A las 10.14 horas del jueves 15 de abril, el diario EL ESPAÑOL publicaba que la Policía había detenido a "otros cinco radicales" por los disturbios del mitin de Vox en Vallecas. Tres días antes, ya habían arrestado al joven de 21 años que se hizo famoso por patear a un agente que había caído al suelo en el fragor de los altercados... precisamente en una escena en la que se ve, de fondo, a Alberto R.R.
Ataviado con un polo de rayas azules y blancas, con los brazos tatuados y muy corpulento, Alberto R.R. es muy visible en varias de las imágenes que se publicaron el 7 de abril en este y otros periódicos. Y por eso mismo, aquel 15 de abril, agentes de la Policía se personaron en su casa y lo detuvieron, acusado de desórdenes públicos.
¿Qué pasó desde aquel 15 de abril hasta que este sábado, 1 de mayo, en que se supo que Alberto R.R. es un trabajador de la sede central de Podemos? Para empezar, pasó una campaña electoral completa, que no es poca cosa. Y que Pablo Iglesias sacó ventaja del silencio político y policial...
Pero es cierto que en esta campaña hubo muchos acontecimientos que desviaron atenciones y fueron variando el discurso dominante. Aunque ese cambio vino, en realidad, en la segunda mitad y a cuenta de las cartas con balas y navajas que la izquierda vinculó a la ultraderecha de Vox...
¿Qué habría pasado si Santiago Abascal, el presidente, y Rocío Monasterio, la candidata del partido de derecha radical, hubieran sabido que en su mitin de Vallecas dos de los detenidos por apalear policías y/o tirar adoquines estaban vinculados a Podemos?
Según fuentes consultadas en el entorno de la formación morada, sólo uno de ellos tiene contrato de trabajo con Podemos. Un tal Alberto R.R., que se dedica a labores de intendencia, está en la puerta de la sede, maneja contraseñas, conduce furgonetas, ayuda en la producción de actos públicos...
El otro supuesto escolta -tal como lo bautizó el periódico que dio la información originalmente- se llama Daniel J.J. y simplemente es simpatizante... y hermano de otro trabajador de la formación de Pablo Iglesias. Precisamente, de quien le lleva la seguridad al líder. El Pirrakas, líder asimismo del grupo ultra del Rayo Vallecano, Los Bukaneros.
Sí, sí, bien. Pero, ¿qué habría pasado en esos 15 días en los que el Ministerio del Interior ocultó que entre los detenidos había dos personas con vínculos tan directos con Podemos?
¿Lo sabía Iglesias?
Para empezar, los líderes de Vox, sin duda, habrían hecho notar su sorpresa por que un empleado de Pablo Iglesias, exvicepresidente del Gobierno, hubiera compartido calabozo esa noche, por haber apaleado policías, con un hombre con antecedentes por abuso sexual y otros tres con arrestos previos por lesiones, riña tumultuaria, desorden público , hurtos.
Y de paso, el líder morado no podría haber lanzado su campaña electoral ese jueves colocándose, como suele hacer en estas carreras a las urnas en posición de víctimas. Aquel día 15 de abril, Iglesias acusó a la Policía de ser sólo dura con la izquierda, y que, sin embargo, "para los nazis no hay detenciones".
Según ha podido saber este periódico, a esas horas del día 15 de abril, el candidato morado ya podría haber sido informado de que Alberto R.R., el tipo que le abría la puerta por las mañanas en la sede, había faltado porque estaba durmiendo en comisaría, y prestando declaración. Tal vez, si lo hubieran sabido los periodistas, podrían haberle preguntado al respecto, pero a la prensa y a la ciudadanía se les ocultó esta información.
Fuentes del partido morado se niegan a dar por bueno que el líder supiera nada de todo esto. Y rechazan que el partido sea responsable de no haber hecho público el arresto de uno de sus trabajadores. De hecho, la formación de Iglesias se desmarca de la presencia de Alberto R. R. en el mitin de Vox del 7 de abril. "Es un vecino de Vallecas que fue a rechazar ese acto de la ultraderecha por su propia decisión", explica una persona autorizada, que se pregunta por qué tendrían ellos que dar cuenta de nada.
Vox se querella
Al día siguiente de que la Policía supiese que tenía entre sus arrestados a dos personas vinculadas a Podemos, y de que los responsables de la investigación informaran a sus superiores -más allá de que la Secretaría de Estado de Seguridad lo niegue-, el partido de Santiago Abascal se querelló contra el ministro Fernando Grande-Marlaska. Vox lo acusa de ser el responsable de que hubiera un dispositivo de seguridad "intencionadamente defectuoso".
Probablemente uno no se equivoque mucho si piensa que a ésa, Abascal habría añadido otra querella contra Iglesias por "enviar a sus esbirros a reventar un acto democrático y a apalear a las fuerzas de seguridad". Al menos, de eso ha acusado el partido de derecha radical al líder de izquierda extrema desde este sábado.
¿Con este Iglesias, sí?
Los siguientes días fueron un poco más en calma. Los titulares de prensa versaban sobre si Ayuso arrasaría tan a lo bestia que sacaría a Sánchez de la Moncloa: "A lo mejor España me debe tres, entonces", se jactaba la candidata del PP. Y ya dando por descontada la presidenta, se hablaba sobre si el número dos de la lideresa debería ser Edmundo Bal (Cs) o Rocío Monasterio.
Tanto crecía el PP en las encuestas que, cuando llegó el debate televisado, a Ángel Gabilondo sólo le quedaba cambiar completamente de estrategia. Pasar del "con este Iglesias, no" al "Pablo, nos quedan 12 días para ganar"... Pero, ¿un personaje respetable como el candidato del PSOE habría podido borrar con tanta facilidad su rechazo al "radicalismo y el insulto" del líder de Podemos, en caso de que todos hubiéramos sabido lo de sus detenidos?
¿Y con este Vox?
También se estaba desdibujando Vox. El partido de Abascal no había rentabilizado los altercados y recurrió a una idea la mar de rentable: con poco dinero, el que gastó en un solo cartel en la estación de Metro de Sol, reventó el enfoque de una campaña en la que nadie hacía caso a Monasterio, eclipsada por la estrella de Ayuso.
El mensaje de que "un mena cuesta 4.700 euros" y la pensión de tu abuela no pasa de "426 al mes" dio combustible a las izquierdas en ese debate y sacó del ostracismo a la candidata de Vox. ¿Le habría hecho falta este viraje ultraderechista y xenófobo a la formación de Abascal si hubiese podido rentabilizar que había "matones de Podemos", como dice ahora, en su mitin un par de semanas antes?
Es en el debate de Telemadrid en donde cambia toda la estrategia de campaña. Gabilondo decide, de acuerdo con Moncloa, coordinarse con Podemos y Más Madrid y atacar como un frente triple a la derecha y la ultraderecha. Se ningunea a Ciudadanos y se señala a la coalición de socialistas, morados y errejonistas como única alternativa "a la entrada del fascismo en el gobierno de Madrid".
¿Amenazado el que amenaza?
¿Se habría amigado Gabilondo con Iglesias de haber sabido lo que le ocultaban? La información de que el encargado de la sede de Podemos había participado en los altercados no había llegado la juez, porque la Policía lo liberó sin cargos. ¿Se habría atrevido Iglesias a pedir públicamente un cargo en el Gobierno de Gabilondo de saberse todo esto?
Y es que tampoco se había informado de nada al candidato socialista. Ni a la opinión pública, que no contaba con ese dato para interpretar en toda su dimensión, pocos días después, las cartas amenazantes a Iglesias y Marlaska -precisamente, salvado por Podemos de la reprobación esos días- y a María Gámez, directora de la Guardia Civil.
El "fascismo" y "las balas"
Toda la locura que sobrevino después, en la llamada semana ultra de la que tuvo que arrepentirse el PSOE, la Moncloa y el propio Gabilondo -aunque ya tarde-, habría sido distinta.
Los que acusaron a Vox de haber "alimentado el clima de violencia" que había desembocado en esas cartas amenazantes, habrían tenido que hacer alguna pirueta para no tener que incluir a Podemos en la ecuación.
Y la formación de Santiago Abascal, cuyos postulados son radicales sin duda, pero sobre todo más lo es su desprecio a Podemos, habría tenido argumentos para defenderse más consistentes que el "no me lo creo" de Monasterio o el "levántese y márchese" que le espetó a Iglesias en la Ser dos días después.
¿Es legítimo que una eventual decisión política de Interior le hurtara estos datos a Vox en plena campaña electoral? ¿Saber que había violentos de izquierdas apaleando a gente de derechas habría compensado las cartas de supuestos ultras de derechas amenazando a políticos de izquierdas?
Iglesias, cartas marcadas
Se llegó a hablar de ETA, se gritó que a un "machito alfa" le habían cortado "las dos orejas y el moño", y Gabilondo terminó de desviar su imagen al acusar al PP de "equidistancia" entre las balas y los amenazados...
¿Podría Iglesias haber llegado a decir, sin ponerse rojo, que Vox quiere "destruir las bases de la democracia" sin que le dijeran "pues anda que tú"? Es decir, ¿si Iglesias pudo decir eso no era porque jugaba con las cartas marcadas de que sus detenidos se los habían ocultado y nadie los conocía?
A la vista de la polarización dialéctica a la que llegó la campaña que se cerró este domingo, uno no cree imaginable un ambiente más tóxico, en el que uno y otro extremo se retroalimentaba. Y paradójicamente, tener conciencia cierta y fotos atribuibles a los dos extremos del mal, podría haber hecho que ambos bandos decidieran no hacerse más daño mutuo.
La trampa final
Porque la carrera no paró: como los sondeos no daban buen resultado, Gabilondo señaló a los de Abascal sin dudarlo y exigió la promesa de "un cordón sanitario" contra ellos, Iglesias pasó de señalar a Vox a acusar al PP de querer "destruir la democracia".
...pero todo se desmoronó cuando la Policía descubrió que la navaja enviada a la ministra Reyes Maroto no era un nuevo acto de fascismo, sino la acción de un desequilibrado. Y cuando los Mossos d'Esquadra interceptaron una misiva con balas contra Ayuso. O cuando Iglesias perdió la medida y reclamó una condena del Rey a sus balas por carta.
La trampa final de todo esto es que el sábado, un día antes de acabara la campaña, alguien hizo facilitó a un medio la información que pudo haber cambiado toda la campaña... y lo único que lograba, a esas alturas, era cambiarle el argumentario a los medios y el gesto al candidato de Podemos, 'traicionado' por un mando policial o político y sin tiempo para reaccionar.
Si fue político el filtrador, trabaja en o para el Gobierno al que Iglesias pertenecía hasta hace menos de dos meses, y servía su venganza de 15 meses en un plato frío de última hora. Si fue policial, quizás haya que escuchar una frase con la que Iglesias selló su mitin de cierre de campaña: "La ultraderecha infiltra a los suyos en la Policía"... y la respuesta de los sindicatos policiales.
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