20,82% de noviembre de 2019.
Un 17% para Vox, por el 15,09% de hace un año.
Un 11,6% para Podemos, por el 12,84% de las últimas elecciones.
Y un 6,7% para Ciudadanos, por el 6,79% de 2019.
De acuerdo a los datos recopilados por EL ESPAÑOL en base a los sondeos de Sociométrica, esos porcentajes serían de 26,7% para el PSOE, 20,8% para el PP, 17,4% para Vox, 11,5% para Podemos y 6,9% para Ciudadanos.
En escaños, el PSOE actual se movería entre los 112 y los 116, por los 120 de las elecciones generales de 2019. El PP, entre los 89 y los 93 (89 en 2019). Vox, entre los 59 y los 63 (52 en 2019). Podemos, entre los 28 y los 32 (35 en 2019). Ciudadanos, entre los 8 y los 10 (10 en 2019).
Tan estables parecen esas tendencias que los españoles han acabado acuñando el mantra de que el votante socialista es impermeable a los escándalos, a la mala gestión y a las amistades peligrosas de su partido. Que los bloques de la derecha y de la izquierda son inamovibles e impermeables. Que la derecha jamás logrará superar la suma de PSOE, populistas y nacionalistas. Que Sánchez será presidente para una década.
Llevada al extremo, esa tesis, el equivalente demoscópico de la vieja sabiduría popular, dice que la izquierda preferirá siempre una España en crisis gobernada por los suyos que una España próspera gobernada por la derecha.
En la trinchera contraria, la mera existencia de Vox sirve para convertir en indeseables, es decir en invotables, a todos los partidos a la derecha del PSOE con la única salvedad del PNV. Y este último, sólo mientras apoye a Pedro Sánchez.
Pero, ¿es ese tópico cierto? ¿Es el votante socialista tan impermeable a la realidad como se dice? ¿Y es cierto que la sociedad española permanece impasible frente a la catástrofe y prefiere estrellarse junto a su voto que cambiar de coche a media carrera?
Los sondeos engañan
Los analistas consultados por EL ESPAÑOL sostienen que los sondeos esconden más secretos de lo que parece a simple vista. También, que esos movimientos demoscópicos, aparentemente sutiles, tienen consecuencias letales cuando se trasladan a unas urnas en las que no juegan las horquillas y donde los escaños que gana un partido son perdidos por otro en un juego de suma cero.
La caída de Ciudadanos desde los 57 escaños de abril de 2019 a los 10 seis meses después, la desaparición de Podemos en Galicia y su casi total desaparición en el País Vasco o la pérdida de 750.000 votos del PSOE entre abril y noviembre del año pasado son ejemplo de ello. Todos los analistas consultados insisten también en prever sorpresas en las elecciones autonómicas catalanas del próximo 14 de febrero.
El escenario electoral, en definitiva, se está moviendo más de lo que parece. Y no en el sentido que señala el CIS, al que muy pocos profesionales del sector otorgan ya la más mínima credibilidad y que es calificado por algunos de ellos de "propaganda", cuando no de "prevaricador".
Podemos salva al PSOE
Narciso Michavila, presidente de la encuestadora GAD3, confirma que los españoles se están moviendo. "Lo que ocurre es que la fragmentación compensa las fugas de votantes. No olvidemos que el PSOE viene de niveles mínimos".
Alude Michavila a la evidencia de que el actual Gobierno es el más débil de la historia de la democracia. Nunca un presidente español ha gobernado con menos escaños que Sánchez y ha dependido de tantos partidos minoritarios. A favor del presidente juega, sin embargo, la fragmentación de la oposición. Sin esa división de la derecha en tres partidos, es probable que Sánchez no fuera presidente hoy.
"Eso es lo que le da su actual ventaja electoral al PSOE" dice Michavila. "Porque los bloques se mantienen relativamente estables. Es verdad que el bloque de izquierdas sufre cada vez más, pero también lo es que la izquierda concentra el voto en el PSOE, mientras que la derecha actual lo fragmenta en PP, Ciudadanos y Vox".
Dicho de otra manera. El PSOE está perdiendo votantes, sobre todo los de mayor nivel cultural y educativo de acuerdo a distintos análisis demoscópicos, pero lo compensa con los votantes que pierde Pablo Iglesias.
Irónicamente, la radicalidad de Podemos está sacando rédito político de su alianza con un Sánchez que depende de sus votos, aunque lo haga a cambio de hundir el partido en las urnas, como demostraron las elecciones vascas y gallegas.
"Antes, cuando sólo existían dos partidos grandes y algunos pequeños, se notaba mucho más cualquier cambio", dice Michavila. "Ahora mismo hay tanta fragmentación que la fidelidad de voto es muy pequeña en todos los partidos. Lo que ocurre es que esa misma fragmentación hace que las fugas se compensen con las ganancias por otro lado".
Pies de barro
El presidente de GAD3 desmiente uno de los tópicos más asentados a nivel popular. El de que Sánchez es un presidente rocoso, casi impermeable a los escándalos. "No es sólo que perdiera 750.000 votos en sólo seis meses de 2019, es que le ha costado 900 días aprobar unos Presupuestos. ¿La Covid-19 no desgasta? Bueno, es que PSOE y Podemos ya sufrieron un desgaste enorme en 2019. Vienen de números malos".
Una obviedad que es interesante señalar es la de que cuando un partido empieza a caer tras alcanzar sus máximos electorales, los primeros en abandonar son sus votantes más volubles.
Pero cuando ese partido cae a mínimos, la pérdida de votos se produce a menor ritmo porque afecta a sus partidarios más entusiastas, al núcleo duro de sus seguidores.
Si, además, ese lento goteo de incondicionales se compensa con los votantes, volubles por definición, que llegan desde otro partido, la caída se percibe como mucho menor de lo que es en realidad. No digamos ya si ese partido ocupa el poder y puede aprovechar todos los resortes propagandísticos para maquillar esta caída a su conveniencia.
Y ese es el caso del PSOE actual, un partido que está sustituyendo a sus bases de toda la vida por votantes volátiles de otro partido. En otras palabras. La masa electoral del PSOE de 2020 no sólo es menor que la de 1985, 1995 e incluso 2015, sino también de peor calidad desde el punto de vista de su fidelidad.
"Hay un segundo factor importante" añade Michavila. "La gente no está todavía en clave electoral porque venimos de dos elecciones generales y varias elecciones autonómicas. Los ciudadanos no visualizan todavía la posibilidad de un cambio de gobierno que solucione sus problemas, porque esa oportunidad no existe todavía".
"Lo que hemos visto en los últimos ciclos electorales internacionales es que los cambios se deciden en muy buena parte durante la campaña electoral. Y eso va a ocurrir también en España, quizá incluso en mayor medida que en otros países. Es lo que ha pasado en Galicia y en el País Vasco, donde ha habido mucho cambio de voto".
Errores estratégicos
Un análisis pausado del actual escenario político confirma que la radicalidad de las medidas del Gobierno y su política de alianzas con partidos nacionalistas y populistas no son señal de su fortaleza sino, precisamente, de su debilidad. Los errores estratégicos del PSOE no han sido además pocos.
Entre esos errores del PSOE está el de haber potenciado a Íñigo Errejón para dañar a Podemos. Los datos demuestran que si a alguien restó votantes Más País en 2019 fue al PSOE, no a Pablo Iglesias.
Es el mismo error que podría suponer ahora apoyar a ERC para dañar a JxCAT con el objetivo de cuajar un tripartito junto a Podemos en Cataluña. Una estrategia que a medio plazo se extendería al País Vasco, pero que obvia la posibilidad de que esa táctica castre las posibilidades electorales del PSC y aleje al PNV del PSOE.
El PSOE, en resumen, ya se ha equivocado antes de forma muy similar a como lo está haciendo ahora.
"Ocurrió cuando hicieron presidente a Miguel Ángel Revilla en Cantabria para dañar al PP. Ahora, el PSOE en Cantabria es poco más que un subalterno del PRC. Es lo que han hecho también en Galicia y en el País Vasco, y que van a hacer ahora en Cataluña: potenciar a BNG, EH Bildu y ERC. Recordemos que fue Barack Obama el que generó a Donald Trump" dice Michavila.
"Este gobierno, incluso con vacuna de por medio, va a tener difícil ganar las próximas elecciones" vaticina el presidente de GAD3.
Los ejemplos de lo que Nassim Nicholas Taleb llama cisnes negros abundan en la política. El Muro de Berlín parecía eterno sólo una semana antes de caer. ¿Por qué cae entonces de repente? ¿Por qué cae Fannie Mae durante la crisis de 2018? Porque ambos se basaban en mentiras, porque no había nada sólido detrás, porque ambos estaban sostenidos por elites que mentían a los ciudadanos en su propio beneficio.
¿Podría estar ocurriéndole al PSOE lo mismo?
Un segundo analista, que prefiere no aparecer con su nombre en este artículo, confirma esta posibilidad.
"El nivel de engaño y de manipulación de algunas encuestas que se da ahora mismo en España es inédito en cualquier otro lugar del mundo. ¿Qué país civilizado tiene un organismo como el CIS al servicio del gobierno? Y el principal perjudicado de ello es el propio Pedro Sánchez, que está tomando decisiones en base a información errónea. En base a las propias mentiras que le cuentan sus analistas".
Perder voto urbano
Narciso Michavila corrobora con datos la opinión de este último analista. "El PSOE está perdiendo mucho voto con un nivel de estudios alto y mucho voto urbano".
"Es que podría ser incluso que el PSOE no sea ya en la actualidad el partido con mayor intención de voto. Porque durante todo este año, el PSOE ha cedido mucho voto a PP, a Ciudadanos y a la abstención, aunque lo ha compensado con el voto que pierde Podemos".
Ejemplo de ello es lo ocurrido en las recientes elecciones autonómicas vascas y gallegas. Comicios donde el PSOE cedió mucho voto a PNV e incluso al PP de Alberto Núñez Feijóo, pero que compensó con el voto recuperado por el hundimiento de Podemos.
Diferencia entre olas
Pilar Rodríguez Losantos, analista y estratega electoral, ofrece un segundo punto de vista, más político, sobre la aparente inamovilidad de las encuestas.
"Hay que diferenciar la primera ola de la pandemia de la segunda. Durante la primera, y a pesar de que España estaba en una posición terrible en comparación con el resto de países europeos, había una sensación generalizada de caos. Nadie sabía nada, el resto de Europa no sabía nada, nadie parecía poder hacer nada. Era una responsabilidad compartida. Ni los ciudadanos sabían ni los gobiernos podían saber".
"Y con eso, Sánchez generó un escudo. La gestión fue lamentable, sí, pero quedó la idea de que la culpa no fue del Gobierno, sino de la falta de información. La primera ola no causó, en fin, efecto en los sondeos", añade esta analista.
Rodríguez Losantos cree, de hecho, que el Ejecutivo no va a sufrir ningún tipo de perjuicio por la crisis sanitaria, pero que sí lo sufrirá por la crisis económica.
Pero, ¿por qué el resto de partidos tampoco parecen moverse de sus posiciones iniciales, las de las elecciones de noviembre de 2019?
"El resto no se mueve por las mismas razones. El PP no ha sabido capitalizar la mala gestión del Gobierno porque Iván Redondo tomó una decisión tremendamente acertada desde el punto de vista táctico que es delegar la gestión de la segunda ola de la pandemia en las comunidades autónomas".
"¿Eso qué provoca? Que con la excepción de Madrid, que ha hecho una buena gestión de la epidemia, muchas comunidades del PP que parecieron salvarse de la primera ola estén sufriendo con la segunda. Es el caso de Galicia, de Andalucía o de Murcia. Así que el PP no puede capitalizar los errores del PSOE porque su gestión, con la excepción de Isabel Díaz Ayuso, no ha sido tampoco mucho mejor que la de Sánchez".
Guerra cultural
Rodríguez Losantos insiste también en una segunda idea. En paralelo a la epidemia se han producido otros hechos que han provocado que los españoles no sólo decidan su voto por el tema del Covid-19, sino también por otros factores. Factores que benefician al Gobierno, como el de la guerra cultural.
"La gente ya no vota al PSOE porque le favorezca o porque gestione mejor esta crisis, sino porque responde a sus motivaciones ideológicas de una manera más efectiva. Es el caso de la ley de educación o de la prohibición de los desahucios. Son batallas ideológicas que se siguen planteando y que el PSOE sigue ganando".
Según Rodríguez Losantos, el fantasma de Vox condiciona el voto de la izquierda. Pero el efecto Vox tiene fecha de caducidad y se acabará diluyendo, como se diluyó el efecto Podemos que tanto benefició en su momento al PP de Mariano Rajoy.
"El PP no puede rentabilizar el caos porque, de momento, Pablo Casado no es visto como un líder que represente una alternativa. Los medios han sobrevalorado su discurso de la moción de censura, aquello de 'ya somos de centro'. Casado sigue siendo un líder con poca fuerza, y eso explica que el PP no haya subido en las encuestas".
¿Y qué ocurre entonces con Ciudadanos? "Ciudadanos tiene el problema de que no se le percibe como un partido útil, pero ahora por razones contrarias a las de 2019".
"Entre las elecciones de los 57 escaños y las elecciones de los 10 escaños, Ciudadanos cayó porque no se les veía útiles para pactar con el Gobierno. Ahora no se les ve útiles porque no han dado la sensación de estar pactando, sino de estar pidiendo que les dejarán aprobar los Presupuestos".
"Dicho lo cual", añade Rodríguez Losantos, "la estrategia de Ciudadanos es la correcta para recuperar parte del voto que perdió en 2019".
"Y es la correcta no sólo para recuperar al votante de izquierdas, sino también para recuperar al votante de derechas capaz de entender que este Gobierno es lo suficientemente dañino como para merecer que lo echen, pero también capaz de entender que hay que intentar minimizar el daño que pueda provocar mientras no se logre echarle".
"El problema de Ciudadanos es que no está sabiendo comunicar su sacrificio. El problema de Ciudadanos no es su estrategia, que es la correcta, sino su comunicación".