El enfado en Moncloa era infinito. El vicepresidente segundo dio un golpe al tablero y cambió el escenario político al presidente, que no sabía nada de lo que le esperaba cuando aterrizó en Montauban.
Pedro Sánchez había quedado con Emmanuel Macron, para una histórica cumbre hispanofrancesa, la 26ª pero una de las más llenas de contenido de los últimos años. Pero a nadie le importó.
Y eso provocó una reacción furibunda, en medio del estupor. Fuentes del entorno más cercano a Sánchez advertían, en conversación con este periódico, que "Pablo Iglesias no debería jugar a ser Dios".
No sólo porque la noticia de su dimisión, en sí misma, abría una crisis de Gobierno y opacaba un día de triunfo del presidente. Sino porque el salto mortal del líder de Unidas Podemos tenía más de desafío que de retirada, mucho más de desaire que de movimiento táctico: era un órdago por la espalda muchísimo más que un mero anuncio por sorpresa.
La heredera
Sin duda, la retirada de Iglesias beneficiará a Sánchez en su trabajo diario en el Ejecutivo. Por mucho que todavía no deje el liderazgo de los morados, el autodesignado candidato a la Comunidad de Madrid ha ungido una heredera... que querrá ejercer.
Yolanda Díaz podrá ser vicepresidenta segunda -el presidente no quiso confirmarlo, pero avisó de que "no habrá sorpresas ni malentendidos"- e incluso la "futura candidata a la Presidencia del Gobierno". Pero su carácter "no es sectario ni de trinchera", según un antiguo compañero en la dirección de Unidas Podemos.
Por otro lado, la cabriola de Iglesias es una maniobra para salvar a Podemos, que se hundía en las encuestas, con serias posibilidades de caer por debajo del 5% en las elecciones anticipadas en Madrid. Es decir, con riesgo de desaparecer de la Asamblea regional, cuya ley electoral impone esa barrera.
"No nos engañemos, lo de Cataluña ha sido un espejismo", explicaban fuentes del entorno del líder de Unidas Podemos hace ahora un mes. "De no ser porque Pablo entró en campaña, imponiendo con una entrevista en Ara el marco de que España no es una democracia plena, nos habríamos hundido".
Así que la apuesta por Madrid es, como mucho, un parche. Un dopaje electoral -y para sólo dos años- en el que los morados admiten, implícitamente, que sin Iglesias no son nada.
Más allá de que el ejercicio del poder haya "consolidado los liderazgos de compañeras que tienen un inmenso futuro por delante", como dijo Iglesias en su vídeo en el que anunciaba su próxima salida del Gobierno, la lista que iba a liderar Isa Serra languidecía con una cuarta parte de los apoyos del -hasta ayer, todavía- "traidor" Íñigo Errejón.
Por la espalda
Y claro que sorprendió el anuncio. A todos y por orden: ni la (casi) vicepresidenta segunda Díaz, ni la (casi) ministra Ione Belarra, ni el (supuesto) socio Errejón fueron avisados previamente. Así lo ha podido confirmar este diario en fuentes de sus entornos.
Pero es que tampoco Sánchez supo nada, a pesar de que su (teórico) socio había tomado la decisión ya el pasado jueves.
Iglesias lanzó el órdago a espaldas de Sánchez cuando el PSOE ya había confirmado a Ángel Gabilondo, por mero descarte, y anunciado su 40º congreso federal de otoño. Así se aseguraba un rival socialista sin su pulso rabioso en los mítines.
La jugada dificultaba al presidente un golpe equivalente sobre la mesa... es decir, romper la coalición, llamar a las urnas y destrozar al moribundo Podemos en unas elecciones generales anticipadas a la vuelta de verano.
En el cuartel general de Podemos habían tardado apenas 24 horas -desde el adelanto electoral anunciado por Ayuso el miércoles 10 de marzo- en valorar la posibilidad de que fuese Iglesias el candidato a las autonómicas de Madrid, según confirman fuentes de la formación morada.
El jueves 11 lo estudiaron a fondo, y sobre ello hablaron en un aparte que ahora cobra significado el vicepresidente segundo y el ministro Alberto Garzón, durante el acto en Madrid de homenaje a las víctimas del 11-M.
Nada más saber que podría haber comicios el 4 de mayo, tenían claro que Isa Serra tenía que descartase. No sólo por sus expectativas electorales, sino por su muy previsible inhabilitación inminente. Es probable que no se resuelva de forma favorable para ella el recurso contra su condena por haber agredido a una policía en una manifestación en 2014.
Con la decisión casi tomada, Iglesias y sus más próximos aguantaron con prudencia hasta que el TSJM resolviese sobre si finalmente habría o no elecciones, cosa que hizo este domingo. Confirmado Gabilondo y presentado el congreso socialista, se salvó ese último escollo. Iglesias ya tenía el camino expedito para lanzar el órdago que este lunes sorprendía a toda España.
"Aún pasarán cosas"
Pablo Iglesias decidió que si las encuestas decían "nada", él lo quiere "todo". Que si Inés Arrimadas fue arriesgada -y le salió mal- y Ayuso fue audaz -y parecía tomar el mando de la situación-, él debía ser "valiente para ser útil donde toca y detener a la nueva derecha trumpista"... ahí es nada. Él y sólo él podía parar a la "ultraderecha", que quiere "asaltar Madrid".
El líder de Unidas Podemos ha destacado siempre por su capacidad de cambiar los marcos mediáticos para tratar de que las contiendas políticas se jueguen en el tablero que él propone. Con éxitos, fracasos y tropezones, hasta ahora ha salido triunfador desde que, en 2014, irrumpió en la política patria, con su coleta al viento como logotipo de Podemos, en aquellas elecciones europeas en las que recogió los réditos electorales del 15-M.
No deja de perder apoyos desde 2015, pero ha llegado a vicepresidente haciendo creer que aquel movimiento no fue transversal, sino de izquierdas, y él su legítimo representante; consiguió instalar que la acampada callejera en la Puerta del Sol no había sido contra la España hundida de Zapatero, sino contras "las políticas neoliberales del PP"...
Ahora, apuesta por una confrontación directa con el Partido Popular -o Ayuso o yo-, envolviendo en lisonjas un puñetazo al mentón de su examigo y fundador de Podemos, Íñigo Errejón, y disimulando una enmienda a la totalidad de su socio, Pedro Sánchez.
Pero en Moncloa no cuela. El entorno del presidente, indignado, advertía este lunes de que Iglesias se encontrará a Sánchez en los mítines. Y que "pasarán cosas", porque el socialista se siente tan liberado de compromisos como Iglesias le ha demostrado sentirse. Las fuentes consultadas en su equipo avisan de que la maquinaria del PSOE ha demostrado su poderío y que Sánchez no hace prisioneros.
En el discurso de dimisión, grabado en su despacho del Ministerio, Iglesias hacía un repaso de sus méritos en el Gobierno, presumía de que es capaz de "cosas imposibles" y le ponía deberes al presidente.
El líder de Podemos sabía que, antes o después, Sánchez lo dejaría caer, y este lunes quiso adelantarse con una cabriola audaz. Pero en el entorno de Sánchez recuerdan que, por mucho que le cambien el tablero de juego, él es quien parte y reparte.
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