El abismo que separa a los socialistas clásicos de la corriente sanchista no tiene precedentes. Los veteranos, pese a abonar religiosamente su cuota en la misma hucha, parecen militar en un partido político distinto. Con el zapaterismo en fuera de juego, la era de Felipe González y la inaugurada por Pedro Sánchez representan dos modelos radicalmente diferentes que, sin embargo, se presentan con el puño y la rosa.

Las palabras de Óscar Puente, portavoz de la Ejecutiva federal, en una entrevista reciente con este periódico han generado dos incendios paralelos. Uno en Ferraz, ya que nadie, pese a sostener esas tesis, había osado a expresarse en esos términos; y otro entre González, Alfonso Guerra y sus ministros, que navegan entre el desencanto, la sorpresa y la crispación.

“Llevo 32 años en el PSOE. En mi casa, González y Guerra eran Dios. Ahora, en la sede del PSOE, no tienen el menor predicamento. No respetan lo que fueron ni las siglas a las que pertenecen (…) No pretenden ayudar, sólo quieren causar daño y socavar los cimientos del actual partido. Les preocupa la patria, pero ¿y los problemas de la gente? ¿Dónde quedó la chaqueta de pana? Están irreconocibles”, expresó el portavoz de los socialistas.

González, en su visita a El Hormiguero, evidenció la hondura de la quiebra: no habla con Sánchez desde que se produjo la moción de censura contra Mariano Rajoy. Afirmó que será del PSOE "pase lo que pase", pero luego apostilló: "Me siento huérfano de representación". Su "no" absoluto a los indultos introduce otra de las claves de la lejanía.

Los socialistas de entonces asisten perplejos a la "naturalidad" -palabra del actual ministro de Justicia- con la que el Gobierno trabaja para excarcelar a los presos del procés. Juan Alberto Belloch, biministro con González, se mostró en Onda Cero "orgulloso del Tribunal Supremo". "Nunca lo imaginé (...) Es difícilmente justificable", expresó sobre la postura de Moncloa.

La semana pasada, Alfonso Guerra trazó una enmienda a la totalidad del sanchismo en una entrevista con El Mundo. Pero, ¿cuál es el iceberg que esconden todas estas declaraciones? ¿Existe alguna conexión entre el viejo y el nuevo PSOE? ¿Qué ha pasado para que las relaciones entre Sánchez y los ministros de hace dos décadas se hayan resquebrajado?

A lo largo de estas líneas, EL ESPAÑOL entrevista a varios dirigentes del PSOE de González y Guerra, todos ellos al corriente de pago de sus cuotas de militancia. Todos anonadados con el viraje ideológico de las siglas y con el trato personal que se les brinda. Este diario también ha intentado, sin éxito, recabar la opinión de miembros de la actual Ejecutiva. Fuentes oficiales del partido aseguran que Ferraz “escucha a sus mayores”, pero rechazan de plano opinar sobre la polémica.

Un dirigente actual, desde el anonimato, incide en que Sánchez se ha dedicado, meramente, a “jugar las cartas que le han tocado” y que las alianzas con los separatistas son el resultado del “portazo de Ciudadanos entonces y ahora del PP”. 

En el Partido Popular, precisamente, ni siquiera la fragmentación de su electorado ha dado lugar a tantos exabruptos entre el pasado y el presente. Rajoy y Aznar, cada uno a su manera, mantienen una relación cordial con Pablo Casado. Aznar, es cierto, ha asestado alguna que otra estocada, igual que Esperanza Aguirre, pero el tono nada tiene que ver con la belicosidad reinante en el PSOE.

La prueba de lo delicado de este asunto anida, por ejemplo, en las palabras de Carlos Westendorp, ministro de Asuntos Exteriores con González y mentor de Pedro Sánchez: “Para mí, es difícil hablar de esto. No es conveniente”. Quienes podían hacer de puente entre unos y otros saben que se trata de un terreno minado.

Julio Feo, el ‘Iván Redondo’ de González

Julio Feo diseñó la ruta de la primera campaña electoral del PSOE Dani Pozo

Julio Feo (Valencia, 1936) fue director de las campañas electorales de Felipe González entre 1977 y 1986. También encarnó el cargo de secretario de la presidencia del Gobierno. Algo así como el ‘Iván Redondo’ del entonces presidente, aunque de convicciones profundamente socialistas.

En su retiro de la política, hace una excepción para atender a este diario. “Claro que el divorcio generacional existe”, apunta al poco de levantar el teléfono. Deja entrever que no se trata de una cuestión de edad, sino de carácter: “Nosotros éramos más sensatos. Nos interesaba mucho la patria, claro, pero mucho más el bienestar de la gente”. Lo dice en clara referencia a las palabras de Óscar Puente.

Los “puntos calientes” del divorcio, radiografía Feo, han sido la coalición con Podemos, los pactos con los independentistas y el deshielo con Bildu: “Son ellos quienes intentan matar al padre; el padre no busca matar al hijo. El padre, claro, tampoco quiere suicidarse”. Entiéndase como “padre” a Felipe González y a Pedro Sánchez como “hijo”.

Si a Julio Feo le hubieran dicho en los años dorados del socialismo que su partido, pocas décadas más tarde, negociaría con Bildu y pactaría con el independentismo, no se lo habría creído: “Me habría parecido ciencia ficción. Es inconcebible. Lo vivo con tristeza. Habla uno que paga la cuota y sigue militando”. 

“La actual dirección del PSOE no representa al PSOE”, asevera Feo, que se descubrió socialista “mucho antes de que ellos -Sánchez y compañía- nacieran”.

-Usted fue algo así como el Iván Redondo de Felipe González. Sabe lo que es hablar con un presidente del Gobierno en momentos delicados, ¿qué le diría a Sánchez? 

-Que repiense lo que está haciendo. Ya se ha quitado de en medio a Iglesias, ahora le falta hacer lo propio con el resto de amiguetes -Bildu y los separatistas-.

Julio Feo no dejará de pagar su cuota. Espera que, cuando amaine el temporal, “quede algo del PSOE”. No habla, ni mucho menos, desde un desprecio personal a Sánchez. Todo lo contrario: “No es el peor secretario general. Tienen mérito las cosas que ha hecho. Resurgió de sus cenizas. Pero se ha equivocado de aliados. Tiene mimbres para ser un buen presidente (…) Pero a mí no se me olvida que ETA mató a Enrique Casas y a Enrique Múgica”.

García Vargas, nueve años ministro

Julián García Vargas posa en la biblioteca de su casa tras una entrevista con El Español. Cedida por el entrevistado

Julián García Vargas (Madrid, 1945) fue ministro durante un total de nueve años, aunque en dos etapas distintas. Primero como máximo responsable de Sanidad y después de Defensa. Uno de los gestores en los que más confió Felipe González. “Sigo siendo militante del PSOE”, explica al poco de comenzar la entrevista.

Las palabras de Puente, portavoz nacional del partido, han anonadado a García Vargas: “Son injustas y de una exageración manifiesta”. Este exministro apunta una de las claves que explican el divorcio. A su juicio, las declaraciones en prensa de Guerra y González se producen porque la relación con Sánchez está rota: “Cuando no te escuchan, hablas ante los medios, a ver si así llegas a oídos de quien manda”. 

“Me consta que tanto Felipe como Alfonso han hecho grandes esfuerzos por conectar con la actual dirección, pero no han tenido éxito. Sus planteamientos chocan con el tacticismo que guía a Sánchez”, razona.

García Vargas vive el cisma “de manera muy incómoda”: “Pertenezco a una generación que se planteó como como objetivo vital la construcción de un Estado moderno. Era un proyecto sumamente ilusionante. La sanidad y la educación universales… Hoy se trata de conservarlo porque ya está conseguido, pero la gestión parece que al Gobierno le aburre”.

“Hace treinta años no me habría creído que fuera a haber un deshielo con Bildu. Sufrimos tanto con el terrorismo de ETA… Sus herederos nos resultan marcianos. Han renunciado a la violencia, es verdad, pero ese rescoldo que se percibe en el recibimiento de los presos subleva la conciencia de quienes asistimos a los funerales de los compañeros asesinados. Bildu no es lo mismo que ETA, pero no condenan su violencia de manera radical; se genera, entonces, un parecido inquietante”, sintetiza. 

García Vargas, para concluir, reseña que la crisis política que percibe no se circunscribe al PSOE: “¿Dónde está el Abril Martorell del PP actual? ¿Dónde está el patriotismo de Manuel Fraga? El Gobierno y la oposición se reflejan mutuamente. Tan insensatos e irresponsables… Eso a los viejos nos inquieta mucho”.

Saavedra, cuatro años ministro

Jerónimo Saavedra.

Jerónimo Saavedra (Las Palmas, 1936) lo ha sido todo a nivel nacional y regional. Ministro de Administraciones Públicas y de Educación con Felipe González; y alcalde de Las Palmas y presidente del Gobierno de Canarias. También al corriente de pago con el PSOE.

“En la historia del partido nunca se habían producido unas declaraciones como las de Adriana Lastra, diciendo poco menos que nuestro momento ya había pasado y que no debíamos mostrar nuestra opinión. Fue de una brutalidad… Me afectó profundamente. ¿Cómo han podido llegar a ese nivel de intolerancia y sectarismo?”, afirma.

Saavedra no es sospechoso de criticar a Sánchez por sus pactos con los nacionalistas. Él mismo hizo lo propio: “Pacté con los nacionalistas canarios para gobernar. En 1993, fui ministro también gracias a un acuerdo del PSOE con CiU y el PNV”.

Sin embargo, aquellas “relaciones”, incide este exministro, “tenían efecto en las transferencias autonómicas, pero no pasaban de ahí”: “No se jugaba a romper la Constitución”. Para más inri, añade Saavedra, “nuestros aliados no exhibían una tradición ligada al terrorismo”.

“¡Caray! ¡Qué barbaridad!”, asevera al escuchar las palabras de Óscar Puente. “Me parece lamentable. No responden al espíritu socialista de respeto al distinto. Yo, por ejemplo, no era guerrista, pero jamás me impidieron desarrollar mis políticas como presidente de Canarias”, responde.

Saavedra, además, diagnostica una “realidad inquietante” que afecta al PSOE actual: “¿Cuál es la red de intelectuales que apoya al partido? ¿Dónde están? No tengo prejuicios, ya he hablado de mis pactos con los nacionalistas. Aquí, el problema es la intolerancia. Cuidado, miren lo que pasó con el socialismo en Francia e Italia”.

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